EL ESTUDIO DEL PARENTESCO EN LA ESCUELA DE MANCHESTER           11

 
EL ESTUDIO DEL PARENTESCO EN LA ESCUELA DE MANCHESTER*

 

Leif Korsbaek

Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) correo  electrónico:  leifkorsbaek1941@gmail.com

 

RECIBIDO: 28 DE FEBRERO DE 2019; ACEPTADO: 20 DE MAYO DE 2019

 

Resumen: Este artículo está integrado por dos partes. En la Introducción se indica que esta pre- sentación es realmente una nota a un artículo de J. A. Barnes, en la que se mencionan tres estilos de analizar los sistemas de parentesco que son: el estilo norteamericano que se apoya en las estadísticas, el estilo francés, que es estructuralismo al pie de la letra y el estilo británico, con su inevitable sabor empirista. El artículo promete ser una introducción al cuarto estilo: de la Escuela de Manchester (que se le escapó a J. A. Barnes, que es un notable integrante de la Escuela de Manchester). La primera parte de este artículo, es un compendio del tratamiento de los proble- mas del parentesco en la antropología, con énfasis en la tradición británica a la cual pertenece la Escuela de Manchester; la segunda parte es una discusión del tratamiento de los problemas del parentesco de esta misma Escuela , postulando que tres son las innovaciones que encontramos en este campo: el concepto de redes sociales, el concepto de drama social y un énfasis en la posi- bilidad de utilizar la estructura social políticamente, no es eterna, como sostiene los estructura- listas, o inamovible, como insisten los ingleses.

Palabras clave: sistemas de parentesco, tradición británica, análisis de redes socia- les, drama social, antropología política.

 

 

THE STUDY OF KINSHIP AT THE MANCHESTER SCHOOL

Abstract: This article contains two parts. In the Introduction it is mentioned that the article is really a short comment to an article J. A. Barnes published about three styles in the study of kinship: the American style, with its confidence in numbers and statistics, the French, that is full- time structuralism, and the British, with its inevitable flavor of empiricism. The first of the two

 

 

* El presente texto fue presentado por primera vez en la materia optativa sobre La antropología de Max Gluckman” que impartí en la licenciatura de Antropología Social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), México, en el primer semestre del 2002. Años después, en 2016, fue desarrollado en un curso similar en la licenciatura de Etnología, también en la ENAH.


 

parts is a brird’s view of anthropological analysis of kinship systems, with an emphasis on the British tradition, to which the Manchester School belongs. In the second part I insist in three Manchesterian innovations in the analysis of kinship systems: the network analysis, the social drama and finally the idea that the social structure can be manipulated for political purposes, as opposed to the French ida of the eternal character of the social structure and the British, who see the social structure as given.

Key words: kinship analysis, British tradition, network analysis, social drama, politi- cal anthropology.

 

 

INTRODUCCIÓN

Es sabido que el estudio de los sistemas de parentesco es una antigua obsesión de los antropólogos y, ya que la Escuela de Manchester es parte de la antropología social británica (Korsbaek, 2016a: 80), no puede sorprender que el estudio del parentesco también ocupe en ella un lugar importante. El presente texto se puede considerar como una nota a un comentario: en un libro dedicado a tres estilos en el estudio del paren- tesco” escribió el autor J. A. Barnes en su prólogo que cuando planeó este estudio hace varios años, era su intención cubrir un campo mucho más amplio. Mi triángulo polar debería haber sido un tetrahedon, con los empiristas de Manchester, bajo el liderazgo de Max Gluckman constituyendo el cuarto polo (Barnes, 1973: XXIII). El presente texto es un comentario algo extenso al problema que plantea John A. Barnes: lo que podemos llamar el cuarto estilo del parentesco en la tradición antropológica, la Escuela de Man- chester”.

De esta manera, el texto seguirá en alguna medida la gica del texto de John A. Barnes: una mirada al parentesco con ojos manchesterianos. Pero antes de abarcar esta tarea, convendría despejar el campo y aclarar dos preguntas.

La primera es ¿qué es el parentesco?, cuestión que en momentos ha sido una papa caliente en la antropología. Sen un artículo inocente en un diccionario igualmente inocente de antropología se postula que el parentesco es la organización social de la actividad reproductiva (Schneider, 2000: 391), una definición que no me parece muy satisfactoria. Hace muchos años, Bronislaw Malonowski señaló, tal vez de mal humor, que el antropólogo normal es algo mistificado y tal vez un poco hostil, y tiene sus dudas acerca de si vale la pena dominar el álgebra bastarda del parentesco; él siente, a fin de cuentas, que el parentesco es una cuestión de carne y sangre, el resultado de pasión sexual y afección maternal, de un montón de intereses íntimos personales. De ahí que se derive una segunda pregunta: ¿Realmente será posible reducir todo eso a fórmulas, mbolos, tal vez ecuaciones? (1930: 19). Esta pregunta que tal vez abarca la antropología entera y no solamente el estudio de sistemas de parentesco.


 

La carrera histórica del estudio del parentesco como parte de la antropología ha sido enredada y “la relación romántica, y sin embargo altamente ambivalente, al es- tudio del parentesco ha existido desde a mediados de los años 1800, cuando L. H. Morgan y sus interlocutores inventaron el estudio del parentesco” (Peletz, 1995: 344). Sin embargo, recientemente la relación amorosa entre la antropología y el parentesco se ha enfriado considerablemente y la señalada ambivalencia se ha vuelto más pro- nunciada, y más ampliamente, el cambio refleja el estilo del estructural-funciona- lismo como el paradigma que guía (Peletz, 1995: 345).

