Aportaciones metodológicas para estudio de
la música prehispánica en la obra de Thomas Stanford
Víctor Acevedo Martínez
Escuela Nacional de Antropología e Historia
(ENAH), Ciudad de México, México;
correo
electrónico: victoryodoquinsi@gmail.com
Recibido
el 11 de junio de 2020; aceptado el 28 de enero de 2021
Resumen: Este artículo muestra
algunas de las aportaciones
metodológicas que Thomas Stanford realiza en el estudio de la música y los instrumentos musicales del
México prehispánico.
Se divide en dos partes, en
la primera parte se describen algunas fuentes históricas
que se han analizado y algunos enfoques que se han desarrollado para el estudio de los instrumentos y la música prehispánica. En la segunda
parte se plasman las aportaciones
de Stanford a esta temática, destacando el enfoque
antropológico y etnomusicológico que
este investigador empleó en la
interpretación de acontecimientos del
pasado.
Palabras
clave:
instrumentos
precolombinos, investigación,
etnohistoria, etnomusicología.
Methodological contributions for the study of
Pre-Columbian music in Thomas Stanford�s
work
Abstract:
This article shows some of the methodological contributions that Thomas Stanford
makes in the study of the Pre-Columbian music
and musical instruments from Mexico. It’s divided in two parts, the
first one describes some
historical
sources
that
have
been
analyzed
and some approaches that have been developed for the study of pre-Columbian music and musical
instruments. The second part talks about Stanford’s contributions on this subject,
highlighting the anthropological and ethnomusicological
approach, that this researcher applied on the interpretation of past events.
Key words: instruments pre-Columbian,
research, ethnohistory, ethnomusicology.
Thomas
Stanford llegó a México a mediados de la década de los años cincuenta, fue alumno
de Vicente T. Mendoza,
uno de los grandes
folclorólogos de México,
aunque al parecer los enfoques de estudio en torno a la música tradicional de ambos investigadores no fue compatible (Alonso, 2017, p. 4).
Es probable que la experiencia de estudiar lingüística con Mauricio Swadesh
en la Escuela Nacional de Antropologia e Historia (ENAH), compartir con antropólogos mexicanos interesados
en manifestaciones de
la música y la
danza de
los pueblos indígenas como
Guillermo Bonfil Batalla y
el arduo trabajo de campo que Thomas Stanford realizó durante décadas
registrando las manifestaciones sonoras de distintas culturas indígenas,[1] hayan impactado
en su manera de abordar
el estudio de la música
y le permitieron tener una mirada etnográfica aun cuando tuviera que investigar temáticas de carácter histórico,
proponiendo una forma de interpretar los procesos musicales del pasado. Y si bien es mucho más conocido el trabajo que Stanford
realizó en el caso de la música indígena
o del son mexicano, la temática de la
música prehispánica no es dejada de lado por este investigador y es abordada en algunos artículos.
En este trabajo trataré lo referido a dos artículos que aparecen en el Tomo
I. Período Prehispánico, de la obra La música de México, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1984 y donde Julio Estrada funge como editor. Para lo cual divido este artículo en dos partes, en
la primera expongo algunas de las
fuentes y las corrientes que han
seguido el estudio de la música y los instrumentos prehispánicos. En la segunda parte destaco algunas
de las propuestas de Stanford en la
lectura antropológica que hace del fenómeno musical del periodo prehispánico.
La música en la época prehispánica
Los procesos
culturales
existentes
durante
la
época
prehispánica
siguen
siendo un misterio hasta nuestros
días, si bien ahora se cuenta con
datos que arrojan las excavaciones
arqueológicas
y distintas fuentes históricas como códices,
murales
y crónicas, y existen notables investigaciones arqueológicas y etnohistóricas que han intentado descifrar con resultados bastante sugerentes los significados de la vida cotidiana o del quehacer
ritual de aquella
época, existe un sinnúmero de manifestaciones culturales de las cuáles
todavía no comprendemos sus implicaciones, sociales, económicas, políticas, estéticas o rituales, entre
ellas sin duda, lo que hoy llamamos música es un caso paradigmático.
