La categoría de encantado entre los nahuas de la costa de Michoacán

 

 

 

Daniel Gutiérrez Rojas

 

El Colegio de México, Ciudad de México, México;

correo electrónico: degutierrez@colmex.mx

 

 

Recibido el 07 de mayo de 2021; aceptado el 22 de junio del 2021

 

 

 

Resumen: El texto que presento, esboza los primeros trazos de un programa más amplio que comencé en 2008 que indagaba sobre las categorías de persona entre los nahuas de la costa de Michoacán. Las pesquisas aquí expuestas representan el inicio de esas indagaciones en las que trato de mostrar cómo las nociones de músico y de encantado constituyen expresiones concretas de un sistema de clasificación y de identificación que define relaciones y prácticas entre las comunidades nahuas. Pero, además, señala que son estas dos categorías, que pertenecen a un conjunto más amplio, las que permiten, o al menos alientan, adecuaciones y transformaciones constantes en las nociones de persona y de humano.

 

Palabras clave: músicos, Aquila, categoría de persona,  categoría de humano.

 

 

The enchanted category among the Nahuas of the coast of Michoacan

 

 

Abstract:  The  writing  that  I  present  outlines  the  first  lines  of  a  broader program that I began to develop in 2008 that investigated the categories of person among the Nahuas on the coast of Michoacán. The research presented here represents the beginning of these inquiries in which I try to show how the notions of musician and enchanted constitute concrete expressions of a system of  classification  and  identification  that  defines  relationships  and  practices among the Nahua communities. But, besides, he points out that it is these two categories, which belong to a broader set, that allow, or at least encourage, constant adaptations and transformations in the notions of person and human.

 

Key words: musicians, Aquila,  category of  person,  category of  human

 

 

 

 

 

 

 

La costa de Michoacán: el lugar y su gente

 

La costa de Michoacán se localiza justo entre la Boca de Apiza, en los márgenes del estado de Colima, y el delta del río Balsas, frontera con Guerrero. Los municipios que comprende el litoral michoacano son tres: Aquila, Coahuayana y Lázaro Cárdenas que, en conjunto, alcanzan una extensión que rebasa los 200 km de longitud. De las tres entidades mencionadas sólo la primera mantiene pueblos de “origen” nahua, los cuales se encuentran organizados en cuatro núcleos agrarios que mantienen un régimen de propiedad comunal: San Miguel Aquila, Santa María de Ostula, Coire y Santos Reyes Pómaro.

Aunque la cifra exacta se desconoce, se estima que alrededor de 500 localidades ocupan las laderas, las escasas planicies serranas y las orillas del litoral. La mayoría de estas mantienen una población pequeña, siendo muy pocas las que rebasan los 500 habitantes. Solo las cabeceras comunales, las jefaturas de tenencia y un puñado de encargaturas, la mayoría localizadas en las playas, como Colola, Maruata y Tizupa, condensan una población considerable respecto del resto.[1]

Numéricamente, Aquila alcanzaba en 2010 una población de 21 812 habitantes mayores de tres años, de los cuales 7 153 hablaban lengua indígena y representaban el 32.8% de la tasa total, porcentaje nada desdeñable si se le compara con el padrón estatal que muestra porcentajes mucho menores de hablantes de lengua indígena.[2] Pero todavía resulta más significativo lo que muestran las estadísticas de autoadscripción que presentó el INEGI en su censo de 2010, pues de los 21 812 habitantes que se registraban en el municipio

60.01%  se  considera  indígena.  Estamos  hablando  de  una  entidad  estatal predominantemente nahua en su demografía.[3]

Tradicionalmente, las poblaciones nahuas se han dedicado a la agricultura, la caza, la recolección, la pesca ribereña y el pastoreo libre a pequeña escala. Todas estas actividades productivas se encuentran articuladas, en alguna medida, con el ciclo ritual agrícola xupanda-tonalco (lluvias-secas) que rige todavía parte de la vida comunitaria. A pesar de, su importancia, esto tampoco ha impedido que contingentes numéricamente importantes migren temporalmente a poblaciones como Tecomán, El Ranchito y La Placita para emplearse como jornaleros en las plantaciones de limón y otros cultivos o para enrolarse en actividades relativas a los servicios y al comercio.

