La categoría de encantado entre los nahuas
de la costa de Michoacán
Daniel Gutiérrez Rojas
El Colegio de México, Ciudad de México,
México;
correo
electrónico: degutierrez@colmex.mx
Recibido el 07 de mayo de 2021; aceptado el
22 de junio del 2021
Resumen: El texto que
presento, esboza los primeros trazos
de un programa más amplio que comencé
en 2008 que indagaba sobre las categorías de persona entre los nahuas de la
costa de Michoacán. Las pesquisas
aquí expuestas representan el inicio
de esas indagaciones en las que trato
de mostrar cómo las nociones de músico y de encantado constituyen expresiones
concretas de un sistema de clasificación y de identificación que define relaciones y prácticas entre las comunidades nahuas. Pero,
además, señala que son estas dos categorías,
que pertenecen a un conjunto más amplio, las que permiten, o al menos alientan, adecuaciones y transformaciones constantes en las nociones de
persona y de humano.
Palabras
clave:
músicos, Aquila, categoría de persona,
categoría de humano.
The
enchanted category among the Nahuas of the coast of Michoacan
Abstract:
The writing that I present
outlines
the
first
lines
of
a
broader
program that I began to develop in 2008 that investigated the categories of
person among the Nahuas on the coast of Michoacán. The research presented here represents the beginning of these inquiries
in which I try to show how the
notions of musician and enchanted constitute concrete expressions of a system of classification
and
identification
that
defines
relationships
and
practices
among the Nahua communities. But, besides, he points out that it is these two categories, which
belong to a broader set, that allow, or at least encourage,
constant adaptations and transformations
in the notions of person and human.
Key words: musicians, Aquila,
category of
person,
category of human
La costa de Michoacán: el lugar y su gente
La
costa de Michoacán se localiza justo
entre la Boca de Apiza, en los márgenes del estado de Colima, y el delta del
río Balsas, frontera con Guerrero.
Los municipios que comprende el litoral michoacano son tres: Aquila, Coahuayana y Lázaro Cárdenas que, en conjunto, alcanzan una extensión que rebasa los 200 km de longitud. De
las tres entidades mencionadas sólo la primera mantiene pueblos de “origen” nahua, los cuales se encuentran organizados en cuatro núcleos agrarios que mantienen un régimen de
propiedad comunal: San Miguel
Aquila, Santa María de Ostula, Coire
y Santos Reyes Pómaro.
Aunque la
cifra exacta se desconoce, se estima
que alrededor de 500 localidades ocupan las laderas, las escasas planicies serranas
y las orillas del litoral. La mayoría de estas mantienen una población pequeña,
siendo muy pocas las que rebasan los 500 habitantes. Solo las cabeceras comunales,
las jefaturas de tenencia y un puñado de encargaturas,
la mayoría localizadas en las playas,
como Colola, Maruata y Tizupa,
condensan una población considerable respecto del resto.[1]
Numéricamente,
Aquila alcanzaba en 2010 una población de 21 812 habitantes mayores de tres años, de los cuales 7 153 hablaban lengua indígena y representaban
el 32.8% de la tasa total, porcentaje nada desdeñable si se le compara con el
padrón estatal que muestra porcentajes
mucho
menores de hablantes de lengua indígena.[2] Pero todavía resulta más significativo lo que
muestran las estadísticas de autoadscripción que presentó
el INEGI en su censo de 2010, pues de los 21 812 habitantes que se registraban en el municipio
60.01% se considera
indígena. Estamos hablando de una
entidad
estatal
predominantemente nahua en su demografía.[3]
Tradicionalmente, las poblaciones nahuas se han dedicado
a la agricultura, la caza, la recolección, la pesca ribereña y el
pastoreo libre a pequeña escala. Todas
estas actividades productivas se encuentran articuladas, en alguna
medida, con el ciclo ritual agrícola xupanda-tonalco (lluvias-secas) que rige todavía parte de la
vida comunitaria. A pesar de, su importancia, esto tampoco ha impedido que contingentes numéricamente
importantes migren temporalmente a poblaciones como Tecomán, El Ranchito y La Placita
para emplearse como jornaleros
en las plantaciones de limón y otros
cultivos o para enrolarse en actividades
relativas a los servicios y
al comercio.