Es importante
decir que tratar de conocer cómo fue la música en la época prehispánica no es
un asunto sencillo, pues su estudio
como fenómeno de la cultura implica dar cuenta tanto de la manifestación sonora
de los instrumentos, como de la interacción de relaciones sociales de diverso tipo que hacían posible
ésta.[2]
En el caso de la música hecha antes
de la invasión hispana conocemos sólo fragmentos del proceso que
implicaría la ejecución de los instrumentos
y sabemos muy poco del conjunto de
relaciones que permitían la existencia
de la música. No obstante
el mundo sonoro prehispánico se ha intentado descifrar a partir de
las distintas posibilidades que ofrecen las fuentes históricas y las escuelas
interpretativas a las que se han
ceñido musicólogos,
folclorólogos, etnomusicólogos o antropólogos.
De manera general podemos
mencionar algunas fuentes
históricas a las que
la mayoría de los estudiosos han
recurrido para explicar al menos una
parte de este fenómeno.
1) Los vestigios arqueológicos.
Es valiosa la existencia material
de instrumentos que fueron elaborados
durante la época prehispánica por las distintas culturas que habitaron lo que hoy es México, distintos
tipos de flautas, silbatos, ocarinas, caracoles, teponzatlis,
caparazones de tortuga,
sonajas, raspadores, sartales de concha,
cascabeles, huehuetls y tambores con
cuerpo de barro, entre otros instrumentos se conservan en las vitrinas de
algunos museos o permanecen sin clasificar en las bodegas de los mismos.
Asimismo contamos
con el testimonio material que permite saber al menos
la posición en que se ejecutaban algunos instrumentos, pues varios
músicos fueron representados en
estatuillas de barro: existen varios ejemplos procedentes de las culturas
del Golfo, del área maya o del occidente por mencionar algunas regiones.
2) Las
imágenes de instrumentos o músicos plasmados en códices o murales.
En
códices prehispánicos y poshispánicos varios
músicos fueron plasmados desarrollando su actividad;
de los primeros el Becker II y el Madrid, de los segundos el Borbónico, el Florentino, el Magliabecchiano, entre otros. También hay murales, como los de Bonampak en Chiapas, donde aparecen músicos tocando.
3) Las crónicas
y otros documentos escritos por frailes
y otros observadores durante el siglo XVI.
Existen menciones
sobre la música
hechas por
algunos cronistas del siglo XVI, entre otros y sólo por
mencionar a uno, Fray Bernardino
de Sahagún en su obra La historia general
de las cosas de la Nueva España,
describe las celebraciones realizadas en las veintenas
y algunos detalles sobre la participación
de los músicos en estos festejos o bien el uso de algunos instrumentos durante los rituales.
Otras fuentes escritas son los vocabularios o diccionarios recogidos durante las primeras épocas
de contacto y que han sido utilizados en el estudio de la música en la época
prehispánica como lo hace Thomas
Stanford.
El proceso de interpretación
Ahora
bien, la interpretación de estas
fuentes históricas ha obedecido a los criterios que los estudiosos han seguido para tratar de sugerir como era la
música en la época prehispánica, estas han variado
según el momento histórico, la moda
académica y las condiciones políticas.
Podría decir que algunas de las temáticas que han seguido los estudiosos
de la música y los instrumentos
prehispánicos han sido tratadas desde las primeras investigaciones a finales del siglo XIX y han estado presente a lo largo del siglo
XX como veremos a continuación. De manera general Carlos Ruiz
(2010) identifica al menos tres tendencias que han trazado
el camino, desde luego no son todas pero estas tres han marcado
cierta tradición en la materia.
• La primera se refiere al estudio de los instrumentos musicales
prehispánicos, afinaciones y escalas.
• La segunda a la existencia de cordófonos en
América.
• Y a tercera
a las “supervivencias” de elementos musicales en las culturas
indígenas contemporáneas.
Las explico a continuación:
el interés de los investigadores por conocer
el papel
de la música
o de los instrumentos
prehispánicos, según
Carlos Ruiz (2010) inicia al menos desde finales
del siglo XIX. Uno de los primeros investigadores
Hilborne T. Cresson entre 1875 y 1880, publicó varios estudios de corte arqueológico en revistas científicas.
En uno de sus trabajos
tempranos, On Aztec music (“Sobre la música azteca”),
analiza con detalle algunos aerófonos mexicas para sugerir el posible uso de escalas
musicales diatónicas y hasta cromáticas en
las culturas prehispánicas (Ruiz, 2010, p. 15).