Para fines de la presente discusión del parentesco en la Escuela de Manchester, definiría el parentesco como un sistema de relaciones sociales que se presentan como naturales, o bien, biológicas, con fines políticos y legales”. Diría que el parentesco fue tratado así en el Instituto Rhodes-Livingstone (Korsbaek, 2016a) hasta su fin.

La segunda interrogante se refiere a que, en varias ocasiones he dicho que el Atlán- tico es una tragedia en la antropología, pues separa a la antropología social británica

que debe su existencia parcialmente a la obra de un inmigrante polaco, Bronislaw Malinowski— de la antropología cultural norteamericana —cuyo origen es casi por completo de la filosofía alemana—, que está dedicada a la antropología simbólica, con propensión a lo inconsciente y lo irracional. Contrasta con aquella una antropología social que se dedica prevalentemente a lo consciente con una preferencia por lo polí- tico; lo que necesitamos es, como lo ha señalado Abner Cohen, una antropología socio- cultural transatlántica, por así decirlo (Abner Cohen, 1979). En este contexto es im- portante recordar que la antropología de la Escuela de Manchester no es ni antropo- logía social, como la británica, ni antropología cultural, como la norteamericana, sino socio-cultural.

Es sabido que los profetas raras veces son escuchados en su propia tierra y en ningún contexto se confirma eso con mayor fuerza que en el estudio del parentesco antropológico.1

Llama la atención una curiosa paradoja que realmente nos proporciona la necesa- ria provocación y algunas pistas para ampliar nuestra búsqueda: mientras que un ar- tículo  de  Alfred  Kroeber  manifiesta  en  la  forma  más  militante  la  posición norteamericana en el estudio del parentesco que más tarde se cristalizará en la antro- pología cultural, cognoscitiva y de cultura y personalidad, es publicado en 1909 en la revista antropológica británica: el Journal of the Royal Anthropological Institute (Kroe- ber, 1909). En esas fechas, un artículo de Rivers con una formulación más clara anti- culturalista y sociológica del estudio del parentesco en clave británica, es publicado en la poderosa e influyente revista de sociología en los Estados Unidos, Sociological Re- view (Rivers, 1910). A que mientras la posición del Oano Atlántico como separador

 

1 Siguiendo la lógica de Abner Cohen podemos tildar la tendencia de Kroeber antropología sim- bólica y la tendencia de Rivers antropología política.


 

de la antropología cultural norteamericana de la antropología social británica es muy clara, el desarrollo histórico de esta separación es confuso.

 

EL ESTUDIO ANTROPOLÓGICO DEL PARENTESCO

Leemos en una de las declaraciones más autorizadas y más explícitas que “para la comprensión de cualquier aspecto de la vida social de un pueblo africano —eco- nómico, político o religioso— es esencial tener un sólido conocimiento de su sis- tema de parentesco y matrimonio; eso es tan obvio para cualquier antropólogo de campo que apenas hay necesidad de mencionarlo” (Radcliffe-Brown, 1950: 1). Es- tas son las primeras palabras en una importantísima antología de textos del estu- dio del parentesco, de la boca del decano de la antropología social británica, A. R. Radcliffe-Brown.

Los evolucionistas no fueron antropólogos de campo y, sin embargo, enten- dieron cabalmente la importancia de tener un sólido conocimiento del sistema de parentesco y matrimonio de una sociedad. Fue supuestamente Lewis Henry Mor- gan quien estableció el estudio antropológico del parentesco: “La trascendental distinción de Morgan estriba en literalmente haber creado el estudio del paren- tesco como una rama de la sociología comparativa” (Lowie, 1937: 62). Más preci- samente, en su obra de 1871 clasificó todos los sistemas de parentesco conocidos hasta entonces, en dos clases: “…el descriptivo y el clasificatorio, que en sus con- cepciones fundamentales son contrarios” (Morgan, 1871: V). Morgan fue acompa- ñado de otros tempranos antropólogos de un sabor evolucionista. McLennan, un abogado escocés con intereses interculturales y comparativos, introdujo los con- ceptos “endogamia” y “exogamía”, haciendo referencia a los grupos que constitu- yen la sociedad (McLennan, 1970). Henry S. Maine, otro abogado británico, estableció un modelo dicotómico basado en dos pares de criterios: en el mundo tradicional rige el parentesco y los roles adscritos, en el mundo moderno la terri- torialidad y los roles adquiridos (Maine, 2000). El abogado suizo Bachofen forjó la teoría del origen del actual sistema de parentesco en una situación anterior caracterizada por el matriarcado (Bachofen, 1987) a diferencia de la teoría de Maine, que basaba el matrimonio actual en la transición de una anterior forma de matrimonio, por rapto (Maine, 2000). Con esos antecedentes ya podemos vislum- brar una disciplina en proceso de formación con la creación de un método y un vocabulario s o menos especializado. Todos esos precursores, casi sin excepción abogados, compartían una serie de características, de las cuales vale la pena men- cionar dos: todos eran etnocéntricos a ultranza y todos eran antropólogos de ga- binete. El que menos se alejaba del etnocentrismo era probablemente Lewis Henry Morgan y es quien posiblemente más contribuyó a un acercamiento a la


 

antropología tal como la conocemos hoy. Una disciplina teórica que obtiene sus datos por medio de trabajo de campo, fue formulada casi seguramente por Ed- ward Burnett Tylor, otro abogado que planteó el método comparativo que sería el trampolín hacia el inicio del trabajo de campo, y a partir de 1874 publicó una obra llamada Notes and Queries, la guía de trabajo de campo de los antropólogos británicos (Royal Anthropological Institute).2

Todos ellos eran europeos, pero también al otro lado del Atntico surgió un movimiento antievolucionista, sobre todo en la antropología cultural de Franz Boas. Este antropólogo se destaca por su insistencia en la importancia del trabajo de campo, incluso intentó distanciarse de todo marco teórico, con el propósito de que los datos empíricos hablaran por mismos, a tal grado que fue acusado de ser anti-teórico.

