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Miradas históricas y contemponeas a la religiosidad popular: una visión multidisciplinaria Barreto Zamudio, Carlos, Amílcar Carpio Pérez, Armando Josué López Benítez y Luis Francisco Rivero Zambrano (coords.),

Universidad Autónoma del Estado de Morelos,

2017, 413 pp.

ISBN 978-607-8519-53-8

 

El libro, Miradas históricas y contemporáneas a la religiosidad popular: una visión multi- disciplinaria está dividido en tres secciones: la primera se llama, Religiosidad popular, experiencias históricas, y consta de seis capítulos; la segunda sección se titula Religiosidad popular contemporánea, tiene cinco capítulos; y última se denomina Religiosidad popular desde otras miradas reflexivas, y se compone de tres capítulos.

En la primera sección los capítulos que la componen se desarrollan en diferentes regiones de México, tales como el Estado de México, la Ciudad de México, Morelos, Yucatán, y el municipio de Real del Monte, en Hidalgo, entre otros lugares. Los temas que se abordan son muy diversos y corresponden al desarrollo histórico de diversos acontecimientos religiosos. Pondré un par de ejemplos sobre esta sección y las otras.

En el capítulo de José Alberto Díaz Martínez nos explica mo y por qué el San- tuario de Chalma se convirt en lo que ahora es: un centro de reunión de miles de fieles. Cabe destacar que, en el año 1534, no era así. En ese momento no había ningún indicio de que hubiera un templo prehispánico, ni algún enclave urbano relevante o algo que indicara que se trataba de un santuario pagano en dónde se hacían sacrificios como se ha pensado por mucho tiempo. Pero ahora es un santuario de peregrinación de primer orden. De ese modo el autor narra la historia hasta convertirse en un centro ceremonial consolidado en la actualidad a partir del siglo XVII.

El capítulo de Guillermo Antonio Nájera, respecto a las procesiones en la Ciudad de México (siglos XVII y XVIII), nos invita reflexionar sobre cómo la Corona y la iglesia jugaban un papel fundamental en la organización de éstas. Ya sabemos que las diferen- tes órdenes religiosas: franciscanos, dominicos y agustinos fueron muy importantes en la expansión de la evangelización, pero también en el mantenimiento del orden en las celebraciones que tenían lugar. Es interesante recordar que pese a lo festivo que pudie- ran ser las procesiones deberían guardar cierta solemnidad. También, Nájera hace hin- capié en los conflictos que se generaban entre las diferentes cofradías, porque siempre había quienes querían ser las mejores, las más suntuosas y las más vistosas, de modo que había pleitos serios entre ellas, aunque al final encontraban una resolución.


 

Por su parte, Carlos Barreto en su texto nos transporta al año de 1856 en la región de Morelos. Su tema versa sobre el rechazo de los obispos católicos a la Constitución de 1857 y a las Leyes que consideraron antirreligiosas. En varios lugares del estado hubo alzamientos por parte de la iglesia, pero estos se fueron haciendo cada vez más grandes, lo que implicó enfrentamientos y por supuesto muertes. Barreto comenta el episodio de la Guerra de los Tres Juanes. Ésta enfrentó directamente al liberal Juan Álvarez con los caudillos conservadores clericales Juan Antonio y Juan Vicario, entre abril y noviembre de 1857.

