Vidal, Laurent,
Les hommes lents.
Résister à la modernité XV-XX siècle,
Flamarion, París, 2020, 303 pp.

ISBN 978-2-0814-2782-2

 

 

La velocidad se ha convertido en un referente cardinal de nuestra época. Su encumbramiento como valor superior y su desdoblamiento a través de la tecnología ha trastocado profundamente todos los ámbitos de la vida: ha impuesto un nuevo tempo a las formas de producción y a las dinámicas de consumo, y ha establecido nuevas pautas a la cadencia de nuestras relaciones sociales, incluso a las afectivas. De la fast food a la gran aceleración del antropoceno, la velocidad es un actor esencial para comprender la configuración y dinámicas del mundo actual, y sobre ello han reflexionado diversos autores. Entre ellos, Ivan Illich observó en la década de los setenta, cómo la sociedad industrial y sus ritmos conducían a la humanidad a una aceleración paralizadora por cuanto la hacían dependiente de una matriz energética y de formas de producción y consumo insostenibles que generaban desigualdad, y a la larga un futuro sombrío (1974). El filósofo Paul Virilio observó que la obsesión por la inmediatez en las sociedades contemporáneas producía dromocracias, en las que el hombre enfermo de movimiento quedaba a merced del rendimiento y despojado de la capacidad de gobernar con independencia su propio tiempo y espacio (1977). Y en ese contexto, condicionados por estos valores, Byung-Chul Han observó que los individuos experimentan agotamiento, enajenación y frustración, y se produce una sociedad del cansancio que aísla y divide a los individuos facilitando con ello la reproducción de las dinámicas de explotación y autoexplotación (2012). ¿Cómo llegamos a esta situación? ¿En qué momento se instaló entre nosotros esa veneración por la velocidad? ¿Cuándo normalizamos la dictadura de la inmediatez que vive la humanidad y cuyos efectos están a la vista de todos?

     La velocidad es sin duda un componente fundamental de la época que vivimos y ello explica los múltiples estudios sobre el tema. Sin embargo, resulta interesante notar que su correlato, la lentitud y sus valores semánticos, salvo por contados estudios que mencionaremos más adelante, ha carecido de una atención similar y se mantiene en los márgenes de la reflexión académica. Por ello es que resulta de gran interés la reciente publicación del libro Les hommes lents. Résister à la modernité XVe-XXe siècle bajo el sello de la editorial Flammarion.

     En este libro, el autor analiza la relación que existe entre la lentitud y la velocidad. Y muestra cómo, el encumbramiento de la segunda, ha sido posible, entre otras razones, por la sistemática desacreditación de la primera. Para ello el libro propone un recorrido rítmico de la historia. Buscando la cadencia de cada etapa histórica y documentando la racionalización producida al respecto, el texto indaga en la filosofía, la literatura, el cine o la música entre otras manifestaciones culturales la genealogía de la lentitud, sus deslizamientos y resignificaciones, y muestra los efectos normativos y prácticos que han generado en el mundo occidental.

     El texto, huelga señalarlo, es interesante no sólo por cuanto nos hace descubrir un tema apenas tratado en el mundo académico. Sino además, porque movilizando perspectivas de la historia cultural y los estudios subalternos, logra mostrarnos que el ritmo, tanto en sus modalidades lúdicas como laborales y de la vida cotidiana, es un elemento constitutivo y que distingue las clases sociales. Que el tempo que rige la vida es un campo de disputa. Que el ritmo de algunos sectores ha prevalecido en detrimento del de otros. Que la tecnología ha sido un componente fundamental en estos procesos. Pero también que la lentitud, globalmente estigmatizada, ha sido una forma de existencia y subversión frente a los ritmos impuestos por los grupos hegemónicos.

     ¿Pero qué es la lentitud? De acuerdo a la Real Academia Española (rae) el vocablo lento es un adjetivo que refiere lo “tardo o pausado en el movimiento o en la acción. Poco vigoroso o eficaz”. Se trata de una definición sencilla pero cargada de un amplio poder performativo. Por ello señala el autor que designar al otro como lento no es anodino, porque las palabras alteran y, en el acto, crean alteridad (Vidal, 2020: 19). De acuerdo al autor, al asociar la lentitud —el movimiento tardo o pausado— con la idea de un exiguo vigor o eficacia, se produce un efecto semántico en el que la lentitud emerge como cualidad contraria al rendimiento y la productividad, valores caros de nuestro mundo contemporáneo. Así definida, la lentitud resulta una cualidad ineficaz e improductiva, y en consecuencia no sólo no tiene cabida en el mundo de la velocidad y el rendimiento, sino que incluso resulta contraria a éste. Por ello a la lentitud se le repudia y combate de múltiples maneras.