Por  otro  lado,  el  temporal  sigue  siendo,  por  las  condiciones  históricas y sociales de la zona, un factor relevante en las actividades productivas, un mecanismo por el que se articulan las relaciones socioculturales de los nahuas de la costa. De hecho, el medio sigue proveyendo a las familias indígenas de productos que de otro modo les serían difíciles de conseguir. La caza y la recolección también continúan siendo actividades vinculadas al modo de vida nahua, sin dejar de lado, por supuesto, que las poblaciones se encuentran inmiscuidas en un mercado capitalista que cada vez los copta más.

Hasta hace algunos lustros la siembra de maíz, calabaza, ajonjolí, palma, jamaica,  frijol  y  otros  esquilmos  dominaban  los  campos  de  labranza,  pero de unos años para acá la introducción de nuevos productos como el chico, la sandía y la papaya han aumentado considerablemente. La siembra de “subsistencia” y “autoconsumo” se sigue practicando, pero cada vez más campesinos ven con buenos ojos la siembra de productos comerciales que les dejan mejores dividendos. Aun así, la actividad agrícola sigue manteniendo a la familia como una unidad productiva importante.

Y aunque no existen propiamente mercados o tianguis donde se concentren y   comercialicen   los   distintos   productos,   su   venta   y   distribución   logra concretarse a través de, por lo menos, dos circuitos de intercambio y/o venta. Uno interno, donde los bienes son vendidos o intercambiados al interior de las poblaciones o entre las distintas encargaturas. Por lo general la venta de mercancías, en este circuito, corre a cargo de mujeres, niños y jóvenes.

Es  muy  común  que  la  venta  de  productos  entre  los  miembros  de  una misma localidad suela concentrase hacia el atardecer, justo cuando el sol se está poniendo. A esas horas se puede observar la marcha lenta de niños y mujeres con canastas y bolsas de plástico ofreciendo en las casas pescado, pan, fruta, verdura, semillas, huevos de tortuga, carne de venado, de pollo y de res, a más de otros productos. Es la hora en que la gente comienza a recogerse para realizar las actividades vespertinas.

El  otro  medio  por  el  cual  los  campesinos  aseguran  la  venta  de  sus mercancías,  y  que  podría  calificarse,  tentativamente,  como  un  mercado externo, consiste en asegurar la salida de la producción a través de convenios, normalmente  desfavorables  para  el  labriego,  con  intermediarios  mestizos quienes se encargan de trasladarlos a localidades como Lázaro Cárdenas, La Placita, El Ranchito, Coalcomán, Tecomán y Colima; y donde algunas de estas cargas pueden ser reenviadas a ciudades más grandes como Guadalajara y Ciudad de México.

Las nuevas vías de comunicación y la economía nacional han creado una nueva dinámica regional. Esta percepción es más clara cuando contrastamos el momento actual con épocas anteriores. Esta nueva dinámica aceleró los cambios en la organización comunitaria, el sistema de autoconsumo, la recolección, la pesca y las relaciones de trabajo. Así, los productores locales han tenido que implementar una serie de estrategias para comercializar e intercambiar sus bienes, aunque algunas de éstas han resultado desfavorables.

 

 

La música y el diablo

 

La música y, consecuentemente, su práctica siempre ha tenido un efecto sobre los humanos, ahora, estos efectos han sido caracterizados de una determinada manera por los distintos grupos sociales a lo largo de la historia. Autores como Jules Combarieu y Vladimir Jankélévitch (2005) no han dudado en adjudicarles un talante ético y moral, cuya fuerza irrumpe en el espacio social o cómo un impulso capaz de sosegar y armonizar a la sociedad o como una potencia que logra desatar el frenesí, la violencia y la pendencia entre aquellos que la escuchan.

En la teoría musical occidental, especialmente en aquella área que se dedica el estudio de la armonía, el tritono suele clasificarse como un intervalo de cuarta aumentada o de quinta disminuida (Rousseau, 2007, pp. 430-431). Su sonido fue asociado, por muchos músicos y compositores en distintos periodos


 

 

de la historia, con la figura del diablo. Incluso cuentan que personajes de la talla de Andreas Werckmeister y Georg Philipp Telemann afirmaban que a esta “disonancia” intervalica los antiguos la denominaba diabolus  in música  (Nava,

2016, p. 19).