Por otro
lado, el temporal sigue siendo, por las condiciones históricas y sociales de
la zona, un factor relevante en las
actividades productivas, un mecanismo por el que se articulan las relaciones socioculturales de los nahuas de la costa. De hecho,
el medio sigue proveyendo a las familias indígenas de productos que de otro modo les
serían difíciles de conseguir. La
caza y la recolección también continúan
siendo actividades
vinculadas al modo de vida
nahua, sin dejar de lado, por supuesto, que las poblaciones se encuentran
inmiscuidas en un mercado capitalista que cada vez los copta más.
Hasta hace algunos lustros la siembra de maíz, calabaza,
ajonjolí, palma, jamaica, frijol
y otros esquilmos
dominaban los campos
de labranza, pero de unos años para acá la introducción de nuevos productos
como el chico, la sandía y la papaya han aumentado considerablemente. La siembra de “subsistencia” y
“autoconsumo” se sigue practicando,
pero cada vez más campesinos ven con buenos ojos la siembra de productos
comerciales que les dejan mejores dividendos. Aun
así, la actividad agrícola sigue manteniendo a la familia como
una unidad productiva importante.
Y aunque no existen propiamente mercados o tianguis
donde se concentren y comercialicen los
distintos productos,
su venta y distribución logra
concretarse a través de, por lo menos, dos circuitos de intercambio y/o venta. Uno interno, donde los bienes son vendidos o intercambiados al interior de las poblaciones o entre las distintas encargaturas. Por
lo general la venta de mercancías,
en este circuito, corre a cargo
de mujeres, niños y jóvenes.
Es muy
común que la venta
de productos entre
los miembros de una
misma localidad suela concentrase hacia el atardecer, justo cuando el sol se está poniendo. A esas horas se puede observar la marcha
lenta de niños y mujeres con
canastas y bolsas de plástico
ofreciendo en las casas pescado, pan,
fruta, verdura, semillas, huevos de tortuga, carne de venado, de pollo y de res, a
más de otros productos. Es la hora en
que la gente comienza a recogerse para realizar las actividades vespertinas.
El otro medio
por el cual
los campesinos aseguran
la venta de sus mercancías, y que podría calificarse, tentativamente,
como
un
mercado
externo, consiste en asegurar la salida de la producción a través de convenios, normalmente
desfavorables
para
el
labriego,
con
intermediarios mestizos quienes se encargan de trasladarlos a localidades como
Lázaro Cárdenas, La Placita, El Ranchito, Coalcomán, Tecomán y Colima;
y donde algunas de estas cargas
pueden ser reenviadas a ciudades más
grandes como Guadalajara y Ciudad de
México.
Las nuevas vías de comunicación y la economía nacional han creado una nueva dinámica
regional. Esta percepción es más clara
cuando contrastamos el
momento actual con épocas anteriores.
Esta nueva dinámica aceleró los cambios
en la organización
comunitaria, el sistema de autoconsumo, la
recolección, la pesca
y las relaciones de trabajo. Así, los productores locales han tenido que implementar una serie de estrategias
para comercializar e intercambiar sus bienes,
aunque algunas de éstas han resultado desfavorables.
La música y el diablo
La
música y, consecuentemente, su práctica siempre ha tenido un efecto
sobre los humanos, ahora, estos
efectos han sido caracterizados de una determinada
manera por los distintos grupos sociales a lo largo de la historia. Autores como Jules Combarieu y Vladimir Jankélévitch (2005) no han dudado en adjudicarles un talante ético
y moral, cuya fuerza irrumpe en el espacio social o cómo un impulso capaz
de sosegar y armonizar a la sociedad
o como una potencia que logra desatar el frenesí, la violencia y la
pendencia entre aquellos que la escuchan.