La propuesta de estudiar el sonido de los instrumentos prehispánicos principalmente aerófonos, para
observar que tantos
recursos musicales similares a los de occidente
poseen en tanto afinaciones y escalas, será desde este momento un tema muy recurrente. Algunas veces a través de
estas características se intentará deducir el momento
de evolución en que vivían esas sociedades. Se asumía
una correspondencia entre las
posibilidades sonoras de los instrumentos
y el grado de desarrollo de las sociedades, por ello la insistencia en comparar las afinaciones de los instrumentos prehispánicos con el sistema temperado,
pues se pretendía situar así los “avances” de las culturas precolombinas en
relación a la sociedad occidental. O sea se daba por un hecho que entre más recursos similares a la
música occidental se encontraran en los instrumentos
se trataba de sociedades más “evolucionadas”.
La segunda línea
temática respecto al estudio de los instrumentos nace en
esta época y es una discusión sobre la existencia o no de cordófonos en América, esta
la inaugura Otis T.
Mason en su Geographical Distribution
of the Musical Bow (“Distribución geográfica del arco musical”)
en 1897, (Ruiz,
2010). Este
es igualmente un
tema que se
ha discutido una
y otra vez, a lo largo del siglo XX, la respuesta a la pregunta
sobre ¿Cuál es el origen de los arcos
musicales y otros cordófonos indígenas?, no ha sido respondida
satisfactoriamente hasta la fecha e
incluso en tiempos recientes ha cobrado vigencia por la existencia de un vaso maya de la colección Kerr donde aparece plasmado
un cordófono y su ejecutante.
La tercera
línea de discusión
constante nace igualmente a finales del siglo
XIX y principios del siglo XX y se debe de alguna manera a las primeras
expediciones etnográficas como las de Karl Lumhotz, Léon Diguet o Frederick
Starr quienes documentan que algunos
de los instrumentos musicales precortesianos se encuentran en uso entre los pueblos indígenas que les toca conocer, por lo que se comienza a indagar sobre las “supervivencias musicales”,
otra de las temáticas recurrentes en
el estudio de la música en la época prehispánica.
Propongo que de
esta temática se abrirán al menos dos líneas de interpretación:
• Aquellos
estudios
que
ven la presencia de los instrumentos musicales
prehispánicos como un elemento que ha permanecido
estático, sin cambio alguno por
cientos de años y que son testimonio de la pureza de los pueblos indígenas en relación con su matriz cultural prehispánica.
O sea, algunos investigadores
supusieron que la presencia de instrumentos
de origen prehispánico hablaba de una
continuidad lineal desde la época
prehispánica, de alguna manera dando por un hecho
que la presencia de los instrumentos suponía
pureza cultural y la posibilidad de conocer como fue la música prehispánica. Lo
que despertó la inquietud por investigar la presencia de motivos
musicales, que al igual que los instrumentos
permanecieran vigentes entre algunas sociedades indígenas.
• Y por otra parte las investigaciones que desde ese momento
se preguntan muy profundamente de qué manera
ese
presente
etnográfico
que les toca conocer y documentar se
relaciona con las antiguas sociedades prehispánicas, un ejemplo pionero de esto podría ser la investigación que hace el alemán Konrad
Theodor
Preuss, a principios del siglo XX, quien realiza un extraordinario trabajo
en la Sierra Madre Occidental entre
coras, huicholes y mexicaneros, encontrando en los cantos y otros
elementos musicales de estos pueblos, puntos que permitirían argumentar un proceso de continuidad con elementos musicales de los antiguos mexicanos, al analizarlos en relación a otros
elementos de la cultura.
Ahora bien estas temáticas y otras más, estarán presentes a lo largo del siglo XX. Un momento de auge de estos estudios se dio después de la Revolución
mexicana, fenómeno social que como todos sabemos, pone de nuevo en la mesa discusión un tema presente desde
el siglo XIX y que se cuestionaba sobre qué bases culturales se tendría que cimentar la nación mexicana.
