Aportaciones metodológicas para estudio de la música prehispánica en la obra de Thomas Stanford

 

 

 

Víctor Acevedo Martínez

 

Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Ciudad de México, México;

correo electrónico: victoryodoquinsi@gmail.com

 

 

Recibido el 11 de junio de 2020; aceptado el 28 de enero de 2021

 

 

 

Resumen: Este artículo muestra algunas de las aportaciones metodológicas que Thomas Stanford realiza en el estudio de la música y los instrumentos musicales  del  México  prehispánico.  Se  divide  en  dos  partes,  en  la  primera parte se describen algunas fuentes históricas que se han analizado y algunos enfoques que se han desarrollado para el estudio de los instrumentos y la música prehispánica. En   la segunda parte se plasman las aportaciones de Stanford a esta temática, destacando el enfoque antropológico y etnomusicológico que este investigador empleó en la interpretación de acontecimientos del pasado.

 

Palabras clave: instrumentos precolombinos, investigación, etnohistoria, etnomusicología.

 

 

Methodological contributions for the study of

Pre-Columbian music in Thomas Stanfords work

 

 

Abstract: This article shows some of the methodological contributions that Thomas Stanford makes in the study of the Pre-Columbian music and musical instruments from Mexico. Its divided in two parts, the first  one  describes  some  historical  sources  that  have  been  analyzed and some approaches that have been developed for the study of  pre-Columbian music and musical instruments. The second part talks about Stanfords contributions on this subject, highlighting the anthropological and ethnomusicological approach, that this researcher applied on the interpretation of past events.

 

Key words: instruments pre-Columbian, research, ethnohistory, ethnomusicology.

 

 

 

 

 

 

 

Thomas Stanford llegó a México a mediados de la década de los años cincuenta, fue  alumno  de  Vicente  T.  Mendoza,  uno  de  los  grandes  folclorólogos  de México, aunque al parecer los enfoques de estudio en torno a la música tradicional de ambos investigadores no fue compatible (Alonso, 2017, p. 4). Es probable que la experiencia de estudiar lingüística con Mauricio Swadesh en la Escuela Nacional de Antropologia e Historia (ENAH), compartir con antropólogos  mexicanos  interesados  en  manifestaciones  de  la  música  y  la danza  de  los  pueblos  indígenas  como  Guillermo  Bonfil Batalla  y  el  arduo trabajo de campo que Thomas Stanford realizó durante décadas registrando las manifestaciones sonoras de distintas culturas indígenas,[1] hayan impactado en su manera de abordar el estudio de la música y le permitieron tener una mirada etnográfica aun cuando tuviera que investigar temáticas de carácter histórico, proponiendo una forma de interpretar los procesos musicales del pasado. Y si bien es mucho más conocido el trabajo que Stanford realizó en el caso de la música indígena o del son mexicano, la temática de la música prehispánica no es dejada de lado por este investigador y es abordada en algunos artículos.

En este trabajo trataré lo referido a dos artículos que aparecen en el Tomo I. Período Prehispánico, de la obra La música de México, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1984 y donde Julio Estrada funge como editor. Para lo cual divido este artículo en dos partes, en la primera expongo algunas de las fuentes y las corrientes que han seguido el estudio de la música y los instrumentos prehispánicos. En la segunda parte destaco algunas de las propuestas de Stanford en la lectura antropológica que hace del fenómeno musical del periodo prehispánico.

 

 

La música en la época prehispánica

 

Los  procesos  culturales  existentes  durante  la  época  prehispánica  siguen siendo un misterio hasta nuestros días, si bien ahora se cuenta con datos que arrojan las excavaciones   arqueológicas y distintas fuentes históricas como códices,  murales y crónicas, y existen notables investigaciones arqueológicas y etnohistóricas que han intentado descifrar con resultados bastante sugerentes los significados de la vida cotidiana o del quehacer ritual de aquella época, existe un sinnúmero de manifestaciones culturales de las cuáles todavía no comprendemos  sus  implicaciones,  sociales,  económicas,  políticas,  estéticas o rituales, entre ellas sin duda, lo que hoy llamamos música es un caso paradigmático.