Los sistemas de parentesco no fueron la pasión de Franz Boas y no abundan en su enorme producción, pero tampoco están ausentes. En una obra tan redonda como su Kwakiutl Ethnography (con énfasis en la palabra etnograa, no antropo- logía) encontramos un tratamiento del parentesco que no se puede llamar otra cosa que “exhaustivo”.

En el estructuralismo planteó Lévi-Strauss la existencia de “estructuras ele- mentales”, cuya búsqueda se lleva a cabo mediante elementos metodológicos to- mados de la fonología y la teoría de la información y que pertenecen a lo inconsciente. A diferencia del estructuralismo empirista fundado por Radcliffe- Brown (Lévi-Strauss, 1969), el estructuralismo fue desarrollado en el universo británico por Edmund Leach (Leach, 1961, 1971).3

 

 

2 Evidentemente, no es justo referir a Notes and Queries como Royal Anthropological Institute”, pues las primeras tres ediciones de Notes and Queries, de 1874, 1892 y 1899, editadas por Tylor, y la cuarta edición de 1912, bajo la batuta de Rivers (que Malinowski llevó consigo al campo en 1914). fueron publicadas por un consejo editorial de la Sección H de la Asociación Británica para el Avance de las Ciencias (el conacyt británico de aquellos años). La Notes and Queries saldría en una nueva edición en 1936, bajo la edición de A. C. Haddon, también de la Sección H, y en 1951, bajo la edición de Radcliffe-Brown, con un prefacio de Bernda Z. Seligman. Sin embargo, esta última edición fue publicada bajo el sello del Royal Anthropological Institute. Se tomaron los primeros pasos para pu- blicar una nueva edición en 1956, pero sal solamente una parte de la antropología física, testimonio de la fragmentación y marginación de la antropología social británica. En español existe una traducción de la sexta edición de 1951, Manual de campo del antropólogo, preparada por Carmen Viquerira, Angel Palerm y Luis Olivos (Unión Panamericana, 1970).

3 El Canal de la Mancha, que separa Inglaterra del continente europeo y, en particular, de Francia, tiene el mismo efecto que el Atlántico, a menor escala: limita la comunicación entre las ideas británicas en la antropología de las ideas francesas, de manera que se han desarrollado dos diferentes teorías de parentesco. Una muy relevante introducción a esta separación es un libro de Louis Dumont, uno de los pocos franceses que en su momento tenía conocimiento de las ideas británicas: Introducción a dos teorías de la antropología social (Dumont, 1975). Tengo que admitir que en mis clases postulo que vi-Strauss no era antropólogo, sino un (brillante) filósofo con viáticos.


 

Siguiendo la lógica de J. A. Barnes, es mi intención en este texto estudiar el acercamiento al estudio del parentesco en la Escuela de Manchester, para descu- brir en q aspectos se desligan de las demás tradiciones y, tal vez, discutir cuáles son las perspectivas del estudio del parentesco en la Escuela de Manchester. Pero con más precisión, es mi propósito partir de los primeros estudios del parentesco en la Escuela de Manchester, cuyo fundador fue el antropólogo Max Gluckman. (Korsbaek, 2016C: 75), para después seguir con los estudios de sus alumnos y se- guidores, y descubrir cuáles han sido los cambios, tal vez el desarrollo, del estilo de los estudios del parentesco en la Escuela de Manchester.

John Arundel Barnes, notable integrante de la Escuela de Manchester, distin- gue en su libro Three Styles in the Study of Kinship (1971) algunos de los estilos de estudios del parentesco. Esos tres estilos son tratados bajo los títulos de “La seguridad en los números”, modelos reales” y principios irreductibles”.

Quisiera usar esta tipología como punto de partida, sin la pretensión de que sea exhaustiva, sino porque proviene de la pluma de un notable integrante de la Escuela de Manchester y ha sido producida exactamente en un intento por siste- matizar el estudio de los sistemas de parentesco.

 

EL ESTUDIO DEL PARENTESCO EN LA ESCUELA DE MANCHESTER

Los estudios del parentesco en la Escuela de Manchester empiezan forzosamente con la obra de Max Gluckman, el fundador de dicha Escuela, en cuya contribu- ción a los Sistemas políticos africanos encontramos un análisis del parentesco zulú. Sin embargo, para encontrar un texto expcitamente dedicado al parentesco te- nemos que avanzar diez años, pues lo tenemos que buscar en su contribución a otra antología africana, Sistemas africanos de parentesco y matrimonio de 1950, un texto que ya marca el inicio del bajón de la antropología social británica, pues en su reseña del libro escribió George Peter Murdock que la antropología social británica no es antropología sino sociología, y además sociología defectuosa y an- ticuada” (Murdock, 1951: 471), iniciando así un pleito transatlántico en las páginas de American Anthropologist.

