Música y baile en el Paseo de Santa Anita, 1703-1924, Ciudad de México

 

 

 

Rafael Antonio Ruiz

 

Investigador independiente, México;

correo electrónico: malou_5vibe@yahoo.com.mx

 

 

Recibido el 21 de junio de 2020; aceptado el 2 de febrero de 2021

 

 

 

Resumen:  Esta  investigación  forma  parte  de  un  proyecto  más  amplio que  estudia  la  música  popular  mexicana  desde  fines  del  siglo  XVIII  hasta las primeras décadas del XX. Las diversiones públicas en las ciudades hispanoamericanas eran parte fundamental de la vida de sus habitantes. En la ciudad de México, desde el siglo XVIII hasta las primeras décadas del XX el Paseo de Santa Anita era el más concurrido. En este artículo se hará una revisión de la historia de dicho paseo en su relación con la música y el baile.

 

Palabras clave: Música México, siglo XIX, Paseos Ciudad de México, Paseo de las Flores, Música popular México.

 

 

Music and dance on Paseo de Santa Anita,

1703-1924, Mexico City

 

 

Abstract: This research is part of a larger project that studies Mexican popular music from the late 18th Century to the first decades of the 20th. Public entertainment in Spanish American cities was a fundamental part of the lives of its inhabitants. In Mexico City, from the 18th century to the first decades of the 20th, the Paseo de Santa Anita was the most crowded. This article will review the history of this paseo in relation to music and dance.

 

Key words: Mexican Music; 19th Century; Paseos Mexico City; Paseo de las Flores; Mexican Popular Music.

 

 

 

 

 

Las diversiones públicas en las ciudades hispanoamericanas y particularmente sus paseos eran parte fundamental de la vida de sus habitantes. En la ciudad de México, desde el siglo XVIII hasta las primeras décadas del XX el Paseo de Santa Anita era el más concurrido. En este artículo se hará una revisión de la historia de dicho paseo en su relación con la música y el baile.

 

 

Los paseos en España y América

 

En  España  y  América,  todas  las  ciudades,  grandes  o  pequeñas,  tenían  sus paseos que eran parte fundamental en la vida de sus pobladores. En Sevilla estaba la Alameda de Hércules; en Santiago de Chile, el Paseo de la Cañada; en Lima, la Alameda de los Descalzos; La Habana también contaba con su Paseo. Los paseos eran simplemente largas calzadas de tierra con árboles a sus lados. Era común que en ellos se cantara, bailara y en general se hiciera fiesta.

Para el siglo XVIII, las autoridades comenzaron con una serie de medidas para el mejoramiento urbano; igualmente aparecieron los reglamentos y edictos que buscaban evitar los desórdenes y abusos en jardines y paseos.  Sin embargo, estos documentos también nos ayudan a conocer cuáles eran las costumbres de los habitantes. Veamos un ejemplo: en Madrid, el paseo más concurrido era el del Prado que a mediados del XVIII había sido remozado como parte de una serie de reformas urbanas de la capital. En el Diario de Madrid, del 11 de agosto de 1789, aparece un bando prohibiendo los bailes y músicas a altas horas de la noche. Señalaba que:

 

…ninguna persona de cualquier estado, clase y condición que sea, forme bailes en el paseo del Prado por las noches… Asimismo se manda, que las músicas de instrumentos y voces que se juntan por la noche en dicho paseo del Prado, cesen precisamente desde las 12 de la noche en adelante, procurando que en


 

 

los cantares y coplas que en el tiempo permitido se cantaren, no haya palabras deshonestas…[1]1

 

En   la ciudad de México también se publicaron  edictos semejantes. El mismo año de 1789, el corregidor de la ciudad de México, don Bernardo de Bonavia y Zapata, prohibía que “…ninguna persona, de cualesquier estado, calidad o graduación, use en modo alguno, o con pretexto que sea el que fuese, en las calles, Alameda, Paseos, u otros parajes públicos, el juego de Carnestolendas, ni pueda arrojar, quebrar o tirar Cascarones, Anises, Papeles, Aguas, Frutas, Tizar ni otra cosa…”.[2]

 

 

El canal de la Viga y el Paseo de la Viga

 

El Paseo de Santa Anita se llevaba a cabo en el canal de la Viga que era parte de la Acequia Real o Canal Nacional, una de las vías de comunicación que abastecía a la ciudad de México con productos agrícolas de Chalco y Xochimilco. Pasaba por varios pueblos, entre ellos Iztacalco y Santa Anita y llegaba hasta la calle de Roldán a pocos metros del Palacio Nacional.