Es importante decir que tratar de conocer cómo fue la música en la época prehispánica no es un asunto sencillo, pues su estudio como fenómeno de la cultura implica dar cuenta tanto de la manifestación sonora de los instrumentos, como de la interacción de relaciones sociales de diverso tipo que hacían posible

ésta.[2]

En el caso de la música hecha antes de la invasión hispana conocemos sólo fragmentos del proceso que implicaría la ejecución de los instrumentos y sabemos muy poco del conjunto de relaciones que permitían la existencia de la música. No obstante el mundo sonoro prehispánico se ha intentado descifrar a partir de las distintas posibilidades que ofrecen las fuentes históricas y las escuelas interpretativas a las que se han ceñido musicólogos, folclorólogos, etnomusicólogos o antropólogos.

De manera general podemos mencionar algunas fuentes históricas a las que la mayoría de los estudiosos han recurrido para explicar al menos una parte de este fenómeno.

 

1)  Los vestigios arqueológicos.

Es valiosa la existencia material de instrumentos que fueron elaborados durante la época prehispánica por las distintas culturas que habitaron lo que hoy es México, distintos tipos de flautas, silbatos, ocarinas, caracoles, teponzatlis,   caparazones   de   tortuga,   sonajas,   raspadores,   sartales   de concha, cascabeles, huehuetls y tambores con cuerpo de barro, entre otros instrumentos se conservan en las vitrinas de algunos museos o permanecen sin clasificar en las bodegas de los mismos.

Asimismo contamos con el testimonio material que permite saber al menos la posición en que se ejecutaban algunos instrumentos, pues varios músicos fueron representados en estatuillas de barro: existen varios ejemplos procedentes de las culturas del Golfo, del área maya o del occidente por mencionar algunas regiones.

2)  Las imágenes de instrumentos o músicos plasmados en códices o murales.

En códices prehispánicos y poshispánicos varios músicos fueron plasmados desarrollando su actividad; de los primeros el Becker II y el Madrid, de los segundos el Borbónico, el Florentino, el Magliabecchiano, entre otros. También hay murales, como los de Bonampak en Chiapas, donde aparecen músicos tocando.

3)  Las crónicas y otros documentos escritos por frailes y otros observadores durante el siglo XVI.

Existen  menciones  sobre  la  música  hechas  por  algunos  cronistas  del siglo XVI, entre otros y sólo por mencionar a uno, Fray Bernardino de Sahagún en su obra La historia general de las cosas de la Nueva España, describe las celebraciones realizadas en las veintenas y algunos detalles sobre la participación de los músicos en estos festejos o bien el uso de algunos instrumentos durante los rituales.

 

Otras fuentes escritas son los vocabularios o diccionarios recogidos durante las primeras épocas de contacto y que han sido utilizados en el estudio de la música en la época prehispánica como lo hace Thomas Stanford.

 

 

El proceso de interpretación

 

Ahora bien, la interpretación de estas fuentes históricas ha obedecido a los criterios que los estudiosos han seguido para tratar de sugerir como era la música en la época prehispánica, estas han variado según el momento histórico, la moda académica y las condiciones políticas.

Podría decir que algunas de las temáticas que han seguido los estudiosos de la música y los instrumentos prehispánicos han sido tratadas desde las primeras investigaciones a finales del siglo XIX y han estado presente a lo largo del siglo XX como veremos a continuación. De manera general Carlos Ruiz (2010) identifica al menos tres tendencias que han trazado el camino, desde luego no son todas pero estas tres han marcado cierta tradición en la materia.

 

   La primera se refiere al estudio de los instrumentos musicales prehispánicos, afinaciones y escalas.

   La segunda a la existencia de cordófonos en América.

   Y a tercera a las “supervivencias” de elementos musicales en las culturas

indígenas contemporáneas.

 

Las explico a continuación: el interés de los investigadores por conocer el  papel  de  la  música  o  de  los  instrumentos  prehispánicos,  según  Carlos Ruiz (2010) inicia al menos desde finales del siglo XIX. Uno de los primeros investigadores

 

Hilborne T. Cresson entre 1875 y 1880, publicó varios estudios de corte arqueológico en revistas científicas. En uno de sus trabajos tempranos, On Aztec music (“Sobre la música azteca”), analiza con detalle algunos aerófonos mexicas para sugerir el posible uso de escalas musicales diatónicas y hasta cromáticas en

las culturas prehispánicas (Ruiz, 2010, p. 15).