Estas asociaciones fueron incluso transladadas, en ciertas épocas, a la propia figura de los músicos. En la Edad Media, el juglar fue caracterizado como un personaje polifacético siendo, a un mismo tiempo, poeta, actor, cantor, charlatán,  prestidigitador,  saltimbanqui,  acróbata,  contorsionista,  adiestrador de  animales  y  danzarín,  a  más  de  otros  atributos  que  le  eran  asignados  y que  lo  representaban  como  un  personaje  lábil,  con  una  doble  dimensión moral (Perpiña, 2010, pp. 787-789). Esta dimensión se sostenía gracias a una tensión que construyó la iglesia católica entre la música monacal y la música considerada profana, esta última asociada a los placeres y por ende a los dominios del mal.

En  México  se  encuentra  muy  patente  la  relación  entre  el  diablo  y  la música, en el occidente del país persisten relatos, más o menos similares, que narran la forma en que ciertas personas realizaron un pacto con el diablo, o con entidades que traen el perjuicio, para que les otorgaran capacidades extraordinarias en el arte de la música. En la Tierra Caliente de Guerrero y Michoacán está muy difundida la creencia de los empautados, seres que concuerdan con la descripción que se hizo al inicio del párrafo. Incluso, el folclorista y literato Celedonio Serrano Martínez dedicó una novela a este tema (1980).

En   la   costa   de   Michoacán   encontramos   un   fenómeno   social   muy semejante al de la Tierra Caliente. Entre las poblaciones nahuas he podido registrar testimonios de personas, especialmente entre músicos de mariachi, que aseguran haber recurrido a un ‘encantamiento’ para acceder al don de la música. Este es el caso que trataré en este escrito, la figura del encantado en las comunidades nahuas de Aquila, Michoacán.

 

 

El caso de los encantados entre los nahuas de Aquila

 

La imagen e idea que cada sociedad crea de misma y del lugar que ocupa en el mundo guarda, sin duda, una relación estrecha con la experiencia que

éstas han tenido con sus respectivos espacios en los que han establecido sus asentamientos. En nuestro caso, muchas de las prácticas sociales que los nahuas de Michoacán organizan anualmente giran alrededor de las concepciones y relaciones que éstos mismos han mantenido con un lugar concreto: la costa de

Michoacán.

La idea de aquello que debiera ser lo “propiamente” humano (o lo “propiamente” nahua) y sus dominios no está exenta de la experiencia histórica y social que las comunidades indígenas de Aquila han mantenido tanto con los espacios ocupados como con los grupos que cohabitan la comarca, con quienes ha mantenido intercambios continuos.

Una de las concepciones más difundidas entre los pueblos nahuas de Aquila es aquella que sostiene la idea de que el espacio habitado se encuentra ocupado, simultáneamente, no sólo por otros grupos humanos, como es evidente, sino por seres y potencias capaces de incidir en el destino de los hombres. En este sentido, los juicios que giran alrededor de lo que es o debiera ser la persona nahua no sólo se encuentran circunscritos a las relaciones sociales que pudieran darse entre los humanos (relaciones de parentesco, estructura política, agentes del Estado), por el contrario se extienden a otros ámbitos creando vínculos con lugares, animales, seres y potencias que pertenecen a esferas de lo extrahumano, como lo pueden ser los santos, los antiguos, los aires, los muertos, los chanes, Dios y el diablo (Bartolomé, 1997, pp. 145-161; Acosta, 2014, pp. 4-16).

Esta interacción e intercambios constantes, entre quienes cohabitan un mismo espacio, no se encuentran exentos de querellas y conflictos; de aquí que coincidamos con Clifford Geertz (2001, p. 300) cuando afirma que toda sociedad se plantea el problema y la necesidad de construir, clasificar, identificar y caracterizar agentes internos o externos al grupo, sean éstos humanos o no.