En el canal estaba la garita de la Viga, que controlaba el acceso a la ciudad. Otras garitas eran para principios del siglo XIX, la de Coyuya, San Lázaro, Tepito y Peralvillo. Para mediados de siglo XIX, el gobierno autorizó la navegación con barcos de vapor entre Chalco y la ciudad de México a través del canal. El anuncio decía: “Ha llegado ayer al Paseo de la Viga el primer buque de vapor, con el que veremos realizada prontamente la importante mejora que ha tanto tiempo esperamos” (Figura 1)[3].

Lo característico del Paseo de la Viga era que la calzada arbolada corría paralela al canal de agua. Así que la gente podía ir tanto a caballo, carroza o pie sobre el paseo o navegando en una trajinera sobre el canal.

El paseo fue conocido por varios nombres: Paseo de la Viga, de Santa Anita, de Iztacalco, dependiendo por donde pasara; también se le llamó Paseo de Jamaica, Paseo Revillagigedo en honor del virrey, Paseo Juárez como homenaje al Benemérito. Igualmente fue conocido como Paseo de las Flores.

 

Figura 1. Barco de vapor en el canal de la Viga

 

 

En una parte del canal se llevaba a cabo la Fiesta de las Flores o Paseo de Santa Anita. Durante éste se vendían gran cantidad de flores pues la costumbre era que cada asistente las llevara para adornar el altar de la Virgen de Dolores que muchos tenían en su hogar o en alguna esquina de su barrio. Además, hombres y mujeres regresaban con una corona de rosas y amapolas, testimonio que habían asistido al Paseo de Santa Anita.

El paseo era concurrido por todas las clases sociales, los ricos a caballo o en sus carruajes; los pobres, a pie o amontonados en una trajinera. Para la gente que podía pagarlo había embarcaciones con techos cubiertos de enramadas. Además de Santa Anita, la ciudad contaba con los paseos de Bucareli, Alameda, de las Cadenas, éste junto a la Catedral.

 

 

El Paseo de Santa Anita en el siglo XVIII

 

Durante la época colonial una costumbre era llevar a los virreyes a visitar el paseo en una trajinera muy adornada, tal como aparece en una pintura de 1703, titulada Paseo de la Viga con la iglesia de Iztacalco, del pintor Pedro Villegas; en ella aparecen dos elementos que nos interesan: abajo a la izquierda vemos al virrey don José Sarmiento y Valladares, conde de Moctezuma, salir en una lujosa trajinera del pueblo de Iztacalco. En otra parte de la pintura se ve un


 

 

músico tocando un arpa y otro una guitarra pequeña.[4]  Al parecer, uno de los músicos usa un traje de noble mexica, tal vez se trataba de un personaje de la danza de Moctezuma u otra semejante (Figura 2).

 

 

 

 

Figura 2. Músicos en trajinera (detalle)

 

 

 

El paseo era el más popular entre los habitantes de la capital y el viajero italiano Giovanni Francesco Gemelli Careri dice que ahí se navegaba en canoas o barcas, “con gran número de músicos y cantores los cuales compiten para hacer apreciar la perfección de su canto”. En otra parte de su relato señala: “fui al acostumbrado pase de Jamaica, en donde encontré muchas carrozas en la orilla, y canoas en el canal, en las cuales se bailaba y cantaban muchos músicos” (Gemelli Careri, 1983, pp. 76, 105).

En su “Diario del viaje” que hizo a la América en el siglo XVIII, Francisco de  Ajofrín  también  hace  referencia  al  paseo  y  señala:  A  esta  deliciosa recreación  concurren  los  mexicanos,  señores  y  señoras,  embarcándose  en canoas con grandes músicas y algazara de regocijo y fiestas” (Ajofrín, 1986, p.

142). Aunado al paseo con comida, música y flores, también se daban corridas de toros y peleas de gallos.[5] En la siguiente imagen vemos el paseo a mediados del siglo XVIII: a la izquierda el puente y Garita de la Viga; a un lado de éste el Barrio de Santa Anita al extremo derecho el rastro de San Antonio Abad y la Iglesia de San Pablo; al centro, unos soldados que vigilan el paseo; abajo a la derecha, una pulquería. (Katzew, 2006, lám. 103) (Figura 3).