 

 

La propuesta de estudiar el sonido de los instrumentos prehispánicos principalmente   aerófonos,   para   observar   que   tantos   recursos   musicales similares a los de occidente poseen en tanto afinaciones y escalas, será desde este momento un tema muy recurrente. Algunas veces a través de estas características se intentará deducir el momento de evolución en que vivían esas sociedades. Se asumía una correspondencia entre las posibilidades sonoras de los instrumentos y el grado de desarrollo de las sociedades, por ello la insistencia en comparar las afinaciones de los instrumentos prehispánicos con el sistema temperado, pues se pretendía situar así los “avances” de las culturas precolombinas en relación a la sociedad occidental. O sea se daba por un hecho que entre más recursos similares a la música occidental se encontraran en los instrumentos se trataba de sociedades más “evolucionadas”.

La segunda línea temática respecto al estudio de los instrumentos nace en esta época y es una discusión sobre la existencia o no de cordófonos en América,  esta  la  inaugura  Otis  T.  Mason  en  su  Geographical  Distribution  of the Musical Bow (“Distribución geográfica del arco musical”) en 1897, (Ruiz,

2010).  Este  es  igualmente  un  tema  que  se  ha  discutido una  y  otra  vez,  a lo largo del siglo XX, la respuesta a la pregunta sobre ¿Cuál es el origen de los arcos musicales y otros cordófonos indígenas?, no ha sido respondida satisfactoriamente hasta la fecha e incluso en tiempos recientes ha cobrado vigencia por la existencia de un vaso maya de la colección Kerr donde aparece plasmado  un cordófono y su ejecutante.

La tercera línea de discusión constante nace igualmente a finales del siglo XIX y principios del siglo XX y se debe de alguna manera a las primeras expediciones etnográficas como las de Karl Lumhotz, Léon Diguet o Frederick Starr quienes documentan que algunos de los instrumentos musicales precortesianos se encuentran en uso entre los pueblos indígenas que les toca conocer, por lo que se comienza a indagar sobre las “supervivencias musicales”, otra de las temáticas recurrentes en el estudio de la música en la época prehispánica.

Propongo que de esta temática se abrirán al menos dos líneas de interpretación:

 

   Aquellos  estudios  que  ven  la  presencia  de  los  instrumentos  musicales prehispánicos como un elemento que ha permanecido estático, sin cambio alguno por cientos de años y que son testimonio de la pureza de los pueblos indígenas en relación con su matriz cultural prehispánica. O sea, algunos investigadores supusieron que la presencia de instrumentos de origen prehispánico hablaba de una continuidad lineal desde la época prehispánica, de alguna manera dando por un hecho que la presencia de los instrumentos suponía pureza cultural y la posibilidad de conocer como fue la música prehispánica. Lo que despertó la inquietud por investigar la presencia de motivos musicales, que al igual que los instrumentos permanecieran vigentes entre algunas sociedades indígenas.

   Y por otra parte las investigaciones que desde ese momento se preguntan muy  profundamente  de  qué  manera  ese  presente  etnográfico  que  les toca conocer y documentar se relaciona con las antiguas sociedades prehispánicas, un ejemplo pionero de esto podría ser la investigación que hace el alemán Konrad  Theodor Preuss, a principios del siglo XX,  quien realiza un extraordinario trabajo en la Sierra Madre Occidental entre coras, huicholes  y  mexicaneros,  encontrando  en  los  cantos  y  otros  elementos musicales de estos pueblos, puntos que permitirían argumentar un proceso de continuidad con elementos musicales de los antiguos mexicanos, al analizarlos en relación a otros elementos de la cultura.

 

Ahora bien estas temáticas y otras más, estarán presentes a lo largo del siglo XX. Un momento de auge de estos estudios se dio después de la Revolución mexicana, fenómeno social que como todos sabemos, pone de nuevo en la mesa discusión un tema presente desde el siglo XIX y que se cuestionaba sobre qué bases culturales se tendría que cimentar la nación mexicana. El estudio de la música y de los instrumentos prehispánicos en este contexto está vinculado a la importancia del legado prehispánico en la conformación del nacionalismo mexicano pues como tantos otros elementos de las culturas prehispánicas, la música o los instrumentos han sido utilizados como un elemento que exalta ese nacionalismo.[3] Figuras como Jesús C. Romero, Daniel Castañeda, Gabriel Saldívar y Vicente T. Mendoza abonaran a esta discusión.