El estudio de la música y de los instrumentos
prehispánicos en este contexto está vinculado
a la importancia del legado prehispánico en la conformación del nacionalismo mexicano pues como tantos
otros elementos de las culturas prehispánicas,
la música o los instrumentos
han sido utilizados como un elemento
que exalta ese nacionalismo.[3] Figuras como Jesús
C. Romero, Daniel Castañeda, Gabriel Saldívar y Vicente T. Mendoza abonaran a esta discusión.
Desde luego la
aportación de otros investigadores ha sido valiosa en el estudio de los instrumentos musicales
prehispánicos y de la música de ese periodo histórico, en los últimos 50 años figuras
como Samuel Martí (1961),
José
Luis Franco (1964), Pablo Castellanos
(1970) o Guillermo Contreras (1988), destacarán en este ámbito, ya sea desde un punto de vista organológico
o proponiendo interpretaciones sobre el uso y contexto
en que se realizaba la actividad musical,
esta generación precede a varios investigadores
que actualmente se dedican al estudio de la temática aludida, entre otros:
Gonzalo Sánchez (2009), Agustín
Pimentel y Alejandro Méndez (2009), Arnd
Adje Both (2010), Francisca Zalquett
(2014), quienes se han especializado en el estudio de regiones específicas,
y han
innovado de manera muy acertada la reconstrucción
arqueológica y la experimentación
sonora, así como la indagación en las
fuentes históricas para contextualizar sus propuestas de interpretación.
Thomas Stanford
Ahora
bien
Thomas Stanford como lo mencioné
al
inicio, fue discípulo de Vicente T. Mendoza, uno de los grandes estudiosos del instrumental precortesiano y seguramente conoció el trabajo de las generaciones precedentes, no obstante
en el estudio
de la música
del periodo prehispánico
Stanford genera una propuesta que me parece significativa, un avance en el estudio
de esta temática y que a continuación describiré. Teniendo como referencia dos artículos
que aparecen en el Tomo I. Periodo Prehispánico, de la obra La música en
México, publicado por la UNAM en 1984 y donde Julio Estrada funge
como editor. El nombre de estos artículos son: “El concepto indígena
de la música, el canto y la danza”, y “Rasgos
de la música precolombina”.
Me parece que ambos ilustran lo suficiente un cambio de perspectiva y
recursos
que en ese momento y actualmente son muy
sugerentes.
En el primer artículo
“El concepto Indígena de la música el canto y la danza”, Stanford,
recurre a distintas fuentes
para dilucidar algunos aspectos sobre
la música de la época prehispánica.
• A evidencias precolombinas.
• A los testimonios del siglo XVI de frailes
e indígenas donde describen algunos de los aspectos de las
culturas precolombinas, así como a
evidencias lingüísticas recuperadas por los frailes españoles en el siglo XVI
pero analizadas contemporáneamente por lingüistas.
• Y a evidencias contemporáneas sobre el sentido de la música
para algunos
pueblos indígenas,
producto de sus observaciones etnográficas.
Inicialmente destaco
la intención del autor por
elaborar un concepto
indígena de música, o sea Stanford se
está preguntando con que ámbitos de la cultura, de las sociedades prehispánicas pudo estar
relacionado la producción de la música de los instrumentos y que sentido
cobraba todo esto. Desde luego a diferencia de muchos de sus
predecesores rompe con abordar el estudio del sonido de los instrumentos musicales
en sí, sugiriendo muy acertadamente que los sonidos cobran más
sentido al ser descifrados o interpretados
a partir de relacionarlos con el
contexto de las culturas y sociedades en que fueron creados, que a partir de su comparación con un sistema descriptivo
como es el caso del sistema temperado para los instrumentos del México antiguo.
Y
bien, para hacer esta propuesta recurre
como habíamos dicho, a vocabularios
del siglo XVI de distintos pueblos indígenas, donde a partir del significado de algunas palabras
genera pequeños campos relacionales, que nos permiten
tener noción de otros ámbitos con los que pudo tener vínculo la producción de
sonido. Es necesario destacar que en
varias sociedades indígenas no
existe una palabra
que designe exclusivamente lo que en español es música,
en mixteco nos dice Stanford la palabra es yaa “fiesta” se relaciona con “danza, juego, música
y teatro”, en las lenguas
mayenses K ín música, implica
ruido, fiesta
y tierra, (Stanford, 1984, p. 65).
Pero desde
luego,
un
aporte fundamental lo realiza al combinar
su
experiencia etnográfica
con
el
acontecimiento
sonoro
para
mostrar
que
para algunos pueblos, en este caso
un pueblo tzotzil de los altos de Chiapas,
Aguacatenango, los contextos que comúnmente relacionamos con aspectos musicales en occidente no necesariamente
son los mismo que para algunos pueblos indígenas, en este ejemplo lo que para nosotros es
cantar para estos pueblos es llorar.