El cuarto capítulo de esta sección nos traslada a la región del sureste, a Yucatán. Su autor, Fausto Martínez explica el modo en que Puerto Progreso se convirt en un puerto de gran cabotaje a finales del siglo XIX y lo que ello implicó para la comunidad local. Cabe resaltar que el santo patrono de Yucatán es San Pedro González Telmo, patrón de los navegantes. A que tanto pescadores, plataformeros y marítimos partici- paban de la fiesta patronal con mucho entusiasmo. Pero los problemas comenzaron cuando debido al éxito del puerto, el alcoholismo y las fiestas se apoderaron del lugar, de modo que los trabajadores al percibir una buena paga acababan en las cantinas bo- rrachos y hacían san lunes”. En este marco, el autor analiza cómo a la llegada de los presbiterianos a esta región, un grupo protestante, comenzaron a esparcir el mensaje en contra del alcoholismo, generando así otro tipo de dinámicas al interior de esta sociedad. En texto de Norma Hernández nos habla sobre las minas en Real del Monte, Hi- dalgo. Hernández empieza por contarnos las condiciones en las que trabajaban los mi- neros y cómo la silicosis, qué es una enfermedad que proviene del polvo de lice, mató a muchos de ellos. Nos habla en específico del fenómeno del aparicionismo” dentro de la religiosidad popular, y hace referencia al Señor de Zelontla, quien fue el santo al que los mineros se encomendaban. Se cuenta que éste se les aparecía a veces en forma de otro minero y les ayudaba a terminar el trabajo o, en su defecto, aparecía en la noche, de modo que día siguiente cuando el minero llegaba el trabajo ya estaba terminado o iba muy avanzado. Hay varias creencias que la autora resalta y tienen que ver con la mina, la que dentro de los imaginarios de los trabajadores se concibe como una mujer, que te acepta o te rechaza. También era importante para los mineros pedir permiso y hacer rituales a los dueños de las minas, para que no hubiera ningún accidente. Algo importante, es que para Hernández no importa si los relatos de los mineros son ciertos o no, sino que tales narrativas generaban la cohesión en el grupo y reforzaba el sentido

de identidad.

En la segunda sección pasamos de los eventos históricos a épocas más actuales en dónde sus autores ofrecen un collage de sucesos que también se inscriben en las mani- festaciones religiosas de índole popular.

El primer capítulo de esta sección es de Hugo Garibay, quien nos habla de la pro- puesta arquitectónica de Gabriel Chávez de la Mora, quien a través de su desarrollo como arquitecto y Fraile propuso otro esquema en la construcción de las iglesias en el que podemos apreciar la perspectiva de la liturgia, buscando que los feligreses y el padre


 

 

 

 

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que oficia logren una simbiosis diferente. La propuesta fue tan importante que, Gabriel Chávez de la Mora, diseñó alrededor de 21 templos, desde basílicas —como las guada- lupanas de México, Monterrey y Xalapa—, hasta santuarios como el de Santo Toribio en Jalisco o el de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Tequisquiapan.

El segundo capítulo es el de Amílcar Carpio, quien a través de la historia de Cristóbal de Magallanes Jara y Agustín Caloca, construye el desarrollo de personajes que cobran importancia en ciertas localidades, hasta llegar a canonizarlos. Estos sacerdotes pertene- cían a la parroquia de Tonaniche, Jalisco y aunque murieron en 1927, fue en el año 2000 que se logró su canonización. Y ahora se veneran sus reliquias. Carpio manifiesta cómo la construcción de una devoción y los modelos de santidad están condicionados por el contexto histórico vivido por el catolicismo. La historia de estos personajes adquiere re- levancia debido a que fueron mártires en la guerra cristera.

La fiesta de la Virgen de Cosamaloapan en Tizayuca, Hidalgo, es abordada por Luis Rivero, Rosa Durán y Berenice Alfaro Ponce. A través de diferentes narrativas, los au- tores, nos hablan de los cambios que se han dado a raíz de que la iglesia y diferentes sacerdotes han permitido o no, que la Virgen de Cosamaloapan, conocida como La Patroncita, y otra virgen que se conoce como La Peregrinita, se reúnan cada 1 de febrero. Mediante diferentes testimonios dan cuenta de cómo por el hecho de retener a las imágenes y no permitir que éstas sean itinerantes, ha disminuido el bilo de la po- blación. También narran algunos de los cambios más significativos, como quién puede cargar a la Virgen, porque antes sólo las señoritas lo podían hacer, pero ahora debido a que ellas no quieren los hombres también se ven involucrados en esta práctica popular. Por su parte, el estudio sobre el Señor del Perdón en la comunidad de Allende, en Chalcatongo, Oaxaca, de Silvia García, reflexiona sobre la importancia del territorio, el apego y arraigo que genera éste en regiones particulares dónde los habitantes han re- creado determinadas fiestas a partir de sus sentires. La autora enfatiza que, en la fiesta

que se analiza, la memoria también juega un espacio privilegiado.