En la teoría musical
occidental, especialmente en aquella área que se dedica
el estudio de la armonía, el tritono suele clasificarse como un intervalo de
cuarta aumentada o de quinta disminuida (Rousseau,
2007, pp. 430-431). Su sonido fue asociado, por muchos músicos y compositores en distintos periodos
de la historia, con la figura
del diablo. Incluso cuentan
que personajes de la
talla de Andreas Werckmeister y Georg Philipp Telemann afirmaban que
a esta “disonancia” intervalica los antiguos la denominaba diabolus in música (Nava,
2016,
p. 19).
Estas asociaciones fueron incluso transladadas, en ciertas épocas, a la
propia figura de los músicos. En la Edad Media,
el juglar fue caracterizado como un personaje polifacético siendo, a un mismo tiempo, poeta, actor, cantor, charlatán, prestidigitador, saltimbanqui, acróbata,
contorsionista, adiestrador
de animales y
danzarín, a más
de otros atributos
que le eran
asignados y que lo representaban
como
un
personaje lábil,
con una
doble dimensión moral (Perpiña,
2010, pp. 787-789). Esta dimensión
se sostenía gracias a una tensión que
construyó la iglesia católica entre
la música monacal y la música considerada profana, esta última asociada a los
placeres y por ende a los dominios del mal.
En México se
encuentra muy patente la relación entre
el diablo y la
música, en el occidente del país persisten relatos, más o menos similares,
que narran la forma en que ciertas personas realizaron un pacto con el diablo, o con entidades que traen el perjuicio, para que les otorgaran capacidades
extraordinarias en el arte de la música. En la Tierra Caliente
de Guerrero y Michoacán está
muy difundida la creencia de los empautados,
seres que concuerdan con la descripción que se hizo al inicio del párrafo.
Incluso, el folclorista y literato
Celedonio Serrano Martínez dedicó una novela a este tema
(1980).
En la costa
de Michoacán encontramos un
fenómeno social muy
semejante al de la Tierra Caliente. Entre las poblaciones nahuas he podido registrar testimonios de personas, especialmente entre músicos de mariachi, que aseguran haber recurrido a un ‘encantamiento’ para acceder al
don de la música. Este es el caso que trataré
en este escrito, la figura
del encantado en las comunidades nahuas de Aquila, Michoacán.
El caso de los encantados entre los nahuas
de Aquila
La imagen e idea que cada sociedad
crea de sí misma y del lugar que ocupa
en el mundo guarda,
sin duda, una relación estrecha con la experiencia que
éstas han tenido con sus respectivos espacios en los que han establecido sus asentamientos. En nuestro caso, muchas de las prácticas sociales que los
nahuas de Michoacán organizan anualmente
giran alrededor de las concepciones y relaciones que éstos mismos han mantenido
con un lugar concreto:
la costa de
Michoacán.
La idea de aquello que debiera ser lo “propiamente”
humano (o lo “propiamente” nahua) y sus dominios
no está exenta de la experiencia histórica y social que las comunidades
indígenas de Aquila han mantenido
tanto con los espacios ocupados como con los grupos que cohabitan la comarca, con quienes
ha mantenido intercambios continuos.
Una
de las concepciones más difundidas
entre los pueblos nahuas de Aquila es aquella que sostiene la idea de que el
espacio habitado se encuentra ocupado,
simultáneamente, no sólo por otros grupos humanos, como es evidente, sino por seres y potencias capaces de
incidir en el destino de los hombres.
En este sentido, los juicios que
giran alrededor de lo que es o debiera ser la persona nahua no sólo se
encuentran circunscritos a las relaciones sociales que pudieran darse entre los
humanos (relaciones de parentesco,
estructura política, agentes del Estado), por el contrario se
extienden a otros ámbitos creando vínculos con lugares, animales, seres y potencias que pertenecen a esferas de lo extrahumano, como lo pueden ser los santos, los antiguos, los aires, los muertos, los chanes, Dios y el diablo (Bartolomé, 1997, pp. 145-161; Acosta, 2014, pp.