Durante mi estancia en esa población en 1958, escuchaba a las mujeres cantar durante el día cuando los hombres estaban en las
milpas. Cuando trate de conseguir
informantes para grabar una muestra de lo que escuchaba
me quede perplejo, porque
nadie parecía saber a qué canciones me refería. No fue sino hasta que, andando por el pueblo con uno de mis
informantes encontré a una señora
cantando así, a la que pude preguntarle respecto a aquella canción. La
respuesta que obtuve fue que no
estaba cantando sino llorando (desde luego
no pude conseguir que alguien llorara para mi grabadora)
(Stanford, 1984, p. 66).
Y más
adelante explica:
Las mujeres de
Aguacatenango, cuando están solas, sobre todo cuando los hombres andan en las milpas durante
el día y recuerdan a algún familiar
difunto o a alguien que anda muy
lejos, suelen irse a algún sitio apartado de sus casas y ponerse a “llorar” de la manera aludida. Parece, a juzgar por las
crónicas del siglo XVI y XVII, que el llanto o “endecha” era un rasgo
común entre muchas de las culturas del litoral del Pacifico
del continente americano (Stanford, 1984, p. 66).
En este caso retoma un suceso del presente para plantear una posibilidad
del pasado, de esta manera Stanford
propone una mirada distinta de las supervivencias etnográficas, no busca rasgos musicales
que daten de la época prehispánica y que permanezcan sin cambio, para mi gusto hace algo
más valioso, propone la existencia de lógicas culturales presentes en la
práctica contemporánea para dar contexto a procesos musicales del pasado.
Otra aportación en este artículo se da en esta misma tónica,
plantea que para algunos
pueblos indígenas y tal vez para los pueblos prehispánicos los
instrumentos
musicales “cantan”
entendiendo esto como una sublime
manera
de hablar.
En este sentido propone una manera distinta de comprender
a los instrumentos musicales o a los objetos sonoros. En una primera aproximación esta posibilidad nos conduciría a pensar una personificación de los elementos,
lo que sugiere que para estas culturas,
los instrumentos comparten algunas características con las personas, lo que da una visión muy distinta de estos elementos, por ejemplo: un teponaztli para algunos investigadores podría ser un idiófono de percusión que tiene intervalos de terceras
o quintas, pero tal vez sería
más interesante observar al teponaztli
como una persona
sagrada a la que se le sienta en una silla especial,
que canta de una manera determinada, y
que al cantar provoca algunos fenómenos atmosféricos, como sucede actualmente en algunas sociedades indígenas del estado de Guerrero.
El segundo artículo “Rasgos
de
la
música
precolombina”,
Stanford
discute algunas características de la música y los instrumentos prehispánicos,
saliendo de los parámetros del evolucionismo
lineal, es decir; deja claro que las características musicales de un instrumento
no dan cuenta de un momento de
la evolución de las sociedades y que
la dinámica de la trasformación se
debe explicar de otras formas, no como un camino ascendente de
perfeccionamiento.
En este caso,
se pregunta a que lógica cultural podrían obedecer los sonidos del México
antiguo, pone como ejemplo el efecto
acústico que producen las flautas dobles, estas flautas
se caracterizan por tener un timbre muy peculiar el
cual se genera por un choque de frecuencias. La respuesta en este caso, podría encontrase, según Stanford,
al revisar algunos
casos que ocurren en
otros lugares del mundo,
echa mano de lo que llama la etnomusicología comparada. Así nos explica una posible similitud
del sonido que emite una flauta
doble con la afinación de los gamelanes indonesios, con la concepción Navajo de escala, o
con el sentido de afinación de
algunos lugares de África.
El
planteamiento es sugerente pues como
el mismo autor dice:
Propondría por lo tanto que observáramos las músicas en estas zonas en un esfuerzo de reconstrucción del pasado americano, pero no con la idea de que ahí
encontráremos nuestro pasado, sino para comparar y considerar hasta
qué punto los rasgos que ahí
encontramos tienen alguna relación, de acuerdo con los datos que
hemos podido reconstruir acerca de las culturas americanas
(Stanford, 1984, p. 84).