La señalada antología, Sistemas africanos de parentesco y matrimonio, es al mismo tiempo un canto de cisne de la antropología social británica hacia afuera, y una obra de cierta autoridad hacia adentro. Al igual que Meyer Fortes ya había definido con autoridad qué es el estructural-funcionalismo, Radcliffe-Brown de- fine en su introducción de unas 85 páginas con contundencia q es el estudio del parentesco, estilo británico. La obra se dedica a suavizar el enfoque africanista, introduciendo conceptos como “filiación doble” (doublé descent), por Darryll Forde (1950: 285-332) y “filiación dual (dual descent) de S. F. Nadel (1950: 333-


 

359). Posiblemente bajo el impacto de los nuevos estudios de “sistemas bilaterales de filiación”, que Murdock inició en 1940 con un modesto artículo acerca de “fi- liación doble” (double descent), en el cual buscó “llamar la atención a un tercer tipo primario de filiación, filiación doble, que ha sido reportado recientemente por etnógrafos en áreas ampliamente distantes, pero que hasta el momento ha escapado de nuestra consideración trica (1940: 555), después de considerar “dos tipos primarios de filiación que son comúnmente distinguidos, o sea filiación bi- lateral y filiación unilineal (1940: 555).

La contribución de Max Gluckman parece inmediatamente como un trabajo inocente, al mejor estilo de los estudios del parentesco británicos, de la marca estructural-funcionalista, no obstante que aparece en una obra que se coloca en la agonía de esta tendencia. Así que llama inmediatamente la atención el carácter comparativo del artículo: “en este ensayo comparo los sistemas de matrimonio y parentesco de los lozi, la tribu dominante del país barotse, con aquellos de los zulú” (Gluckman, 1950: 166). Esta comparación la hace “porque destaca con clari- dad los atributos del sistema lozi, atributos que son característicos de un gran número de sistemas de África central, que en mi opinión todavía no han sido definidos”.

Vemos también un acercamiento a lo que podemos llamar un enfoque ecoló- gico: “las aldeas de África central son también grupos corporativos de parentela, pero son formados de acuerdo a principios diferentes. Las aldeas son frecuente- mente mudadas en búsqueda de bosque virgen a cultivar, y la membrecía cambia en cada mudanza. Los aldeanos cambian constantemente su residencia (1950: 166- 167), un rasgo que encontrará su pleno desarrollo en la antropología de Victor Turner, como veremos más adelante.

Lo anterior es como el inicio de los estudios del parentesco de la Escuela de Manchester. En los siguientes apartados se estudian tres desarrollos específicos que parten del inicio hecho por Max Gluckman, sin apartarse de él: el estudio de las redes sociales, el estudio del drama social con su énfasis en la comunidad, y el estudio de la flexibilidad del sistema de cargos y la posibilidad de hacer uso per- sonal de este sistema y modificarlo. Como se verá a través de los tres apartados, esos tres enfoques no son mutuamente excluyentes, pues de ltiples maneras se combinan y se complementan. En efecto, es mi opinión que en esos enfoques ve- mos la especificidad manchesteriana del estudio del parentesco.

 

LAS REDES SOCIALES Y LA ESTRUCTURA

Una contribución específicamente manchesteriana al estudio del parentesco es el análisis de redes (network analysis), iniciado por Clyde Mitchell en varias obras,


 

pero principalmente en su tesis doctoral The Yao Village, y también en The Kalela Dance. “La idea de redes sociales se está volviendo cada día más popular tanto entre antropólogos como entre sociólogos como una manera de comprender el comportamiento, en particular en sociedades más grandes y complejas (menos estructuradas). Durante los últimos cinco años han aparecido varias sinopsis y re- súmenes generales que intentan explicar las redes sociales. Mi propia contribución y las de Aronson y Boissevain son introducciones a antologías especiales de ensayos que utilizan el enfoque de redes sociales”, escribe Clyde Mitchell acerca de su contribución (1956: 26).

En el prefacio al libro de Clyde Mitchell leemos que este libro es el fruto de trabajo de campo de septiembre 1946 a septiembre 1947, y de septiembre 1948 a junio 1949, como investigador del Instituto Rhodes-Livingstone entre los yao del sur de Nyasaland (ahora Malawi) (Mitchell, 1966: VII), y “al principio de 1946, cuando inicié mi carrera en el Instituto Rhodes-Livingstone, fui con el Dr. Max Gluckman, entonces director del Instituto, el Sr. J. A. Barnes, que también estaba iniciando su carrera en el equipo del mismo Instituto, el Sr. Max Marwick, un becario del ministerio de las co- lonias, en unas prácticas de campo entre los lampa de Rhodesia del Norte”, “La Dra. Elizabeth Colson, quien se nos unió en Cape Town, Barnes y yo mismo, constituimos, bajo la dirección de Max Gluckman, el primer equipo de investigación del Instituto Rhodes-Livingtone” (Mitchell, 1966: VIII).

La introducción del concepto de redes sociales en el análisis del comporta- miento, alrededor de 1965, tiene que ver con el acercamiento a las sociedades complejas por parte de los antropólogos. Tal vez también tuvo que ver con el hecho importante de que la Escuela de Manchester no fue una escuela de antro- pología, sino de antropología y sociología, que había definido su objeto de estudio exactamente como la interacción entre las pequeñas comunidades idílicas, de donde vinieron los negros, y las grandes sociedades industrializadas, donde tuvie- ron que ganarse la vida como trabajadores asalariados. La introducción del con- cepto de redes sociales, llevada a cabo por el Clyde Mitchell y el investigador holandés Jeremy Boissevain además atestiguan la estrecha relación entre la Es- cuela de Manchester y los científicos sociales en Holanda.