Desde luego la aportación de otros investigadores ha sido valiosa en el estudio de los instrumentos musicales prehispánicos y de la música de ese periodo histórico, en los últimos 50 años figuras como Samuel Mar (1961), José  Luis  Franco  (1964),  Pablo  Castellanos  (1970)  o  Guillermo  Contreras (1988), destacarán en este ámbito, ya sea desde un punto de vista organológico o proponiendo interpretaciones sobre el uso y contexto en que se realizaba la actividad musical, esta generación precede a varios investigadores que actualmente se dedican al estudio de la temática aludida, entre otros: Gonzalo Sánchez (2009), Agustín Pimentel y Alejandro Méndez (2009), Arnd Adje Both (2010), Francisca Zalquett (2014), quienes se han especializado en el estudio de regiones específicas, y han innovado de manera muy acertada la reconstrucción arqueológica y la experimentación sonora, así como la indagación en las fuentes históricas para contextualizar sus propuestas de interpretación.

 

 

Thomas Stanford

 

Ahora  bien  Thomas  Stanford  como  lo  mencioné  al  inicio,  fue  discípulo de Vicente T. Mendoza, uno de los grandes estudiosos del instrumental precortesiano y seguramente conoció el trabajo de las generaciones precedentes, no  obstante  en  el  estudio  de  la  música  del  periodo  prehispánico  Stanford genera una propuesta que me parece significativa, un avance en el estudio de esta temática y que a  continuación describiré. Teniendo como referencia dos artículos que aparecen en el Tomo I. Periodo Prehispánico, de la obra La música en México, publicado por la UNAM en 1984 y donde Julio Estrada funge como editor. El nombre de estos artículos son: “El concepto indígena de la música, el canto y la danza”, y “Rasgos de la música precolombina”.

Me parece que ambos ilustran lo suficiente un cambio de perspectiva y

recursos que en ese momento y actualmente son muy sugerentes.

En el primer artículo “El concepto Indígena de la música el canto y la danza”, Stanford, recurre a distintas fuentes para dilucidar algunos aspectos sobre la música de la época prehispánica.

 

   A evidencias precolombinas.

   A los testimonios del siglo XVI de frailes e indígenas donde describen algunos de los aspectos de las culturas precolombinas, así como a evidencias lingüísticas recuperadas por los frailes españoles en el siglo XVI pero analizadas contemporáneamente por lingüistas.

   Y a evidencias contemporáneas sobre el sentido de la música para algunos

pueblos indígenas, producto de sus observaciones etnográficas.

 

Inicialmente  destaco  la  intención  del  autor  por  elaborar  un  concepto indígena de música, o sea Stanford se está preguntando con que ámbitos de la cultura, de las sociedades prehispánicas pudo estar relacionado la producción de la música de los instrumentos y que sentido cobraba todo esto. Desde luego a diferencia de muchos de sus predecesores rompe con abordar el estudio del sonido de los instrumentos musicales en sí, sugiriendo muy acertadamente que los sonidos cobran más sentido al ser descifrados o interpretados a partir de relacionarlos con el contexto de las culturas y sociedades en que fueron creados, que a partir de su comparación con un sistema descriptivo como es el caso del sistema temperado para los instrumentos del México antiguo.

Y bien, para hacer esta propuesta recurre como habíamos dicho, a vocabularios del siglo XVI de distintos pueblos indígenas, donde a partir del significado de algunas palabras genera pequeños campos relacionales, que nos permiten tener noción de otros ámbitos con los que pudo tener vínculo la producción de sonido. Es necesario destacar que en varias sociedades indígenas no existe una palabra que designe exclusivamente lo que en español es música,

en mixteco nos dice Stanford la palabra es yaa “fiesta” se relaciona con “danza, juego, música y teatro”, en las lenguas mayenses K ín música, implica   ruido, fiesta y tierra, (Stanford, 1984, p. 65).