Estos aparatos de identificación, además de definir las relaciones y las prácticas con el medio social y físico, proporcionan a cada miembro del grupo una forma de ser y estar dentro del mundo al que pertenece. Los nahuas de Michoacán, como otros muchos pueblos, han desarrollado estrategias culturales para caracterizar e identificar a las personas, fundamentándose en la organización social, el sistema de cargos, los ciclos de vida, el parentesco y las entidades anímicas (Geertz, 2001; Bartolomé, 1997; Acosta, 2014, pp. 5-7)

Esta  caracterización  ha  puesto  atención  a  las  partes  que  constituyen  a la  persona,  observando  sus  segmentos  constituyentes  como  componentes que pueden ensamblarse y desensamblarse. Así, Bartolomé ha señalado tres aspectos de su proceso de formación: su parte física, su dimensión social y su lado espiritual. Este procedimiento suele diseccionar y separar los elementos de la persona para después devolverlo como un conjunto de articulaciones organizadas que dan cuenta del dominio de lo humano en un determinado grupo.

Entre los nahuas de la costa podemos verificar cómo esta articulación de componentes se constata en cuanto que se tiene una concepción del cuerpo relacionada con la jerarquía religiosa, los ciclos de vida y las entidades anímicas como el iyolo, el chicawalisli y el itonal. Pero no es la cesura que separa y divide las tres dimensiones la que nos interesa estudiar por el momento, sino la pregunta que subyace a la conjunción y articulación de los elementos que fundan el dominio de lo humano y de la persona nahua: ¿cómo debemos vivir en función de nuestros constituyentes y de las relaciones que construimos con nuestro medio social y físico?

En  ese  sentido  coincidimos  con  Marcel  Mauss  (1979)  cuando  afirma que la noción de persona implica, a su vez, una cierta dosis de conciencia y comprensión sobre las formas en que las sociedades se forjan una imagen cabal de lo que debe ser lo humano en su conjunto. Tal afirmación permite sugerir que  existe  en  toda  cultura  una  necesidad  por  consumar  una  antropología y que cada grupo ha implementado los medios y las técnicas necesarias para transmitir,  mantener,  difundir  e  inculcar  a  cada  uno  de  sus  miembros  las maneras correctas de lo que es o debiera ser lo humano. Pero a la noción de persona, que implica a su vez la dimensión de lo humano, subyace una idea aún más fundamental que se pregunta ¿qué somos como seres humanos?, ¿cómo debemos vivir como humanos? y, en consecuencia, ¿qué debemos hacer como seres humanos? Esto nos lleva inmediatamente a la proclama de Mauss de que la noción de persona está impregnada de una conciencia del yo.

Así,  las  respuestas  a  las  preguntas  formuladas  en  el  rrafo  anterior, que permiten a los miembros de una sociedad afirmar o negar algo sobre lo humano no sólo ayudan a crear una imagen y una idea sobre este dominio, contribuyen, simultáneamente, para ponerlas en tela de juicio. Las discrepancias que emanan de las respuestas permiten vislumbrar que lo que se encuentra en juego no sólo es la imagen de lo humano, sino la de su comprensión y su discernimiento, la de su continua transformación.

De este modo, nuestra búsqueda no sólo va al encuentro de las categorías de persona y del ser humano que apuntan al buen vivir, al modelo de lo que debe ser un buen humano y una buena vida, sino a aquellas otras que aguardan en los márgenes del pueblo, en los esteros y alkizawes y que ponen en tela de juicio y en peligro los fundamentos sobre los que se construye el contrato social.

En nuestro caso hemos elegido la figura de un especialista para llevar a cabo el proyecto mencionado. Se trata de la figura del músico, pero no de cualquier músico, podríamos decir que se trata de un músico sui generis que forma parte a su vez de un conjunto de personas a los que se les nombra como encantados o catohtin chinames. En el caso de los músicos, estos son percibidos como seres lábiles, capaces de confortar con sus artes el corazón de los hombres o de provocar su hilaridad, de apaciguar la congoja o de propiciar el llanto. Bajo ciertas circunstancias logran manipular fuerzas a través de sus instrumentos musicales para desatar la violencia, el escarnio y el alegato entre los escuchas, auspiciando la pendencia y la saña. En estos rminos la música puede llegar a funcionar como un buen conductor de la violencia. No es raro que los encantados sean perseguidos, señalados y en ocasiones asesinados.