4-16).
Esta interacción e intercambios constantes, entre quienes cohabitan un mismo espacio, no se encuentran exentos de querellas y conflictos; de aquí
que coincidamos con Clifford Geertz (2001, p. 300) cuando afirma que toda sociedad se plantea el problema y la necesidad
de construir, clasificar, identificar y caracterizar agentes internos o externos al grupo, sean éstos humanos o no.
Estos aparatos
de identificación, además de definir las relaciones y las
prácticas con el medio social y físico,
proporcionan a cada miembro del grupo una
forma de ser y estar dentro
del mundo al que pertenece. Los nahuas
de Michoacán, como otros muchos pueblos, han desarrollado estrategias culturales para caracterizar e identificar
a las
personas, fundamentándose en la organización social, el sistema de cargos,
los ciclos de vida, el parentesco y las entidades anímicas (Geertz, 2001; Bartolomé, 1997; Acosta, 2014, pp.
5-7)
Esta
caracterización ha puesto
atención a las partes
que constituyen a la
persona, observando sus
segmentos constituyentes como
componentes que pueden ensamblarse y desensamblarse. Así, Bartolomé ha señalado tres aspectos de su proceso de
formación: su parte física, su dimensión social y su lado espiritual. Este procedimiento suele diseccionar y separar los elementos de la persona para después devolverlo como un conjunto de articulaciones organizadas
que dan cuenta
del dominio de lo humano
en un determinado grupo.
Entre los nahuas
de la costa podemos verificar cómo esta articulación de componentes se constata en cuanto que se
tiene una concepción del cuerpo relacionada con la jerarquía religiosa, los ciclos de vida y las
entidades anímicas como el iyolo, el chicawalisli y el itonal. Pero no es la cesura que separa y divide las tres dimensiones la que nos interesa
estudiar por el momento, sino la
pregunta que subyace a la conjunción
y articulación de los elementos que
fundan el dominio de lo humano y de la persona nahua: ¿cómo debemos vivir en función de nuestros constituyentes y de las relaciones que construimos con nuestro medio social y físico?
En ese sentido
coincidimos con Marcel
Mauss
(1979) cuando afirma
que la noción de persona implica, a su vez,
una cierta dosis de conciencia y
comprensión sobre las formas en que
las sociedades se forjan una imagen cabal de lo que debe ser lo humano en su conjunto. Tal afirmación permite sugerir
que existe
en
toda
cultura
una
necesidad
por
consumar
una
antropología
y que cada grupo ha implementado los medios y las técnicas necesarias para
transmitir, mantener, difundir
e inculcar a cada uno
de sus miembros
las maneras correctas de lo
que es o debiera ser lo humano. Pero a la noción de persona, que implica a
su vez la dimensión de lo humano, subyace
una idea aún más fundamental que se
pregunta ¿qué somos como seres
humanos?, ¿cómo debemos vivir como
humanos? y, en consecuencia, ¿qué
debemos hacer como seres humanos? Esto nos lleva inmediatamente a la proclama
de Mauss de que
la noción de persona está impregnada de una conciencia del yo.
Así, las respuestas
a las preguntas
formuladas en el párrafo
anterior, que permiten a los miembros
de una sociedad afirmar o negar algo sobre
lo humano no sólo ayudan a
crear una imagen y una idea sobre
este dominio, contribuyen, simultáneamente, para ponerlas en tela de juicio. Las discrepancias
que emanan de las respuestas permiten vislumbrar que lo que se encuentra en juego no sólo es la imagen
de lo humano, sino la de su
comprensión y su discernimiento, la de su continua transformación.
De este modo, nuestra búsqueda no sólo va al encuentro de las categorías de persona y del ser humano que apuntan al buen vivir, al modelo de lo que debe
ser un buen humano y una buena vida, sino a aquellas otras que aguardan en los
márgenes del pueblo, en los esteros y alkizawes y que ponen en tela de juicio y
en peligro los fundamentos sobre los
que se construye el contrato social.