Pero  desde  luego,  un  aporte  fundamental  lo  realiza  al  combinar  su experiencia  etnográfica  con  el  acontecimiento  sonoro  para  mostrar  que para algunos pueblos, en este caso un pueblo tzotzil de los altos de Chiapas, Aguacatenango, los contextos que comúnmente relacionamos con aspectos musicales en occidente no necesariamente son los mismo que para algunos pueblos indígenas, en este ejemplo lo que para nosotros es cantar para estos pueblos es llorar.

 

Durante mi estancia en esa población en 1958, escuchaba a las mujeres cantar durante el día cuando los hombres estaban en las milpas. Cuando trate de conseguir informantes para grabar una muestra de lo que escuchaba me quede perplejo, porque nadie parecía saber a qué canciones me refería. No fue sino hasta que, andando por el pueblo con uno de mis informantes encontré a una señora cantando así, a la que pude preguntarle respecto a aquella canción. La respuesta que obtuve fue que no estaba cantando sino llorando (desde luego no pude conseguir que alguien llorara para mi grabadora) (Stanford, 1984, p. 66).

 

 

Y más adelante explica:

 

 

Las mujeres de Aguacatenango, cuando están solas, sobre todo cuando los hombres andan en las milpas durante el día y recuerdan a algún familiar difunto o a alguien que anda muy lejos, suelen irse a algún sitio apartado de sus casas y ponerse a “llorar” de la manera aludida. Parece, a juzgar por las crónicas del siglo XVI y XVII, que el llanto o “endecha” era un rasgo común entre muchas de las culturas del litoral del Pacifico del continente americano (Stanford, 1984, p. 66).

 

 

En este caso retoma un suceso del presente para plantear una posibilidad del pasado, de esta manera Stanford propone una mirada distinta de las supervivencias etnográficas, no busca rasgos musicales que daten de la época prehispánica y que permanezcan sin cambio, para mi gusto hace algo más valioso, propone la existencia de lógicas culturales presentes en la práctica contemporánea para dar contexto a procesos musicales del pasado.

Otra aportación en este artículo se da en esta misma tónica, plantea que para algunos pueblos indígenas y tal vez para los pueblos prehispánicos los

instrumentos musicales “cantan” entendiendo esto como una sublime manera

de hablar.

En este sentido propone una manera distinta de comprender a los instrumentos musicales o a los objetos sonoros. En una primera aproximación esta posibilidad nos conduciría a pensar una personificación de los elementos, lo que sugiere que para estas culturas, los instrumentos comparten algunas características con las personas, lo que da una visión muy distinta de estos elementos, por ejemplo: un teponaztli para algunos investigadores podría ser un idiófono de percusión que tiene intervalos de terceras o quintas, pero tal vez sería más interesante observar al teponaztli como una persona sagrada a la que se le sienta en una silla especial, que canta de una manera determinada, y que al cantar provoca algunos fenómenos atmosféricos, como sucede actualmente en algunas sociedades indígenas del estado de Guerrero.

El  segundo  artículo  “Rasgos  de  la  música  precolombina”,  Stanford discute algunas características de la música y los instrumentos prehispánicos, saliendo de los parámetros del evolucionismo lineal, es decir; deja claro que las características musicales de un instrumento  no dan cuenta de un momento de la evolución de las sociedades y que la dinámica de la trasformación se debe explicar de otras formas, no como un camino ascendente de perfeccionamiento.

En este caso, se pregunta a que lógica cultural podrían obedecer los sonidos del México antiguo, pone como ejemplo el efecto acústico que producen las flautas dobles, estas flautas se caracterizan por tener un timbre muy peculiar el cual se genera por un choque de frecuencias. La respuesta en este caso, podría encontrase,  según  Stanford,  al  revisar  algunos  casos  que  ocurren  en  otros lugares del mundo, echa mano de lo que llama la etnomusicología comparada. Así nos explica una posible similitud del sonido que emite una flauta doble con la afinación de los gamelanes indonesios, con la concepción Navajo de escala, o con el sentido de afinación de algunos lugares de África.

El planteamiento es sugerente pues como el mismo autor dice:

 

 

Propondría por lo tanto que observáramos las músicas en estas zonas en un esfuerzo de reconstrucción del pasado americano, pero no con la idea de que ahí encontráremos nuestro pasado, sino para comparar y considerar hasta qué punto los rasgos que ahí encontramos tienen alguna relación, de acuerdo con los datos que hemos podido reconstruir acerca de las culturas americanas (Stanford, 1984, p. 84).