 

 

 

 

Figura 3. El Paso de Iztacalco, 1763

 

 

Las autoridades trataban de controlar el desorden que llegaba a dar. Consideraban que esto se debía a que en las trajineras se mezclaban gentes de diferentes sexos y clases: indios, mestizos, españoles y que las diversiones se alargaban hasta muy noche. Por tal motivo, publicaron un decreto en abril de

1748 que aparece en la Recopilación Sumaria de Eusebio Beleña y que señalaba:

 

Que las justicias de esta ciudad concurran todas las noches por la temporada del Paseo de Jamaica a celar y velar no haya desorden alguno, y dadas las nueve de la noche hagan se retiren todos, sin excepción alguna, de dicho Paseo y de la Acequia… (González, 1991, p. 278).

 

A pesar de los edictos y los castigos, los habitantes de la capital seguían asistiendo al paseo, escuchando la música y bailando. Las figurillas en barro mostradas en la Figura 4, representan probablemente músicos tocando en canoas. Provienen del museo Pedro Coronel de Zacatecas. La colección alcanza las tres mil piezas. Quien las ha estudiado es Juan Sebastián Gómez Llano es su tesis de arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), titulada “Continuidad de los ritos mesoamericanos en el Altiplano Central a través de figurillas de la época colonial” que presentó en 2010.

A pesar de que no fueron halladas en contexto, por la literatura arqueológica se sabe que este tipo de figurillas provienen del centro de México. Representan tanto   españoles   como   indios;   animales,   objetos   y   figuras   zoomorfas (algunas manufacturadas en moldes). Las que representan músicos incluyen arpistas,fagotistas,  ejecutantes  de  cuerda  frotada  y  punteada,  percusiones  y

trompetas (Gómez, 2010).

 

 

 

 

Figura 4. Músicos tocando

 

 

La popularidad de la fiesta con música y baile en el canal, se manifiesta en la obra de teatro “Coloquio al Paseo de Ixtacalco”.  Ésta se representó por las monjas del convento de Santa Teresa la Antigua de la ciudad de México. En el texto no deja de hacerse alusiones a la música y el baile pues en la primera escena  un  payo  (campesino)  cree  ver  entre  las  chinampas  a  unos  padres rompiendo su votos religiosos que “Con tan poco lucimiento / chinampean, si yo no miento / con músicas y con bailes…” (Sten, 2007, p. 65).

Muchos se han cuestionado cómo era la música y el baile que se ejecutaba en estos lugares. Gabriel Saldívar escribía en 1934:

 

Yo me he preguntado qué se bailaba y cantaba en aquellos remotos tiempos, y no encuentro otra respuesta que la que dan la estampería popular y las litografías de mediados del siglo pasado; principalmente y muy dignas de mencionar son las de Inclán, Iriarte y Decaen (Saldívar, 1937, p. 309).

 

 

En dicha estampería y litografías la instrumentación consiste en un arpa y una jarana (en ninguno aparece un violín). En el baile, el hombre tiene las manos tomadas por la espalda y la mujer asiendo su falda. Al parecer provienen del  Altiplano  y  podrían  reflejar  un  estilo  actualmente  perdido  pero  que podemos conocer por los datos que ofrecen escritores como Antonio García Cubas y Guillermo Prieto.

 

 

El paseo de Santa Anita a mediados del siglo XIX

 

Para mediados del siglo XIX el “Manual del viajero en México” describía así el paseo:

 

Se extiende el paseo de la Viga por una parte del canal que de Méjico conduce á Chalco; en el tramo destinado para el paseo, se encuentran a la orilla algunas casas de campo de no fea vista y a la otra una ancha calzada con árboles, por donde transitan los coches y los jinetes. La gente del pueblo principalmente se embarca en las canoas, que se fletan por cortas cantidades, y van a los pueblos de Iztacalco, Santa Anita y la Resurrección y a los lugares intermedios, a tomar sabrosas meriendas y a coronarse de flores sacadas de las Chinampas, para volver cantando y bailando al movimiento blando que las aguas imprimen a la frágil embarcación. (Arróniz, 1991, p. 112) .

 

 

Los habitantes de la capital hacían sus fandangos a la orilla del canal. En la Figura 5 vemos a una pareja bailando tal vez un jarabe y las mujeres con coronas de flores.

Sin embargo, la manera más gustada en el Paseo de Santa Anita, era cantar y bailar sobre una trajinera. En la Figura 6, un tanto idealizada, aparecen las mujeres con las características coronas de flores y un hombre con una guitarra.