En nuestro caso hemos elegido la figura
de un especialista para llevar a cabo
el proyecto mencionado. Se trata de la figura
del músico, pero no de cualquier músico, podríamos decir que se trata de un músico sui generis que forma parte a
su vez de un conjunto
de personas a los que se les nombra como encantados
o catohtin chinames. En el caso de los músicos, estos son percibidos como seres
lábiles, capaces de confortar con sus artes el corazón de los hombres o de provocar su hilaridad,
de apaciguar la congoja o de
propiciar el llanto. Bajo ciertas circunstancias logran manipular fuerzas a través
de sus instrumentos musicales para desatar la violencia, el
escarnio y el alegato entre los escuchas, auspiciando la pendencia y la saña. En estos términos la música puede llegar
a funcionar como un buen conductor de la violencia. No es raro que los
encantados sean perseguidos,
señalados y en ocasiones asesinados.
Los discursos que he recogido a lo largo de diferentes estancias en campo han servido para construir una imagen de este
“personaje” como un ser vinculado al exceso, a la muerte,
al alcohol, al juego, a la violencia, al sexo,
al dinero y al prestigio.
Los
encantados adquieren sus habilidades mediante un contrato que realizan con el diablo
o con los chanes. Este intercambio implica que aquel que
solicita los favores dé a cambio, a quien otorga el
don, su alma como un adeudo por las habilidades convenidas en el pacto. Pero
además existe la condición de que,
si el encantado muere antes de que
termine el tiempo estipulado en el convenio, su alma quedará sempiternamente en manos de las entidades con las
que ha hecho el pacto.
De los músicos encantados se dicen muchas cosas, por ejemplo, cuentan que estos pueden estar tocando al
mismo tiempo en tres lugares diferentes, mostrando con ello el don de la
ubicuidad. Pueden, también, hacer que su instrumento toque por sí sólo, e incluso
hay quien afirma que a los encantados
puede disparárseles con arma de fuego y no hacerles daño alguno.
Por otro lado, este tipo de personas
se valen de técnicas
específicas de su campo, una de ellas es llamada “las tres
pisadas del coyote”, artimaña que
consiste en invocar poderes no humanos, relacionados con el diablo o con el cánido mencionado, para poner en aprietos a sus
contrincantes, conseguir mujeres, dinero, prestigio
o simplemente causar daño. Tal artificio
refiere a un tipo de afinación en las cuerdas
de los instrumentos que, según los maestros de este arte, requiere de un rezo encomendado o dirigido a los poderes coyote. Esto propiciará que los músicos
contrincantes no puedan afinar, que las cuerdas
se les rompan, que la gente se emborrache
y que surja la riña entre ellos.
Una vez, en la fiesta
[…] les dimos a unos musiquillos el tono para que se acomodaran con nosotros, pues nos despreciaron y no quisieron
afinar como nosotros, nosotros
llegamos primero, es la cortesía, si
alguien ya está y te da tono pues hay que afinarse a
como te dicen […] Todo el rato cada quien por su lado y
nos tiraban recio, le dije a mi
compañero voy a subirle la cuerda al
violín afínate que ahorita a esos nos los vamos
a chingar y dicho y hecho.
Y dicho y hecho, al ratito ya no se podían afinar y súbele la cuerda y bájala,
no se hallaban hermanito,
y que se les truenan las cuerdas y al rato quedaron mal con el patrón que se
enojan y ya al rato andaban borrachos. Los hicimos quedar mal […].
Tales virtudes son otorgadas, como ya
mencionamos, por el diablo o los chanes, quien les asigna un compañero
que los cuida día y noche. A diferencia
de otras entidades compañeras no se nace con ésta, se le busca a sabiendas de
que a su encuentro se puedan desencadenar fuerzas que terminen con la vida de quien las invoca.