Los discursos que he recogido a lo largo de diferentes estancias en campo han servido para construir una imagen de este “personaje” como un ser vinculado al exceso, a la muerte, al alcohol, al juego, a la violencia, al sexo, al dinero y al prestigio.

Los encantados adquieren sus habilidades mediante un contrato que realizan con el diablo o con los chanes. Este intercambio implica que aquel que solicita los favores dé a cambio, a quien otorga el don, su alma como un adeudo por las habilidades convenidas en el pacto. Pero además existe la condición de que, si el encantado muere antes de que termine el tiempo estipulado en el convenio, su alma quedará sempiternamente en manos de las entidades con las que ha hecho el pacto.

De los músicos encantados se dicen muchas cosas, por ejemplo, cuentan que estos pueden estar tocando al mismo tiempo en tres lugares diferentes, mostrando con ello el don de la ubicuidad. Pueden, también, hacer que su instrumento toque por sólo, e incluso hay quien afirma que a los encantados puede disparárseles con arma de fuego y no hacerles daño alguno.

Por otro lado, este tipo de personas se valen de técnicas específicas de su campo, una de ellas es llamada “las tres pisadas del coyote”, artimaña que consiste en invocar poderes no humanos, relacionados con el diablo o con el cánido mencionado, para poner en aprietos a sus contrincantes, conseguir mujeres, dinero, prestigio o simplemente causar daño. Tal artificio refiere a un tipo de afinación en las cuerdas de los instrumentos que, según los maestros de este arte, requiere de un rezo encomendado o dirigido a los poderes coyote. Esto propiciará que los músicos contrincantes no puedan afinar, que las cuerdas se les rompan, que la gente se emborrache y que surja la riña entre ellos.

 

Una vez, en la fiesta […] les dimos a unos musiquillos el tono para que se acomodaran con nosotros, pues nos despreciaron y no quisieron afinar como nosotros, nosotros llegamos primero, es la cortesía, si alguien ya está y te da tono pues hay que afinarse a como te dicen […] Todo el rato cada quien por su lado y nos tiraban recio, le dije a mi compañero voy a subirle la cuerda al violín afínate que ahorita a esos nos los vamos a chingar y dicho y hecho. Y dicho y hecho, al ratito ya no se podían afinar y súbele la cuerda y bájala, no se hallaban hermanito, y que se les truenan las cuerdas y al rato quedaron mal con el patrón que se

enojan y ya al rato andaban borrachos. Los hicimos quedar mal […].

 

 

Tales virtudes son otorgadas, como ya mencionamos, por el diablo o los chanes, quien les asigna un compañero que los cuida día y noche. A diferencia de otras entidades compañeras no se nace con ésta, se le busca a sabiendas de que a su encuentro se puedan desencadenar fuerzas que terminen con la vida de quien las invoca.

La figura del músico aparece como un escándalo al interior de las familias nahuas; pero aunado a la categoría de encantado ésta trae consigo un vértigo: pone al descubierto la imagen de lo que no debe ser un hombre, pero sobre todo expone un malestar: ¿por qué debo ser como todos los demás?, ¿por qué debo vivir como todos los demás?, ¿por qué debo comportarme como todos los demás? Para dar una idea del proceso encantamiento expondremos a continuación el relato de uno de los colaboradores:

 