     Sin embargo, como lo muestra el autor, esto no siempre ha sido así. Lo lento no siempre ha designado la falta de vigor o la ineficacia, ni la lentitud estuvo tampoco asociada a la falta de productividad. Por ello es que el autor inicia el texto explorando el origen latino del concepto, para sobre esa base identificar posteriormente sus deslizamientos y resignificaciones a lo largo de la historia. Así, nos explica que de acuerdo a los textos de Plauto (254-184 a.C.) y Plinio el Viejo (23-79 d.C.), la raíz lentus designaba lo flexible, lo no rígido, lo suave. Y en Cicerón (106-43 a.C.), lo apático o resistente al cambio. De esa raíz se nutrieron las lenguas romances y los significados antes mencionados se conservaron hasta la baja edad media sin variaciones sustantivas hasta que, hacia el 1300, la palabra lent comenzó a ser usada para hablar de la debilidad, la poca velocidad y la falta de valor para el combate. La lentitud, que originalmente describía cualidades de elementos naturales, se transformó en el contexto de las guerras religiosas en un concepto que designaba a aquellas personas carentes de valor, velocidad o fuerza para luchar contra los infieles (Vidal, 2020: 2733).

     Asimismo, en este contexto ocurrió una importante transformación del concepto y de sus opuestos en el orden de lo axiológico. Tal como lo muestra el autor, el pensamiento cristiano entendió la lentitud como una manifestación del pecado pereza puesto que, al ser el tiempo un don divino otorgado a la humanidad, despilfarrarlo constituía un acto condenable. Luego, derivado de esta aversión a la pereza/lentitud, se generó una actitud elogiosa hacia las dinámicas opuestas: el espíritu emprendedor y la vida productiva. Así, un concepto que en latín servía para designar principalmente cualidades del mundo mineral y vegetal, se resignificó en el medioevo para referir cualidades de los individuos.

     En este marco el autor muestra cómo la lentitud se afianzó como categoría que nombraba y discriminaba al sujeto improductivo. Y cómo ello dio pie, a lo largo de los siglos xvi y xvii, a la creación de un amplio repertorio de tipologías sociales y culturales del hombre lento que sirvieron como contra-modelos del hombre moderno que se busca hacer emerger. En Europa el arquetipo del hombre lento e improductivo encarnó en el vagabundo, y en el mundo colonial en el indígena, el local, en quien la lentitud y la indolencia se presentaron además como cualidades innatas que era indispensable transformar mediante el trabajo redentor. Así, frente al sujeto de las colonias considerado como salvaje, perezoso, lento, inmoral e irrespetuoso, se configuró su opuesto virtuoso en la idea edificante de un hombre civilizado, rápido, eficaz, productivo, moral y respetuoso, en quien el trabajo aparece como virtud (Vidal, 2020: 3575).

     Hacia finales del siglo xviii el autor identifica una nueva inflexión. De acuerdo a Vidal, en el contexto de la Revolución Industrial la velocidad y la lentitud adquirieron nuevos valores, y surgieron dispositivos que contribuyeron a la consolidación de un nuevo ritmo colectivo. A este respecto el autor explica en el segundo capítulo cómo la máquina de vapor, la difusión del cronómetro y la mecanización de diversos procesos productivos marcaron nuevas pautas que, además de ampliar los márgenes de ganancia, desplazaron los ritmos de trabajo previamente definidos por la fuerza y en general por las capacidades humanas. Los efectos de estos nuevos tempos y modos de producción fueron profundos, y el ser humano dejó de ser el referente central, la medida de las cosas. La potencia comenzó a medirse en caballos de fuerza y el tiempo en segundos, minutos y horas. Y en lo sucesivo el hombre quedó sujeto a los ritmos de las máquinas tal como se observa en la clásica película de Charles Chaplin Tiempos Modernos de 1936, en donde éste queda reducido al papel de un autómata remplazable, un componente más en el extenso engranaje industrial (Vidal, 2020: 79141).

     En los capítulos 3 y 4 el autor explora otro aspecto de la lentitud. Si previamente se había abordado lo relativo a su genealogía y capacidad performativa para discriminar al otro, en estos capítulos se explora en cambio su puesta en práctica por diversos colectivos para resistir la explotación y abrir espacios que permitieron el florecimiento de otros ritmos de vida. En este sentido, el autor cuenta cómo a finales del siglo xix, tanto en contextos agrarios como industriales, se registraron luchas contra los ritmos de trabajo impuestos por la mecanización que lejos de aligerar el trabajo había acelerado su intensidad sin generar compensaciones proporcionales o mejores niveles de vida para los trabajadores. En ese contexto, el autor observa el surgimiento de múltiples y profundas reflexiones sobre el derecho al ocio y la pereza, y la falacia del trabajo entendido como virtud (Stevenson, 1877; Lafargue, 1880; Pansaers, 1921; Malevicht, 1921; Russell, 1935).