La figura del músico aparece como un escándalo
al interior de las familias nahuas; pero aunado a la categoría de encantado ésta trae consigo un vértigo: pone
al descubierto la imagen de lo que no debe ser un hombre, pero sobre todo expone un malestar: ¿por qué debo ser como todos los demás?,
¿por qué debo vivir como todos los demás?,
¿por qué debo comportarme como todos
los demás? Para dar una idea del
proceso encantamiento expondremos a continuación
el relato de uno de los colaboradores:
[…] Ese Zenón Gómez estaba acompañado, él no tocaba la arpa, eran sus compañeros los que la
tocaban. Lo veían tocar el arpa en Tizupa, en
San Pedro y en Ostula
al mismo tiempo, no le entraban las
balas. Cuando quería bailar un son
nomas le echaba su gabán al arpa
y se subía a la tarima y el arpa
seguía tocando. Estaba encantado. Yo
fui para Ostula y allá me dijo: ¡eh tú! Chano ven, jálate
una silla. Yo iba cansado y con sed,
y ya aproveché para descansar. Su señora me sirvió un vaso de agua y platicamos un rato y le dije: ya pues Zenón ya me voy que tengo que hacer mi mandado. Yo iba nada más a recoger un tercio
de jamaica
[…] Me dijo no pues espérate tantito. Tú que sabes tocar afíname
la arpa. Yo pensé
que andaba mal de sus dedos. Y se rió fuerte. Ja, ja, ja. No pues Chano te digo que me la afines;
y otra vez ja, ja, ja. Su esposa ya que sale y me dijo que él no podía tocar, que estaba encantado. Él no toca,
son sus compañeros los que le hacen el trabajo. Me dijo, mira Chano hazme el favor yo ya no puedo y tengo un compromiso. Al rato tengo que tocar en un velorio y no puedo afinar.
Y pues no podía, ya al final me dejo a mi con su compromiso y tuve que tocar, él se
puso bien borracho.
Cuando ya murió Zenón, los duendes
se lo llevaron […] Yo
me hice amigo de los duendes por don Pío Quinto… el era doctor de aquí de la
comunidad, vivió 110 años; me dijo: oye Chano quieres
saber cómo puedes ser
el mejor arpero.
Le dije que eso quería pero que no tenía maestro. Te voy a decir un
secreto, pero no tienes miedo, al hijo
pues porque, le dije, no
don Quinto pues porque… Que me dice a la próxima te aprevienes, voy a venir por
ti, prepárate, vamos
a ir a al alkizawe que está en el cerro
pelón, allá vamos a estar cinco días, acuérdate que tienes que ayunar tres días [alimentos y relaciones
sexuales]. Llegó por mí a la casa, ya lo estaba esperando, yo no le dije nada a nadie, ni a mis papás
ni a mi mujer a nadie le dije. Fuimos y llegamos, era una laguna
con árboles y muchas plantas. Mira, toma el alcohol, vas
a soñar, todo va a ocurrir
en tu sueño no te asustes, ¡No pos porque! aquí ya estamos. Me dijo mira, en tu sueño se te va
a acercar un señor chaparrito que te va a preguntar
lo que quieres, después
que le digas lo que quieres te va a caer una flor de
una higuera en el pecho, agárrala bien, no la sueltes, va a venir una víbora negra que te la va a querer quitar. Era una
víbora negra así de gruesa y pues no le di la flor,
me lamió la boca y se fue.
Después vino otra vez el chaparrito y me llevó a un lugar donde
había de todo,
amigo, comida,
mujeres, música lo que quieras
había; las mesas
eran de oro,
todo de
oro y me invitaron a comer; ya acabé
y me dijeron: hora sí, qué quieres ser,
había para ser médico, pescador, ganadero, músico,
de todo, y pues escogí ser músico. Me trajeron un arpa de oro para que me enseñara, y la toque y me dijo
el “director”: mira, guarda bien esa flor cerca de tu pecho. Cuando nos necesites
llámanos. Hora sí, dinos como quieres
el trato. Hay por 5, 10, 15 y 20 años,
o por toda la vida, cómo la quieres.