Jeremy Boissevain, probablemente el número dos del análisis de redes sociales, también echa un vistazo al desarrollo del análisis de redes sociales: ya que el renacimiento del análisis de redes sociales durante la última parte de los años 1960 (Barnes, 1968, 1969; Boissevain, 1968; Mitchell, 1969), ha habido un incremento de interés en este campo” (Boissevain, 1979: 392), para después explayar dos proble- mas: 1) lo que puede hacer el análisis de redes sociales, y 2) lo que no puede hacer. Jeremy Boissevain nos ofrece una lista de 10 puntos acerca de lo que puede hacer el análisis de redes sociales (Boissevain, 1979: 393):


 

 

1)       enfoca sistemáticamente la atención en la articulación entre las unidades del análisis,

2)       pone énfasis en su interdependencia,

3)       proporciona un marco dentro del cual es muy difícil separar micro de macro y parte del todo,

4)       se enfoca no solamente hacia las articulaciones, sino también hacia el contenido,

5)       sensibiliza al investigador a las inherentes tensiones entre personas que tienen diferente acceso a los recursos que afectan oportunidades de poder,

6)       sensibiliza al investigador a las dinámicas inherentes en tales relaciones,

7)       se aleja de enfoques parciales e institucionales,

8)       le permite al investigador tratar formas de organización social que emergen como resultados de interacción,

9)       proporciona una manera de relacionar el análisis sociológico formal y abstracto a la experiencia cotidiana, pues relaciona los individuos a las instituciones,

10)    nos permite analizar la difícil categoría analítica de amigos de amigos.

 

Son interesantes sus comentarios acerca de lo que no puede hacer el análisis de redes sociales:

 

utilizado solo no puede tratar los procesos sociales que producen la inmigración y la industrialización. En otras palabras, no puede tratar las fuerzas sociales que subyacen a los procesos de larga duración. Tampoco puede tratar adecuadamente el impacto de una reforma educacional, distribución de tierras y más derechos a las mujeres, etc., o con la cultura, cognición o las fuerzas sociales que derivan de las actividades econó- micas. Esas dimensiones son esenciales para una comprensión completa del compor- tamiento social y el desarrollo. El análisis de redes sociales solo no los pude proporcionar. Utilizado junto con otros métodos de investigación y formas de con- ceptualización, sin embargo, puede proporcionar importantes dimensiones adicionales (Boissevain, 1979: 393).

 

 

EL DRAMA SOCIAL Y LA ALDEA

Haciendo a un lado la cronología, es una fuerte tentación ver el tercer modelo metodológico de la Escuela de Manchester, el drama social de Victor Turner, como un intento por combinar esas dos hebras, la de la política y la historia y la del derecho, con otra hebra más, moviéndose hacia lo simbólico e intentar cons- truir un edificio sinfónico que contiene una dimensión histórica, una política y otra simbólica, más una buena dosis de teatro, todos en la misma licuadora.


 

A Victor Turner le interesaba el ritual, lo que no nos puede sorprender, pues recuerdo que Vic estaba leyendo The Andaman Islanders y de repente decidió: yo quiero ser antropólogo”, escribe su viuda, pero “Max llevó a Turner a un lado y le contó que su tesis debería tratar la organización social de los ndembu (que apareció en el Schism and Continuity de 1957), hasta que hayas dominado eso, no estás en una posición para analizar el ritual (Edith Turner, 1985: 2, 4), y salió una tesis de dedicada al parentesco. En ella señala (Turner 1957: 129):

 

la gente vive junta porque están emparentados matrilinealmente, pero precisamente porque están emparentados matrilinealmente entran en conflicto sobre el cargo y sobre la herencia de la propiedad. Puesto que el dogma del parentesco sostiene que  los parientes matrilineales participan mutuamente en la existencia unos de otros, y puesto que las normas de parentesco establecen que los parientes en todo momento deben ayudarse entre sí, rara vez se produce entre ellos la violencia física abierta. Sus luchas se expresan en el idioma de la hechicería/brujería y las creencias animistas. El conflicto es endémico en la estructura social, pero existe un conjunto de mecanismos mediante el cual el propio conflicto se pone al servicio de afirmar la unidad del grupo.

 

Victor Turner desarrolló su concepto metodológico del drama social, origi- nalmente en su tesis doctoral Schism and Continuity in an African Village (Turner, 1957: 91-92):

 

En varias ocasiones durante mi trabajo de campo me di cuenta de la existencia de un notable alboroto en la vida social del grupo particular con el cual me encontraba por el momento. Todo el grupo se podría dividir en dos facciones en conflicto, y las partes en conflicto podrían abarcar algunos pero no todos sus miembros, o las disputas po- drían ser sencillamente interpersonales, así que, en pocas palabras, los disturbios eran de muy variada amplitud. Después de un tiempo empecé a detectar un esquema en esas erupciones de conflicto: descubrí etapas en su desarrollo que parecían seguir una tras otra en una secuencia más o menos regular. Esas erupciones, que llamo dramas sociales, tienen una forma procesional. De manera provisional he dividido el proceso social que constituye el drama social en cuatro etapas mayores: (1) sucede una ruptura de relaciones sociales regulares entre personas o grupos dentro del mismo sistema social, dirigidas por normas, (2) una etapa de crisis en aumento, (3) ciertos mecanismos de ajuste, formales e informales, (4) la etapa final consta en la reintegración del grupo social afectado o en el reconocimiento social de la ruptura irreparable entre las partes en contienda.

 

Mientras que Max Gluckman coqueteaba con la dimensión histórica en la pri- mera versión de su análisis situacional en 1940, donde dividió la relación en dos partes en dos diferentes textos, uno teórico acerca del análisis situacional de una situación social en el país zu moderno, y el otro netamente histórico en Sistemas políticos africanos, en la primera versión del drama social de la sociedad ndembu,


 

el drama social que construye Turner es netamente una construcción histórica (Turner, 1985: 113):

 

entre los ndembu intentamos recolectar datos históricos involucrando personas ma- trilinealmente relacionadas que formaban el cleo de la aldea Mukanda y otras re- lacionadas al matrilinaje de la aldea principal como sus esclavos. Logramos reunir estas historias en 1953 hasta 1954 eventos de aquellos años formaban el cuerpo del drama social VI en Schism and Continuity (Turner, 1957: 178-182). No fue posible localizar datos de dramas sociales de un periodo más temprano que treinta años antes.