     Asimismo, el texto documenta el surgimiento de juegos, sonidos y bailes festivos en los puertos brasileños y estadounidenses, mediante los que los estibadores y otros trabajadores subvertían los tiempos y ritmos hegemónicos. De acuerdo a Vidal, estos elementos creaban un impasse en las pesadas jornadas de trabajo, y abrían una grieta para el ocio y el placer; una liberación momentánea del cuerpo y el alma mediante la fiesta. Formas de resistencia como las descritas por Scott que permitían los subordinados un margen de subversión y autoafirmación (Scott, 2004). Por ello, buscando garantizar los ritmos de la modernidad, las autoridades perseguían estas manifestaciones. Y como botón de muestra el autor consigna que a inicios del siglo xx el 60% de las detenciones registradas en el puerto de Río de Janeiro estuvieron justamente relacionadas con la vagancia, el consumo de alcohol y los juegos.

     Por último, el texto dedica algunas páginas a las nuevas expresiones de la lentitud y los actores que la encarnan en el mundo contemporáneo. De los migrantes a los trabajadores urbanos precarizados, pasando por las mujeres y los chalecos amarillos que se movilizaron contra el gobierno francés en 2019, el autor explora las formas de exclusión que generan los nuevos ritmos de trabajo creados por la economía digital y las nuevas dinámicas urbanas e industriales. A este respecto conviene mencionar que, a diferencia de lo que ocurre con los otros periodos y procesos analizados en el texto, el lector extraña en esta sección una mayor extensión y profundidad en el tratamiento y análisis de estos casos. Sin embargo, es importante reconocer las interesantes reflexiones que se plantean sobre las formas de resistencia que han surgido frente a los nuevos ritmos productivos impuestos por el capitalismo en su etapa neoliberal, y que dan cuenta la activa búsqueda de alternativas que frente a esta problemática se pueden observar a nivel global.

     Para concluir la reseña me parece importante mencionar el valor del texto reseñado en el marco de la actual crisis que vive la humanidad. Como señalamos al inicio, la velocidad se ha convertido en un valor omnipresente y ha creado una dictadura de la inmediatez cuyos graves efectos son inocultables. En este contexto son ya muchas las voces que han alertando sobre la proximidad de un colapso ecológico resultado del cambio climático, y sobre la urgente necesidad de acelerar la transición energética para limitar el calentamiento global. El consenso a este respecto es prácticamente unánime y los acuerdos de París de 2015 (COP21) son un claro ejemplo. Sin embargo, la complejidad de la crisis que enfrentamos es de tal magnitud que, si bien la transición energética es indispensable, no deja de ser insuficiente para resolver los múltiples problemas que se nos presentan en este momento. Por ello es que los esfuerzos no sólo deben concentrarse en lograr cambiar la matriz energética global, sino también las formas de producción y consumo. Como lo han señalado Toledo y Leff entre otros, para ser efectivo y asegurar la continuidad de la vida humana en la tierra, el cambio deberá ser civilizatorio, y por ello es que replantearnos nuestra relación con el tiempo resulta fundamental (Leff, 2004; Toledo y Barrera-Bassols, 2008). En este sentido el libro Les hommes lents constituye una valiosa referencia por cuanto su perspectiva histórica nos ayuda a entender y desmontar los prejuicios que orbitan en torno a la velocidad y la lentitud, y a entender los usos políticos que se les dio a lo largo de la historia. Además, el libro abona al debate sobre los modos de existencia, y nos esboza otros ritmos y concepciones del tiempo posibles que contribuyen a repensar los nuestros actuales.

 

Quetzal Argueta Prado

École des Hautes Études en Sciences Sociales, de París

Correo electrónico: quetzalargueta@gmail.com


Bibliografía

Byung-Chul, Han

     (2012) La sociedad del cansacio, Barcelona, Herder.

Illich, Ivan

     (1974) Energía y equidad, Barcelona, Barral Editores.

Lafargue, Paul

     (1880) El derecho a la pereza [2015 ed.], Paris, Grupo Editorial Tomo.

Leff, Enrique

     (2004) Racionalidad ambiental. La reapropiación social de la naturaleza, México, Siglo XXI.

Malevicht, Kasimir Serinovitch

     (1921) La paresse comme vérité effective de l´homme [1994 ed.], Paris, Allia.

Pansaers, Clément

     (1921) L'apologie de la paresse [1996 ed.], Paris, Allia.

Russell, Bertrand

     (1935) In praise of idleness and other essays, 2004, ed. London, Routledge.

Scott, James

     (2004) Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos. México, Ediciones Era.

Stevenson, Robert Louis

     (1877) An apologie for idlers [2009 ed.], London, Penguin.

Toledo, Victor Manuel et Narciso Barrera-Bassols

     (2008) La memoria biocultural. La importancia ecológica de las sabidurías tradicionales, Barcelona, Icaria.

Vidal, Laurent

     (2020) Les hommes lents. Résister là la modernité XVe-XXe siècle, Paris, Flammarion.

Virilio, Paul

     (1977) Speed and politics, 2006e éd. Los Angeles, Semiotext(e).