[…] Ese Zenón Gómez estaba acompañado, él no tocaba la arpa, eran sus compañeros los que la tocaban. Lo veían tocar el arpa en Tizupa, en San Pedro y en Ostula al mismo tiempo, no le entraban las balas. Cuando quería bailar un son nomas le echaba su gabán al arpa y se subía a la tarima y el arpa seguía tocando. Estaba encantado. Yo fui para Ostula y allá me dijo: ¡eh tú! Chano ven, jálate una silla. Yo iba cansado y con sed, y ya aproveché para descansar. Su señora me sirvió un vaso de agua y platicamos un rato y le dije: ya pues Zenón ya me voy que tengo que hacer mi mandado. Yo iba nada más a recoger un tercio de jamaica […] Me dijo no pues espérate tantito. que sabes tocar afíname la arpa. Yo pensé que andaba mal de sus dedos. Y se rió fuerte. Ja, ja, ja. No pues Chano te digo que me la afines; y otra vez ja, ja, ja. Su esposa ya que sale y me dijo que él no podía tocar, que estaba encantado. Él no toca, son sus compañeros los que le hacen el trabajo. Me dijo, mira Chano hazme el favor yo ya no puedo y tengo un compromiso. Al rato tengo que tocar en un velorio y no puedo afinar. Y pues no podía, ya al final me dejo a mi con su compromiso y tuve que tocar, él se puso bien borracho. Cuando ya murió Zenón, los duendes se lo llevaron […] Yo me hice amigo de los duendes por don Pío Quinto… el era doctor de aquí de la


 

 

comunidad, vivió 110 años; me dijo: oye Chano quieres saber cómo puedes ser el mejor arpero. Le dije que eso quería pero que no tenía maestro. Te voy a decir un secreto, pero no tienes miedo, al hijo pues porque, le dije, no don Quinto pues porque… Que me dice a la próxima te aprevienes, voy a venir por ti, prepárate, vamos a ir a al alkizawe que está en el cerro pelón, allá vamos a estar cinco días, acuérdate que tienes que ayunar tres días [alimentos y relaciones sexuales]. Llegó por a la casa, ya lo estaba esperando, yo no le dije nada a nadie, ni a mis papás ni a mi mujer a nadie le dije. Fuimos y llegamos, era una laguna con árboles y muchas plantas. Mira, toma el alcohol, vas a soñar, todo va a ocurrir en tu sueño no te asustes, ¡No pos porque! aquí ya estamos. Me dijo mira, en tu sueño se te va a acercar un señor chaparrito que te va a preguntar lo que quieres, después que le digas lo que quieres te va a caer una flor de una higuera en el pecho, agárrala bien, no la sueltes, va a venir una víbora negra que te la va a querer quitar. Era una víbora negra así de gruesa y pues no le di la flor, me lamió la boca y se fue. Después vino otra vez el chaparrito y me llevó a un lugar donde había de todo, amigo, comida, mujeres, música lo que quieras había; las mesas eran de oro, todo  de oro y me invitaron a comer; ya acabé y me dijeron: hora sí, qué quieres ser, había para ser médico, pescador, ganadero, músico, de todo, y pues escogí ser músico. Me trajeron un arpa de oro para que me enseñara, y la toque y me dijo el “director”: mira, guarda bien esa flor cerca de tu pecho. Cuando nos necesites llámanos. Hora sí, dinos como quieres el trato. Hay por 5, 10, 15 y 20 años, o por toda la vida, cómo la quieres. Pues de 20 años. Me dice, si te mueres durante ese tiempo tu alma se nos queda… Cuando regresé pensé que había pasado mucho tiempo, pero no, apenas si se enteraron de que me había tardado tantito más de lo que dije…. Así nadie nunca me ganó en el mariachi; trabajo, mujeres todo tenía…. Y veme aquí sigo, esto fue del cuarenta y nueve. A veces me dan ganas de regresar al cerro, pero ya no hay nadie que me acompañe, sino, levantaríamos otra vez el mariachi […].

 

 

Así, el don y la fuerza de estos músicos que lo son por encanto, sólo se adquieren fuera de este mundo y fuera de este tiempo, a costa de su propia muerte y a costa del escándalo que esto puede desencadenar. Su retorno al mundo humano provoca rtigo y desazón pues han rebasado las fronteras y han regresado impregnados de un poder ajeno que no les corresponde por “naturaleza”. Su aventura es doblemente sancionable: traspasaron las fronteras de lo humano y desafiaron las normas sociales arriesgando a la comunidad a causa de una aventura personal, cuyo beneficio sólo les incumbe a los transgresores. Rebasar las fronteras y retornar pone en peligro al sujeto, pero también al grupo al que pertenece.