Este para mi es el gran
aporte del artículo, pues me parece
que Thomas Stanford está proponiendo
para el caso de la música de la época prehispánica algo similar a lo que, John Víctor Murra el gran
etnohistoriador del área andina, propone para conocer algunas instituciones
de
sociedades
prehispánicas
extintas. Es decir las propuestas
consideran comparar los rasgos no
como analogías superficiales sino como instituciones sistemática y funcionalmente integradas (Murra,
2002 [1970], p. 460).
Palabras finales
Recientemente al estudio de los instrumentos musicales
prehispánicos se le ha dado el nombre de arqueomusicologia, y una de sus ramas es la
etnohistoria, entendida como el estudio de documentos históricos sobre los instrumentos
o la música, elaborados durante el periodo prehispánico o al momento del
contacto con los europeos, desde luego esta es una de las posibles maneras de
entender a la etnohistoria, muy válida y la que más se ha cultivado
en nuestro país.
No obstante,
también podemos entender a la etnohistoria como una disciplina que interroga
desde la antropología a las fuentes
históricas, esta dirección me
parece tiene el trabajo de Thomas
Stanford en relación
al estudio de la música en el periodo prehispánico, pues revisa fuentes escritas y arqueológicas y las problematiza antropológicamente, en este aspecto su gran experiencia en el campo
le lleva a hacer
preguntas de carácter
etnográfico a las evidencias del pasado, tratando de dar opciones
para explicar el papel de la música en sociedades de las que
sabemos muy poco y proponer lógicas
culturales que desde el presente
etnográfico nos permitan comprender algo
del mundo sonoro prehispánico, no propone encontrar
“una tradición no contaminada en zonas geográficas remotas”,[4] más bien la propuesta es que
al analizar los contextos relacionales[5] en que se ejecuta
la música de algunos pueblos indígenas; esto es analizando las implicaciones de la música con otras esferas de la cultura
y las articulaciones a nivel social,[6] podríamos comprender
algo del sentido que cobraban los
instrumentos o la emisión de sonidos
para los pueblos prehispánicos.
En ese sentido los textos
de
Stanford
nos
permiten reflexionar que la música era un fenómeno
complejo relacionado con varias esferas de la cultura en las sociedades prehispánicas, ofreciendo una explicación más
holística y amplia, rebasando en mucho la descripción organológica de los instrumentos,
usada frecuentemente para
abordar esta temática (Figura 1, Figura 2 y Figura 3).
Figura
1. Reproducción Flauta de la isla de Jaina, Campeche. Colección Grupo Yodoquinsi
Figura
2. Teponaztli.
Colección Grupo Yodoquinsi
Figura
3. Caparazón de tortuga. Colección Grupo Yodoquinsi
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[1] El resultado de su labor
como recopilador de músicas tradicionales lo podemos observar en la fundación
de series fonográficas
como “Testimonio Musical de México” publicada
por el INAH, y en la formación
de acervos fonográficos de varias
instituciones de nuestro país. Sin duda
la recolección de música es uno de los grandes
legados de este autor a la
Antropología Mexicana.
[2] Desde luego la tendencia a considerar el estudio de la música en el marco más amplio que implica a la sociedad y la cultura
está presente en la etnomusicología
en autores como Merriam (2001) [1964]
o Feld (2001) [1971], resolviendo
problemáticas distintas a las que planteo.
[3] Marina Alonso Bolaños (2008),
hace una muy interesante discusión a este respecto en el libro
La invención de la música
indígena de México.
[4] Como supone aún Martínez Muira
(2004), quien desestima el trabajo etnográfico citando
esta
idea de Jesús C.
Romero.
[5] Catharine Good (2005),
demuestra la importancia de analizar
los distintos aspectos
que
interactúan en una sociedad indígena, o sea, no analiza por separado lo social,
lo económico o
lo ritual sino demuestra
la relación que existe entre
ellos. Propongo que retomar este tipo de
metodologías en el estudio de la música indígena y su relación con la música prehispánica nos
permitirá encontrar las relaciones y continuidades entre éstas.
[6] Daniele Dehouve (2007, p. 23) Desarrolla una importante discusión sobre las continuidades
culturales mesoamericanas destacando como apropiadas las metodologías que dan
peso a “los conjuntos de rasgos
conectados”.