 

 

 

 

Figura 5. Bailando a orillas del canal

 

 

 

 

Figura 6. Trajinera frente a la garita de la Viga

 

 

¿Qué tocaban y bailaban los capitalinos de ese entonces? Esto puede derivarse de una poesía de Guillermo Prieto dedicada al Paseo de Santa Anita y publicada por el periódico El siglo XIX el 6 de marzo de 1842.  Algunos versos hacen referencia a varios sones de la época: “El Palomo”, “El Animal” y “El Perico” y sus estribillos: “cucurrucú, huy, huy y pica, pica”.

 

En el canal transparente / Ocupan el primer rango / Las canoas del fandango / Que atraviesan la corriente. Van de gente como piña, / Y van alegres cantadores,

/ Y tenaces bailadores. Que se agolpan como en riña. […] Y el cucurrucú del Palomo, / Y el ¡huy! ¡huy! del Animal /Se escucha de entre el canal, / Y bailan si saber cómo. […] ¡Hola, toquen el Perico! Pica, pica… faltan dos, ¡Por Dios, por amor de Dios! Vaya el Peregrino, chico.[6]

 

Gozando de tal popularidad, no era raro que la fiesta que se hacía en el paseo llegase a la literatura y al teatro. En todas ellas se hace referencia al baile y la música popular. En 1857, El Museo Universal, de Madrid publicó un extenso artículo titulado “Un paseo a Santa Anita y a la Chinampas” de Niceto de Zamacois. El autor no pasa por alto la música que se tocaba con arpa y jarana sobre las trajineras.

 

Escuchad el jarabe excitador que en el arpa y la jaranita tocan en este instante los músicos que están sentados al borde de cada canoa respectiva, pagados por sus dueños, para que los que se embarcan puedan hacer su viaje bailando o viendo

bailar…[7]

 

 

 

 

Figura 7. Viaje a Santa Anita por el Canal de la Viga (detalle)

 

 

6

 

 

El miércoles 16 de noviembre de 1859 el periódico La Sociedad anunciaba que al día siguiente se estrenaría en el Gran Teatro Nacional la ópera cómica de costumbres mexicanas “Un Paseo a Santa Anita”. Además, señalaba que “Cuando el argumento lo exija, habrá dos parejas para bailar el jarabe y otros bailes nacionales, los cuales serán acompañados por una música de bandolones y jaranitas colocada en el foro, ensayados y arreglados escrupulosamente por el Sr. Sabás Contla”.[8] Asimismo “Para mayor efecto y propiedad, el distinguido artista mexicano Sr. Serrano ha pintado una decoración de Santa Anita viéndose en último término el Puente de Jamaica”.[9]

La música era del maestro italiano Antonio Barilli y la letra de José Casanova y Víctor Landaluce.[10] La obra contiene varios versos de piezas que eran muy populares en la ciudad de México de esa época; por ejemplo el que dice: Por ese lunar que tienes / cielito lindo, junto a la boca / no se lo des a nadie, cielito lindo que a me toca, que a me toca”.[11]  Otros eran “El palomo”, “El

conejito”, “La petenera”, “El butaquito”, “El jarabe[12] (Figura 8).

 

 

 

Figura 8. Bailando en una trajinera

 

 

El paseo era tema en los distintos teatros de la capital en obras cortas como Los Paseos de Santa Anita, Una Fiesta en Santa Anita (1886), o Paseos de Santa Anita.[13] La que tuvo mucho éxito fue Una fiesta en Santa Anita con música del compositor Luis Arcaráz y letra del poeta Juan de Dios Peza. La crónica del Diario del Hogar señalaba:

 

Una fiesta en Santa Anita, es un delicioso cuadro de costumbres trazado con inspiración y esprit por Juan de Dios Peza y puesto en un bello cuadro musical por Luis Arcaráz. Los versos son fluidos y elegantes y el diálogo muy brillante, encerrando chistes de buen tono: la melopea que declama la Montañés es una tirada de versos muy notables y la pieza está salpicada de frases que excitan la hilaridad y el entusiasmo de los oyentes…”[14]

 

 

Más adelante escribía: “Como los versos hacen alusión a México y a España, Arcaráz ha introducido hábilmente es esta pieza nuestro Himno nacional, la marcha de Riego, unos compases de jarabe y la marcha Zaragoza, haciendo ejecutar por la orquesta al mismo tiempo el canto patriótico mexicano y el himno español”.[15] El cronista concluía su crítica de Una fiesta en Santa Anita:

 