 

Vale la pena señalar que el comentario proviene de un artículo acerca de las sagas islandesas, y que Turner en muchas ocasiones insistía en que el interés que lo llevaba a construir el drama social tenía su origen e inspiración en sus lecturas de textos históricos de Islandia; había llegado al extremo de estudiar la lengua islandés para poder leer las sagas, igual que James Joyce había aprendido noruego para poder leer los dramas de Henrik Ibsen.

Pero el drama social, que nunca careció por completo de una dimensión polí- tica (a diferencia de otros muchos estudios simbólicos), sería a mediados de la dé- cada de los sesenta reformulado en rminos completamente políticos, en un libro que fue

 

el resultado de un experimento. Sus editores, inquietos por explorar las corrientes actuales y estilos de análisis de la antropología política, decidieron solicitar a un nú- mero determinado de distinguidos investigadores en este campo que presentaran po- nencias al Encuentro Anual de la American Anthropological Association de 1964. También se decidió que los conferencistas tuvieran un amplio margen para la selec- ción y tratamiento de los temas, y así contribuyeran a nuestra intención de identificar si un viento de cambio estaba invadiendo la teoría política, como había invadido a la política real de la mayoría de las sociedades que habían sido estudiadas por antropó- logos.

 

El libro tenía el mismo título que muchos otros: Political Anthropology

(Swartz, Turner y Tuden, 1966: 101).

En este libro el drama social sería desarrollado netamente en lo político, ya que la dimensión que nos interesa en este libro es la dimensión política, y dentro de ella consideraremos aquellas relaciones entre personalidades y grupos que in- tegran un campo político. Tales conceptos dependen, claramente, de lo que se quiere decir por política (Swartz, Turner y Tuden, 1966: 101), después de lo cual los tres autores proceden a definir q es la potica: “el adjetivo político, como lo hemos definido ampliamente, se aplicará a cada cosa que sea al mismo tiempo pública, orientada según metas definidas y que involucre un poder diferenciado


 

(en el sentido del control) entre los individuos del grupo en cuestión” (Swartz, Turner y Tuden, 1966: 104).

Varios detalles llaman inmediatamente la atención. De ellos quiero mencionar dos: en primer lugar, hablando del modelo de Max Gluckman, “esta formulación depende más de la doctrina de la primacía de los intereses, y de que subestima la capacidad de las creencias místicas para evocar respuestas altruistas de los miem- bros de un grupo social” (Swartz, Turner y Tuden, 1966: 102), y luego, “lo im- portante aquí es que en la medida en que la potica es el estudio de cierto tipo de procesos, es esencial centrar nuestra atención en esos procesos más que en los gru- pos o campos dentro de los cuales ocurren” (Swartz, Turner y Tuden, 1966: 101).

El lugar donde se manifiesta con mayor riqueza este coctel es posiblemente en el análisis del drama de Hidalgo en la lucha por la independencia de lo que sería México, en la agonizante Nueva España. En mi opinión, el uso de la herramienta metodológica del drama social para comprender el desarrollo de la lucha de Mi- guel Hidalgo en la guerra por la independencia de la Nueva España, nos puede mostrar dos cosas. En primer lugar, que la antropología puede servir para elucidar el proceso histórico. Si recordamos un momento que estamos en la tradición bri- tánica, hay que tener en mente que en varias tendencias de esa tradición se piensa que la antropología sirve solamente para entender a las colonias y no a las me- trópolis, como por ejemplo en el pensamiento de S. F. Nadel. Debido a que la Escuela de Manchester no es una escuela de antropología, como se piensa a me- nudo, sino una escuela de antropología y sociología, habría que pensar en la po- sibilidad de aplicar sus herramientas no solamente a la situación en las colonias. La antropología mexicana a veces ha llegado a especializarse tanto en el “pro- blema indígena”, que se piensa que antropología sea sinónima a indigenismo. En segundo lugar podemos recordar el lugar muy modesto que ocupa la dimensión histórica en la tradición británica y apreciar que aquí tenemos una antropología que mantiene al mismo tiempo un muy alto nivel de etnografía y una atención a la dimensión histórica.

 

LAS OPCIONES EN EL PARENTESCO

Tenemos que considerar una tercera contribución de la Escuela de Manchester al estudio del parentesco, que no tiene que ver directamente con la introducción de un nuevo método, ni con un nuevo objeto de estudio, sino con una nueva visión del sistema de parentesco. Podemos bautizar esta nueva visión como la opción individual en el sistema de parentesco, y tal vez tiene que ver con el coqueteo del recientemente fallecido Fredrik Barth con la Escuela de Manchester. Fredrik


 

Barth se acercó mucho al individualismo metodológico, tal como se ve por ejem- plo en su tesis doctoral, Political Leadership among Swat Pathans, de 1959, en la cual declara que “en Swat, las personas encuentran su lugar en el orden político a través de una serie de decisiones, de las cuales muchas son temporales o revoca- bles” (Barth, 1965: 2).

Yo sugiero acercarnos a esta nueva visión por tres caminos: por el estudio del parentesco de Max Gluckman, por una observación inicial de John A. Barnes acerca de lo dudoso en la existencia de modelos africanos en los altos de la Nueva Guinea y por la contribución de Elizabeth Colson al estudio del parentesco. Y todos esos caminos van de una manera unificada a través del proceso histórico del Rhodes-Livingstone Institute, que es la cuna de la Escuela de Manchester (Kors- baek, 2016a: 199).