Pues de 20 años. Me dice, si te mueres
durante ese tiempo tu alma se nos
queda… Cuando regresé pensé que había pasado mucho
tiempo, pero no, apenas si se enteraron
de que me había tardado
tantito más de lo que dije…. Así nadie nunca me ganó
en el mariachi; trabajo, mujeres
todo tenía…. Y veme aquí sigo,
esto fue del cuarenta y nueve. A veces
me dan ganas de regresar al cerro, pero ya no hay nadie que me acompañe, sino,
levantaríamos otra vez el mariachi […].
Así,
el don y la fuerza de estos músicos que lo son por encanto, sólo se adquieren fuera de este mundo y fuera de este tiempo, a costa
de su propia muerte y a costa del escándalo que esto puede
desencadenar. Su retorno al mundo humano provoca vértigo y desazón
pues han rebasado
las fronteras y han regresado impregnados de un poder ajeno que
no les corresponde por “naturaleza”.
Su aventura es doblemente sancionable: traspasaron las fronteras de lo humano y desafiaron las normas sociales arriesgando a la comunidad a
causa de una aventura personal,
cuyo beneficio sólo les incumbe a los transgresores. Rebasar
las fronteras y retornar pone en peligro al sujeto, pero también al grupo al que pertenece.
En este sentido
la música está un poco más allá de lo humano. En ella habita un peligro,
pero también una gracia. Escapa a lo
propiamente nahua porque ella misma es límite y tránsito de las alteridades. En ella resuenan los ecos de otros mundos, de otros
tiempos, de otras posibilidades que
ponen al descubierto y al alcance
de los hombres otras formas de ser que no son las
que les corresponden en el común
de los casos. Por esto mismo, los músicos de mariachi que lo son por encanto se constituyen en figuras marginales, de
frontera, potencialmente peligrosos pues consiguen poner
a circular, siempre
que las condiciones estén dadas, fuerzas
a beneficio o perjuicio de las personas
y de los colectivos a los cuales pertenecen.
La figura del músico acarrea un escándalo
en las familias nahuas, pues ésta supone una vida pendenciera que puede
llevarlo a la muerte. Pero
el músico encantado trae consigo un
vértigo
mayor: pone al descubierto
la imagen de lo que no debe ser un
hombre ni por sus actos ni por sus vínculos con entidades consideradas funestas.
Lo cierto es que,
en su calidad de personajes marginales —impuros o peligrosos—, los músicos encantados atestiguan algo
de lo que los demás no pueden
decir nada, pues se sitúan justo en las fronteras de lo humano y de lo
extrahumano; esta posición provoca una indiferenciación ya que los ejecutantes son simultáneamente parte de lo humano y de ese más allá.
Como en muchos otros pueblos, las naciones de alteridad y de peligro
se encuentran ligadas a las fronteras, a las zonas medias e intersticios. Los encantados exponen en su práctica esas fronteras y esos peligros que implican
el roce y el intercambio con la alteridad. Si el músico encantado es un símbolo del peligro que incumbe a los márgenes
y a los hitos también es cierto que
aquellos son necesarios pues cuestionan y pone en tela de juicio la idea de lo
que debe ser lo humano, alentando
adecuaciones y transformaciones
constantes a las concepciones locales
de persona.
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[1] La Encargatura del Orden es una entidad
político-administrativa que depende de la Presidencia municipal. Según el Periódico
Oficial del Gobierno Constitucional del Estado de Michoacán de
Ocampo, hasta 2016, existían 88 encargaturas en
Aquila. Este conteo no incluye las rancherías.
[2] 2NEGI. Censo de Población
y Vivienda 2010: Tabuladores del cuestionario básico. Fecha de
elaboración: 17 de febrero de 2011.
[3] INEGI. Censo de Población y Vivienda 2010: Tabulados del cuestionario ampliado. Fecha de
elaboración: 21 de septiembre de 2011.