Juan de Dios Peza la escribió en una media hora y Luis Arcaráz compuso la música y la instrumentó en pocos días, siendo ésta su primer ensayo en forma de zarzuela, y los dos jóvenes autores consiguieron con ella un triunfo que ellos mismos no esperaban. Los felicitamos de todo corazón.[16]

 

 

El paseo también fue inspiración para compositores académicos. Por ejemplo, el 27 de julio de 1861, el periódico El siglo XIX anunciaba en su página 3, “Recuerdos de México, obra para piano de Luis Hahn, compositor alemán  asentado  en  México”.  Una  llevaba  por  título  Paseo  de  la  Viga”, fantasía característica. La obra de Hahn fue dedicada al sabio alemán Alejandro de Humboldt. Las otras piezas de esta suite para piano eran “La Catedral”, nocturno brillante; “Laguna de Chalco”, mazurca; “Chapultepec”, vals brillante; “Cabrío de San Ángel”, mazurca y “Villa de Guadalupe”, galop de ferrocarril, ésta dedicada al señor  Manuel Escandón. “El Paseo de la Viga” constaba de tres partes: El Remero, la Danza y la Jaranita.[17]

Tras la Guerra de Intervención y el Imperio, el gobierno de la ciudad ya pudo dedicar un poco de atención a las mejoras urbanas y particularmente al paseo. Para ello el Ayuntamiento aportaba una cantidad de dinero que era invertida en la contratación de bandas, la construcción de una enramada, y en general el arreglo de la calzada. Parte de estos arreglos fue la colocación el 13 de agosto de 1869 de un monumento a Cuauhtémoc, el último emperador azteca. A la ceremonia asistió el presidente Benito Juárez. La noticia decía así:

 

Después de la colocación del busto, el ciudadano Antonio Carrión pronunció un discurso análogo, otro el ciudadano Felipe Sánchez Solís en idioma náhuatl y el ciudadano Guillermo Prieto una poesía. Desde la hora indicada hasta las seis de la tarde ejecutarán diversas piezas las músicas que al efecto estarán situadas en el lugar de la ceremonia. Las músicas que la noticia refiere eran bandas de viento.[18]

 

 

Tras la muerte del presidente Juárez, en julio de 1872, se ordenó que el paseo de la Viga se denominara en lo sucesivo Paseo Juárez, aunque poca gente le llamó así. En 1874 se presentó un proyecto para el mejoramiento del Paseo. Para 1877 el Ayuntamiento, a través de la Comisión de Paseos, autorizaba el gasto de 150 pesos para adornar el paseo durante el Viernes de Dolores. En

1879, el presupuesto aumentó a 400 pesos, y al año siguiente fue de 300. Los gastos consistían principalmente en construir un pasillo cubierto de ramas que sólo estaría los días de fiesta.

Para 1901, las estatuas de los emperadores aztecas Ahuízotl e Izcóatl que adornaban la entrada del Paseo de la Reforma fueron trasladadas al Paseo de la Viga, para lo cual se autorizó un presupuesto de 400 pesos.[19]

En 1876, las Comisiones Municipales de Paseos y Diversiones públicas de la ciudad ordenaron que en el Paseo de la Viga se dispusiera un local para que ahí se situaran músicas [bandas de viento, particularmente la Música del Distrito] que “contribuyeran  al atractivo de la festividad”.[20] Las que tocaban eran bandas del ejército que eran pedidas a la comandancia militar. Así, en 1904, El Mundo Ilustrado daba cuenta que las Bandas de Zapadores y del 10º Batallón ejecutaron durante el paseo lo mejor de su repertorio.[21] Otra noticia señalaba que “tres músicas militares tocarán hoy desde las ocho de la mañana, a lo largo del canal de la Viga, afanándose por merecer los principales aplausos cada una de ellas”.[22]

Por ese año aparecen los discos llamados “Cuadro de costumbres” que narraban  situaciones populares. Un  ejemplo de ello es Un  paseo  en Santa Anita, cuadro de costumbres por Rosales y Robinson del cual presentamos la transcripción.

 

¡A dos, a dos a Santa Anita! / ¡Aquí está mi canoa patroncito! / — Mamá, yo quiero irme en chalupita. / — No, no porque nos volteamos. / Véngase p ‘aca comadre, en esta canoa enflorada muy recontentos nos vamos. / Vámonos a Santa Anita, /vámonos a navegar/ y oirás a las pateras/ echando gritos. / ¡Unos tamalitos niña, de chile, de dulce!