Max Gluckman fue alumno de los arquitectos del funcionalismo y del estruc- tural-funcionalismo, Malinowski y Radcliffe-Brown, y heredero de una fuerte tradición británica en el estudio del parentesco, cuya primera etapa encontramos en Melanesia, guiada por Rivers y desembocando en la etnografía de Malinowski en 1922, y luego en África, estudiada por Meyer Fortes y Evans-Pritchard.

En 1962 publicó John A. Barnes un artículo breve pero impactante y hasta cierto grado provocador, en el cual plantea la pregunta si existen modelos africa- nos en los altos de la Nueva Guinea. Con modelos africanos se quería decir exac- tamente la idea que Meyer Fortes había propugnado en sus estudios pioneros de parentesco en las sociedades autóctonas en África: sociedades donde no solamente existían linajes, sino donde esos linajes cumplían una función como el principal organizador de la sociedad, asignándo a los miembros de la sociedad a un linaje y luego definiendo los derechos políticos, religiosos, rituales y económicos como consecuencia de esta membrecía. Vale la pena mencionar que los avances en el estudio británico del parentesco en África habían alcanzado tal nivel que se pen- saba que así debería ser también en otras regiones donde el parentesco no había sido explorado al mismo grado.4

El artículo de J. A. Barnes es contundente, y con razón se ha convertido en un csico, no obstante que escribe en una nota al final del texto que la presente ponencia fue presentada en la Sección VII del Décimo Congreso de Ciencia del Pacífico, el 31 de agosto de 1961 en Honolulu. Fue escrita abordo de un barco,

 

4 Aquí quisiera citar un experimento que hice hace unos diez años: me metí en el fichero de la biblioteca del Museo Nacional de Antropología (una de las principales, tal vez la principal, biblioteca antropológica en el país) y busqué bajo la entrada de linajes”; encontré una sola referencia: a la tesis de licenciatura de César Huerta Ríos. Es cierto, como señala David Robichaux en su tesis doctoral, que la investigación de los sistemas de parentesco es subdesarrollada en Mesoamérica, pero podría senci- llamente reflejar el hecho de que el linaje no tiene funciones económicas y políticas tal como es el caso en la Nueva Guinea.


 

lejos de libros y sin la posibilidad de citar fuentes” (Barnes, 1962: 9). Quisiera limi- tarme a citar dos puntos medulares del artículo: “(g) aun si los agnados forman un núcleo reconocible de la comunidad, puede ser que en ninguna ocasión se reúnen todos los potenciales miembros de este núcleo, incluyendo los no residen- tes, y actúen como una unidad distinguible de sus vecinos no agnáticos”, y “(h) puede ser que un culto a los ancestros agnáticos no exista, o bien no proporcione contextos en los cuales los agnáticos no residentes o agnates de un segmento pa- ralelo se reunan”, “así que parece prudente pensarlo dos veces antes de catalogar a los altos de la Nueva Guinea como caracterizados por afiliación patrilineal” (Bar- nes, 1962: 6).

La presencia de mujeres en la antropología social británica es más que notable (Korsbaek, 2010) y la participación de Elizabeth Colson en las actividades de la Escuela de Manchester es de primera importancia. Sin embargo, podemos empe- zar fijando nuestra atención en la obra de otra de esas mujeres, Audrey I. Ri- chards, no solamente la madre de la etnografía británica en África, sino más explícitamente la iniciadora de la antropología nutricional (Richards, 1939, 1948) quien, en su contribución a African Systems of Kinship and Marriage de 1950, esperaba “distinguir cuatro diferentes tipos de estructura de familia entre los ban- túes centrales por medio de los criterios indicados, es decir, el tipo de contrato matrimonial, la distribución de la autoridad doméstica, las unidades residenciales y los principales alineamientos matrimoniales” (Richards, 1950: 211).

Sin embargo, el descubrimiento más importante fue hecho sobre la base de la etnografía elaborada por Audrey Richards, cuando Monica Wilson se dio cuenta de que el sistema de parentesco en la región matrilineal es mucho menos estable de lo que se imaginaba siguiendo la lógica de Meyer Fortes.

El estudio de Max Gluckman del sistema de parentesco de los lozi ya había dirigido su atención hacia un rasgo que será la marca registrada del estudio del parentesco de la Escuela de Manchester:

 

en base a la actual información a nuestra disposición, definiría tentativamente esos sistemas de una manera negativa por la ausencia de un linaje corporativo (o sea, de un grupo de parentesco organizado de una profundidad de varias generaciones con- tada en una sola línea, que es internamente segmentado según un sistema genealó- gico, del cual el todo o una parte tenga identidad y unidad ante grupos correspondientes) (1950: 166).

 

A diferencia de la posición de Meyer Fortes, según el cual el individuo no es mucho más que un punto en una estructura social, ya vislumbramos aquí, en una obra de la agonía de la antropología social británica, la “estructura social”, o sea la


 

estructura de linajes matri o patrilineales, un renacimiento del individuo sobre la base del debilitamiento de la estructura de linaje.