En este sentido la música está un poco más allá de lo humano. En ella habita un peligro, pero también una gracia. Escapa a lo propiamente nahua porque ella misma es límite y tránsito de las alteridades. En ella resuenan los ecos de otros mundos, de otros tiempos, de otras posibilidades que ponen al descubierto y al alcance de los hombres otras formas de ser que no son las que les corresponden en el común de los casos. Por esto mismo, los músicos de mariachi que lo son por encanto se constituyen en figuras marginales, de frontera, potencialmente peligrosos pues consiguen poner a circular, siempre que las condiciones estén dadas, fuerzas a beneficio o perjuicio de las personas y de los colectivos a los cuales pertenecen.

La figura del músico acarrea un escándalo en las familias nahuas, pues ésta supone una vida pendenciera que puede llevarlo a la muerte. Pero el músico encantado trae consigo un vértigo mayor: pone al descubierto la imagen de lo que no debe ser un hombre ni por sus actos ni por sus vínculos con entidades consideradas funestas.

Lo cierto es que, en su calidad de personajes marginales —impuros o peligrosos—, los músicos encantados atestiguan algo de lo que los demás no pueden decir nada, pues se sitúan justo en las fronteras de lo humano y de lo extrahumano; esta posición provoca una indiferenciación ya que los ejecutantes son simultáneamente parte de lo humano y de ese más allá.

Como en muchos otros pueblos, las naciones de alteridad y de peligro se encuentran ligadas a las fronteras, a las zonas medias e intersticios. Los encantados exponen en su práctica esas fronteras y esos peligros que implican el roce y el intercambio con la alteridad. Si el músico encantado es un símbolo del peligro que incumbe a los márgenes y a los hitos también es cierto que aquellos son necesarios pues cuestionan y pone en tela de juicio la idea de lo que debe ser lo humano, alentando adecuaciones y transformaciones constantes a las concepciones locales de persona.

 

 

Referencias

 

Acosta Márquez, Eliana

(2014) Reflexiones en torno a una teoría del cuerpo y la persona entre los nahuas. Colección Conferencias Magistrales Beatriz Barba de Piña Chán Dirección de Etnología y Antropología Social, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. México: INAH.

Bartolomé, Miguel Alberto

(2006) La construcción de la persona en las etnias mesoamericanas. Gente de costumbre y gente de razón. México: Siglo XXI.

Combarieu, Jules

(1909) La musique  et la magie: étude sur les origines populaires de l'art musical, son influence

et sa fonction dans les sociétés, Paris: Alphonse Picard et Fils Éditeurm. Geertz, Clifford

(2001) La interpretación  de las culturas. Barcelona: Editorial Gedisa.

Jankélévitch, Vladimir

(2005) La música y lo inefable. Barcelona: Alpha Decay, p. 78. Mauss, Marcel

(1979) Sociología y antropología. Madrid: Editorial Tecnos.

Perpiña García, Candela

(2012) Diabolus in música. La visualización peyorativa de los profesionales de la música en la Edad Media”. María Dolores Barral Rivadulla, Enrique Fernández Castiñeiras, Begoña Fernández Rodríguez, Juan Manuel Monterroso Montero,  Mirando   a   Clío.   El  arte   español  espejo  de  su   historia.   Compostela: Universidad de Compostela, pp. 786-800.

Nava, Alfonso

(2016) “El Cuarteto Glockner: El scherzo del diablo”, Revista  Casa  del Tiempo, vol. III, época V, número 29, junio, pp. 19-22.

Rousseau, Jean-Jacques

(2007) “Tritono”. Diccionario de Música. Madrid: Akal, pp. 430-431. Serrano Martínez, Celedonio

(1980) El empautado. México: Gobierno del Estado de México.



[1] La Encargatura del Orden es una entidad político-administrativa que depende de la Presidencia municipal. Según el Periódico Oficial del Gobierno Constitucional del Estado de Michoacán de Ocampo, hasta 2016, existían 88 encargaturas en Aquila. Este conteo no incluye las rancherías.

 

[2] 2NEGI. Censo de Población y Vivienda 2010: Tabuladores del cuestionario básico. Fecha de elaboración: 17 de febrero de 2011.

 

[3] INEGI. Censo de Población y Vivienda 2010: Tabulados del cuestionario ampliado. Fecha de elaboración: 21 de septiembre de 2011.