La tercera y última sección se compone de dos estudios antropológicos y uno histó- rico, pero con una apreciación etnográfica desde el rescate de los archivos. De igual modo, resulta un importante aporte hacia otros credos que no son el católico. De ese modo, un trabajo aborda el tema de la Luz del Mundo, otro desarrolla el tópico del pentecostalismo y el último, habla del uso y significado de la sica entre grupos de jóvenes evangélicos contemporáneos.

El capítulo que abre la sección es de Carla Vargas, donde la autora aborda de ma- nera puntual y con datos muy actuales el cambio religioso en las últimas décadas, así como la conceptualización del término religiosidad popular. Los detalles son muy in- teresantes porque ella se pregunta quién utiliza el término y en qué sentido y nos explica la importancia de dar voz a las personas que practican y son fervientes creyentes, porque ellas son quienes recrean ciertas acciones que están al margen de lo institucional.

El capítulo de Ariel Corpus, relata cómo y de qué forma la sica ha sido un eje muy importante en el desarrollo de ciertos grupos evangélicos. Nos aporta nombres de


 

agrupaciones de rap, metal y rock cristiano. Las letra de las canciones que analiza Corpus nos llevan a pensar la manera en qué los jóvenes se vinculan a cierta tradición y práctica religiosa a partir de la escucha y del poder de la sica, al provocar ciertos estados anímicos en quienes la escuchan y al recrear en sus letras el mensaje bíblico (le reco- miendo al lector ampliamente que escuche algunas de las sugerencias musicales, a fin de que se comprenda el impacto de la letra y la multiplicidad de géneros que pueden abarcarse). La sica a nivel general, así en lo individual como en lo colectivo es siempre un vehículo que mueve emociones y resulta motivante, mucho más en estos espacios, en dónde lo subjetivo y emocional siempre está a flote.

El capítulo que cierra la sección y el libro es de Carlos Torres, él hace un recorrido histórico en el que rescata la manera en que ciertos grupos de corte pentecostal se fueron consolidando. Su trabajo lo hace a partir del análisis de fuentes metodistas y pentecosta- les del siglo XX. Es interesante observar como Torres rescata el relato de la posesión de los espíritus y la sanación de ciertas enfermedades terminales y los testimonios de las personas en su planteamiento, ello se convierte en el marco que nos ayuda a compren- der en qué medida resulta eficaz la oración para quienes se adscriben a este tipo de prácticas. El autor indaga cómo a través de arrebatos, llantos, gemidos o trances se llega a un éxtasis colectivo y las enfermedades terminales llegan a sanarse, de modo que los creyentes llegan a soluciones concretas a su vida cotidiana y así resuelven en alguna me- dida sus angustias.

Finalmente, esta obra resulta indispensable para los estudiosos del tema religioso. Además de darnos muchos ejemplos de las diferentes situaciones en que se manifiesta la fe y la religiosidad popular, nos permite comprender cómo la religión sigue siendo un recurso vital en la vida de las comunidades, de la sociedad al proveer el sentido y significado que dan los hombres a su existencia en comunidad. A través de la historia y la antropología el libro nos llena de lugares y circunstancias diversas, así históricas y contemporáneas. Las metodologías y teorías que envuelven los diferentes capítulos tam- bién nos invitan a pensar en la importancia que tiene la interdisciplina en este tipo de estudios y por supuesto, señala que el fenómeno religioso está hoy muy presente. Nos queda estudiarlo para comprender al otro, y en ese ejercicio antropológico compren- dernos también y cada vez más a nosotros mismos.

 

 

 

 

Ruth Jatziri García Linares

Doctora en Antropología Universidad Nacional Autónoma de México