  Oiga  usted  don  Pantaleón  mientras  que  le  hago  un  taco  de  chichicastle cánteme una canción. / Con mucho gusto señora, con mucho gusto. / Vengo aquí -qué letrado era este hombre—, si en mi ausencia lloraste, como yo —ya le estoy haciendo su taco— por tu ausencia lloré / Quiero ver —pero yo no me dejo— si  en tu pechuga guardaste —yo no soy guajolote—  el amor que al partir te entregué. / A usted lo había de partir un rayo porque lo hace usted muy mal. Mejor toquen una piececita que ya vamos a llegar.

(Música)  /  ¡Ya  llegamos  mi  vida,  ya  llegamos!  /  ¡Hay  curado,  pásele  niña, hay curado blanco! / ¡Ave María, la nieve! / ¡Guanajuato nunca pierde! / ¡Lo que quiera con mi amigo, conmigo! / ¡Píquele el ombligo! / ¡Unas lechuguitas y unos rabanitos! / ¡Aquí hay pato calientito y al columpio! / ¡Las coronitas de pensamiento, señorita! / ¡Aquí hay chiles! / Oiga señora, rvame un plato de pato, pero me da las diez cabezas, las tres pechugas, las veinte patas y las plumas.

/ Yo brindo y vuelvo a brindar. Y al que quiera  su chacualear. / Emprésteme su sombrero y que toquen un jarabe que lo vamos a bailar. / Si usted me quiere de formalidad. / Si usted me quiere de formalidad. /Primero me ha de enseñar / el modo de enamorar. / Y cuando tenga  dinero/iremos  a pasear. /Ahí va la bola y ruede la bola, me sigue una de Tepic. / Ahí va la bola y ruede la bola, señores no soy de aquí. / ¡Nomas a tantearlos vengo! / ¡Viva Santa Anita, viva, viva![23]

 

Para  fines  del  siglo  XIX,  la  población  de  la  capital  era  muy  asidua  al paseo. Seguían comprando flores para los adornos, escuchando música en las trajineras y bailando tanto sobre estas como a los lados del canal. En la imagen de la Figura 9, tres músicos con sus bandolones se preparan para abordar una trajinera.[24]

 

 

 

Figura 9. Músicos abordando una trajinera

 

 

En la Figura 10 podemos observar a una pareja bailando al compás de un arpa en Santa Anita. La mujer luce su característica corona de flores.[25]

En imagen de la Figura 11, se observa a una mujer cantando acompañada por una guitarra. Al fondo a la derecha, unas mujeres bailando, mientras que a la izquierda se pelean dos valentones.[26]

 

 

 

 

Figura 10. Bailando con arpa en Santa Anita, 1888

 

 

 

 

 

Figura 11. Mujeres tocando sobre una trajinera

 

En la Figura 12 aparece a la derecha un músico tocando, una pareja baila mientras dos remeros se pelean en medio de unos catrines; podemos ver que un músico cae al agua e incluso su guitarra flota.[27]

 

 

 

Figura 12. Pleito de remeros y baile en trajinera

 

 

 

El paseo de Santa Anita en la tercera década del siglo XX

 

En marzo de 1923, el periódico El Demócrata anunciaba en su primera plana que el Paseo de la Flores había perdido su carácter típico.  Una de las razones era el descuido en el que estaba la calzada y el canal. Pero también el exceso de coches. El periodista señalaba: Ahora son los autos los que privan, y nadie negará que en una fiesta indígena primaveral cuadran muy mal los malolientes motores que infestan el aire y nos impiden percibir el delicado aroma de las flores”.[28]

Con  objeto  de  revivir  el  paseo  se  tomaron  una  serie  de  medidas.  Por ejemplo, para el año siguiente, 1924, el mismo diario El Demócrata anunciaba en su página 3 que el paseo incluiría un concurso de canoas enfloradas, trajes típicos  indígenas,  chinas  poblanas,  charros,  puestos  enflorados, canciones  y bailes regionales.[29] Los premios eran para las canoas enfloradas 100 pesos; para las chinas poblanas, un rebozo fino de seda; para los charros, un sarape fino de Saltillo; para los puestos enflorados, 100 pesos; para las canciones típicas, 100 pesos;  para los bailes típicos, 50 pesos; para trajes indígenas, 50 pesos.