 

 

Este para mi es el gran aporte del artículo, pues me parece que Thomas Stanford está proponiendo para el caso de la música de la época prehispánica algo similar a lo que, John Víctor Murra el gran etnohistoriador del área andina, propone  para  conocer  algunas  instituciones  de  sociedades  prehispánicas extintas. Es decir las propuestas consideran comparar los rasgos no como analogías superficiales sino como instituciones sistemática y funcionalmente integradas (Murra, 2002 [1970], p. 460).

 

 

Palabras finales

 

Recientemente al estudio de los instrumentos musicales prehispánicos se le ha dado el nombre de arqueomusicologia, y una de sus ramas es la etnohistoria, entendida como el estudio de documentos históricos sobre los instrumentos o la música, elaborados durante el periodo prehispánico o al momento del contacto con los europeos, desde luego esta es una de las posibles maneras de entender a la etnohistoria, muy válida y la que más se ha cultivado en nuestro país.

No obstante, también podemos entender a la etnohistoria como una disciplina que interroga desde la antropología a las fuentes históricas, esta dirección  me  parece  tiene  el  trabajo  de  Thomas  Stanford  en  relación  al estudio de la música en el periodo prehispánico, pues revisa fuentes escritas y arqueológicas y las problematiza antropológicamente, en este aspecto su gran experiencia en el campo le lleva a hacer preguntas de carácter etnográfico a las evidencias del pasado, tratando de dar opciones para explicar el papel de la música en sociedades de las que sabemos muy poco y proponer lógicas culturales que desde el presente etnográfico nos permitan comprender algo del mundo sonoro prehispánico, no propone encontrar “una tradición no contaminada en zonas geográficas remotas”,[4]   más bien la propuesta es que al analizar los contextos relacionales[5] en que se ejecuta la música de algunos pueblos indígenas; esto es analizando las implicaciones de la música con otras esferas de la cultura y las articulaciones a nivel social,[6]  podríamos comprender algo del sentido que cobraban los instrumentos o la emisión de sonidos para los pueblos prehispánicos.

En  ese  sentido  los  textos  de  Stanford  nos  permiten  reflexionar que  la música era un fenómeno complejo relacionado con varias esferas de la cultura en las sociedades prehispánicas, ofreciendo una explicación más holística y amplia, rebasando en mucho la descripción organológica de los instrumentos,

usada frecuentemente para abordar esta temática (Figura 1, Figura 2 y Figura 3).

 

 

 

 

 

Figura 1. Reproducción Flauta de la isla de Jaina, Campeche. Colección Grupo Yodoquinsi

 

 

Figura 2. Teponaztli. Colección Grupo Yodoquinsi

 

 

 

 

Figura 3. Caparazón de tortuga. Colección Grupo Yodoquinsi

 

 

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[1] El resultado de su labor  como recopilador de músicas tradicionales lo podemos observar en la fundación de series fonográficas como Testimonio Musical de México” publicada por el INAH, y en la formación de acervos fonográficos de varias instituciones de nuestro país. Sin duda la recolección de música es uno de los grandes legados de este autor a la Antropología Mexicana.

[2] Desde luego la tendencia a considerar el estudio de la música en el marco más amplio que implica a la sociedad y la cultura está presente en la etnomusicología en autores como Merriam (2001) [1964] o Feld (2001) [1971], resolviendo problemáticas distintas a las que planteo.

[3] Marina Alonso Bolaños (2008), hace una muy interesante discusión a este respecto en el libro

La invención de la música indígena de México.

[4] Como supone aún Martínez Muira (2004), quien desestima el trabajo etnográfico citando esta

idea de Jesús C. Romero.

[5] Catharine Good (2005), demuestra la importancia de analizar los distintos aspectos que

interactúan en una sociedad indígena, o sea, no analiza por separado lo social, lo económico o

lo ritual sino demuestra la relación que existe entre ellos. Propongo que retomar este tipo de

metodologías en el estudio de la música indígena y su relación con la música prehispánica nos

permitirá encontrar las relaciones y continuidades entre éstas.

[6] Daniele Dehouve (2007, p. 23) Desarrolla una importante discusión sobre las continuidades culturales mesoamericanas destacando como apropiadas las metodologías que dan peso a “los conjuntos de rasgos conectados”.