Un año después, en 1951, se manifiesta la capacidad etnográfica del Instituto Rhodes-Livingstone en la publicación de Seven Tribes of British Central Africa, que se lee al mismo tiempo como un registro de las tribus indígenas y como la nómina del Instituto.5 En el libro se tratan los lozi por Max Gluckman, los tonga por Elizabeth Colson, los bemba por Audrey I. Richards, los ngoni por J. A. Bar- nes, los nyakyusa del sur de Tanzania por Geoffrey Wilson, los yao por Clyde Mitchell y tres tribus del grupo conocido como los shona por J. F. Holleman.6

Elizabeth Colson desarrollará el estudio de esta inestabilidad del sistema de parentesco, que convierte la vida entre parientes en una serie ininterrumpida de tomas de decisiones y no como lo plantea el modelo de Meyer Fortes (el “modelo africano” del artículo de Bares). Este tema será desarrollado con gran sofisticación por Elizabeth Colson en sus estudios de los tonga, en donde empieza muy orto- doxamente: “cada tonga es miembro de un clan, y los clanes son los elementos más duraderos de la sociedad”, pero pronto cambia de curso: “pero los clanes no son entidades corporativas. No tienen propiedad, no poseen centros o líderes ri- tuales, y nunca se reúnen como grupo. Además, los lazos de membresía de un clan no crean una responsabilidad compartida por los actos de los demás miem- bros” (1958: 15).

Una apreciable contribución al estudio del parentesco de la Escuela de Man- chester es el libro de Ian Cunnison Luapula Peoples of Northern Rhodesia, en el cual encontramos la sombra de Elizabeth Colson, pues sus agradecimientos van dirigidos “a la doctora E. Colson, bajo cuya dirección trabajé en Rhodesia, y a Max Gluckman, jefe del departamento en Manchester (Cunnison, 1959: XIII).

Creo que el producto más típico manchesteriano en el estudio del parentesco es la monografía The Politics of Kinship de Van Velsen, donde declara que la unidad social de los tonga se basa principalmente en relaciones entre individuos o pequeños grupos de individuos (no necesariamente localizados). Esas relaciones, que cumplen varias funciones —políticas, económicas o emocionales— se funda- mentan en postulados de parentesco. Para los tonga es idealmente la filiación ma- trilineal que importa, por lo que se enfatiza en asuntos de herencia y sucesión a oficio por parientes matrilineales” (1964: 41).

 

 

 

5 En Korsbaek, 2016a, he tratado la historia, los rasgos significativos y el papel del Instituto Rho- des-Livingstone en el desarrollo de la Escuela de Manchester.

6 El abogado holandés J. F. Holleman ha sido presentado brevemente en Korsbaek, 2016b: nació en la colonia holandesa Indonesia en 1915, estudió en África del Sur, donde se tituló como maestro en 1936; estudió particularmente la coexistencia de la ley constitucional y la ley indígena.


 

En el prefacio al libro de Van Velsen, señala Clyde Mitchell (que dirig la investigación de la cual resul la monografía) que “el Dr. Van Velsen inició su formación en antropología en Oxford en 1947, cuando era el centro del estructu- ralismo, y no hay duda que fue grandemente influenciado por eso. Pero cuando empezó a analizar su material de los tonga en 1955 encontró ciertas dificultades para encajar sus observaciones en un modelo estructural (Mitchell, 1974: IX).

El comentario de que “no hay ninguna concentración de poder y autoridad en algún grupo local o de parentesco” (1964: 41), resuena como un eco de la descrip- ción de Max Gluckman de las características del sistema de parentesco de los lozi y otros grupos de África del Sur.

 

CONCLUSIONES

Se desprende con claridad de lo anterior que la Escuela de Manchester pertenece plenamente a la antropología social británica, compartiendo el interés de esta por el estudio del parentesco. Tal vez comparte la Escuela de Manchester el destino de la antropología social británica, tal como lo señaló Fredrik Barth: “no es posible negar que la antropología británica ya no llama la atención de colegas internacionales, como fue el caso durante la época desde la publicación de los Argonautas en 1922 hasta bien entrado en los años de 1960 (Barth, 2005: 56).

Y se ve con claridad que el estudio del parentesco de la Escuela de Manchester se distancia del enfoque fuertemente psicológico de la antropología cultural norteame- ricana, tal como esta se manifiesta en la obra de Alfred Kroeber.

Pero se desprende también que los antropólogos (y los sociólogos) de la Escuela de Manchester no son ortodoxos británicos en su análisis del parentesco (igual que en otros aspectos de la antropología), en varios puntos se distinguen de la línea de Radcliffe-Brown, Evans-Pritchard y Meyer Fortes.

Y es mi opinión que podemos buscar las contribuciones específicas de la Escuela de Manchester al estudio del parentesco en los tres puntos mencionados en el presente artículo.

La estructura de los linajes se debilita notablemente y se introduce una visión dia- léctica: el linaje afecta al individuo y el individuo afecta al linaje, con lo que nos acer- camos a un análisis del cambio y un enfoque histórico, lo que siempre fue el punto débil del análisis británico, tanto de los estructural-funcionalistas como los funciona- listas.

Podemos empezar a ver la fuerza del análisis inicial del parentesco en la contribu- ción de Max Gluckman a Sistemas Políticos Africanos: es una historia de la lucha de las personas de las familias reales entre los zulú, pero a diferencia de otras historias dinásticas es una historia que toma en cuenta lo que podemos llamar “el pueblo”,


 

respetando así plenamente lo que había declarado Voltaire: “ya basta de la historia de los palacios, queremos una historia de las chozas”.

El individuo se encuentra en una posición de libertad y necesidad, Freedom and Constraint, como se intitula un volumen de artículos en homenaje a Max Gluckman (Aaronoff, 1976), y nos encontramos frente a un individuo en tres dimensiones, y no solamente el individuo anémico y bidimensional de los estructural-funcionalistas.

 


 

 

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sico, Michoacán, México. Fotografía: Andrés Bello Maldonado