A fines de la década de los treinta, el canal de la Viga fue cegado debido al crecimiento de la mancha urbana. Se consideró que era un foco de infección y peligro para los habitantes. Finalmente, los canales se convirtieron en calles para los autos. Parte de la fiesta se trasladó a Xochimilco donde comenzaron a llegar turistas a pasear en trajinera, comprar artesanías y degustar la comida típica. Ahí se filmaron películas emblemáticas del cine nacional como María Candelaria,

1942, dirigida por Emilio Fernández. Aunque el concurso de belleza indígena La flor más bella del ejido contin celebrándose todavía algunos años en Santa Anita, para la década de los cincuenta pasó a Xochimilco. Actualmente, Santa Anita es un barrio más de la ciudad de México; sólo algunas estatuas y placas recuerdan su glorioso pasado festivo.

Como señalamos al principio, este es parte de un trabajo más amplio sobre la música que va de fines del XVIII hasta las primeras décadas del XX. Por las imágenes que tenemos y que van de mediados del XVIII a fines del XIX, podemos concluir que:

1.  Se cantaba sobre las trajineras, con especial énfasis en mujeres;

2.  Se bailaba sobre las trajineras, con grupos de hasta tres músicos;

3.  Se bailaba a los lados del canal;

4.  Se podía escuchar música de banda militar cuando menos desde 1870.

5.  En   los   cuadros   de   la   época   colonial   aparecen   mujeres   cantando acompañadas por dos violines.

6.  Para mediados del siglo XIX, las imágenes nos muestras que los jarabes y sones eran acompañados por bandolones, arpas, guitarras y jaranas.

A manera de resumen, citaremos la letra de la canción titulada Santa Anita, cuya letra y música es del compositor oaxaqueño José López Alas, mismo creador de la famosísima “Canción mixteca”.

 

Viejo canal de La Viga / cuánto se recordará, / has sido el buen amigo /de esta bella capital.

Desde los emperadores / hasta el charro nacional / que jineteando y lazando, /

¡Aún no ha encontrado rival!

Han recorrido tus aguas / desde tiempo inmemorial / lanchas cargadas de flores

/ de legumbres, maíz y trigo, / pa’ sustentar este pueblo de la gran Tenochitlán. Charros y chinas poblanas / van recorriendo el canal, / luciendo sus coronitas / que les obsequia el galán.

Bailan alegres jarabes, / cantan la bella canción / que les inspira la musa / de nuestro hermoso folklore.

Es imposible que olvide / pues he surcado en tus aguas / para ir a ver a mi indita / de labios como amapola, / de cutis como una seda / del pueblo de Santa Anita.[30]

 

 

 

Bibliografía

 

Ajofrín, Francisco de

(1986) Diario del viaje a la Nueva España, Colección Cien de México, introducción, selección  y  notas  de  Heriberto  Moreno,  Secretaría  de  Educación  Pública, México.

Arróniz, Marcos

([1858] 1991) Manual del viajero en México, México, Colección Facsímiles, Instituto

Mora, México. Katzew, Ilona

(2006) Estudio preliminar, transcripción y apéndices. Una visión del México del siglo

de las luces: la codificación de Joaquín Antonio de Basarás, Landucci, México. Gemelli Careri, Giovanni Francesco

(1983)  Viaje  a  la  Nueva  España,  estudio  preliminar,  traducción  y  notas  de Francisca Perujo, Nueva Biblioteca Mexicana, 29, Dirección General de Publicaciones, Universidad Nacional Autónoma de México, México.

González, María del Refugio

(1991) Estudio introductorio. Recopilación sumaria de todos los autos acordados de la Real Audiencia y Sala del Crimen de esta Nueva España, I, Universidad Nacional Autónoma de México, México.

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(2010) Continuidad de los ritos mesoamericanos en el Altiplano Central a través de figurillas de la época colonial. Tesis licenciatura en Arqueología, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

Sten María; Raquel Gutiérrez Estupiñan

(2007) Coloquio al Paseo de Ixtacalco. No sólo de ayunos y oraciones. Piezas teatrales, en conventos de monjas (siglo XVIII) (57-81), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, ICSH, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México.

Saldívar, Gabriel

(1937)  El  jarabe;  baile  popular  mexicano.  Prólogo  de  Manuel  M.  Ponce, Sobretiro del tomo 2, época 5a de los Anales del Museo Nacional de México, Talleres Gráficos de la Nación, México.



[1] Diario de Madrid, Madrid, 11 de agosto de 1789.

[2] AGN, Bandos, vol. 15, Exp. 2, fs. 2.

[3] El Universal, México, 12 de mayo de 1853, p. 3.

[4] Pedro Villegas, activo en México, 1706-1723, Paseo de la Viga con la iglesia de Iztacalco, 1706,

óleo sobre lienzo, 143.5 x 171.5 Museo Soumaya, Ciudad de México.

[5] Por ejemplo: Archivo Histórico del Distrito Federal (AHDF). Diversiones Públicas, vol. 855, Exp. 51. 9 f, “Expediente sobre las órdenes que han de observarse para el arreglo de las Corridas de Toros en la plaza de Xamaica”. Archivo General de la Nación, Instituciones Coloniales, Indiferente Virreinal, Cajas 3000-3999, Caja 3503, 1 foja, “Petición de Rafael Ortiz de Valladares, vecino y comerciante de la ciudad de México, para que se le proporcione un piquete de soldados para cuidar el orden en la pelea de gallos que organizó, en el pueblo de Santa Anita”.

[6] El siglo XIX, México, 6 de marzo de 1842, p. 3.

[7] Un paseo a Santa Anita y a las chinampas. El Museo Universal, 14, 30 de julio de 1857, (pp.

105-107), Madrid, p. 105.

[8] La Sociedad, México, 16 de noviembre de 1859, p. 4.

[9] Ídem.

[10] Un paseo a Santa Anita: ópera cómica de costumbres mejicanas, en dos actos y original de

José Casanova y Víctor Landaluce; música de A. Barili, s. p. i., México, D. F.[?], c. 1859.

[11] Ibíd., p. 29.

[12] Ibíd., pp. 58-60.

[13] El Combate, México, 31 de marzo de 1878, p. 4; El Partido Liberal, México, 5 de septiembre de

1886, p. 4; El Foro, México, 11 de noviembre de 1891, p. 4.

[14] Diario del Hogar, México, 9 de septiembre de 1886, p. 1.

[15] Ídem. La marcha de Riego era el himno de los liberales españoles; la Zaragoza fue utilizada

como canto nacional por el presidente Juárez, más que la pieza de Bocanegra y Nunó.

[16] Ídem.

[17] El siglo XIX, México, 27 de julio de 1861, p. 3. En 2008, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONAULTA) editó las partituras de esta suite, acompañado por un CD que incluye la grabación de la pianista Silvia Navarrete (véase Luis Hahn, Recuerdos de México”, edición facsimilar y CD, CONACULTA, Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), CNM, México, 2008).

 

[18] AHDF, Vol. 3587, Exp. 83, año 1872, Se denomina el paseo de la Viga Paseo Juárez”; Vol.

3587, Exp. 136, año 1874, Proyecto para el mejoramiento del paseo de la Viga; Vol. 3588, Exp. 176,

año 1877, Se autoriza el gasto de $150. para adornar el Paseo Juárez” el viernes de Dolores. Vol.

3588, Exp. 221, año 1879, Proposición de la comisión pidiendo se autorice el gasto de $400 para la

festividad de las flores el próximo viernes de Dolores. Vol. 3588, Exp. 228, año 1880, Se consulta

el gasto de $300 para la fiesta llamada de las flores.

[19] AHDF, Vol. 3592. Exp. 504, año 1901. La comisión de embellecimiento y mejoras de la

ciudad consulta el gasto en trasladar al paseo de la Viga dos estatuas Aztecas.

[20] Archivo Histórico de la Ciudad de México, vol. 3587.

[21] El Mundo Ilustrado, México, 4 de abril de 1904, p. 4.

[22] En Barros, Cristina; Marcos Buenrostro. Vida cotidiana, Ciudad de México, 1850/1910, Sección

Obras de Historia, Fondo de Cultura Económica (FCE), Universidad Nacional Autónoma de México

(UNAM), Lotería Nacional, Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), México, 1996,

p. 161

[23] Maximiano Rosales y Rafael Herrera Robinson, Un paseo en San Anita, cuadro de costumbres, Disco, 1908 Columbia C-171. Esta grabación se puede escuchar en http://frontera.library.ucla. edu/es/recordings/paseos-de-santa-anita

Otro ejemplo es "Mi compadre en Santa Anita", escenas mexicanas, primera parte, Beatriz Noloesca y Hermanos Areu, Disco 78 RTPM, Brunswick, 40175-A. http://frontera.library.ucla. edu/es/recordings/mi-compadre-en-santa-anita-1a-parte

[24] La Patria Ilustrada, México, 19 de marzo de 1888, p. 6.

[25] Ibíd., p. 7.

[26] “La Guacamaya”, México, 16 de marzo de 1905.

[27] El Diablito Rojo, México, 11 de marzo de 1901.

[28] El Demócrata, México, 24 de marzo de 1923.

[29] Ibíd., 30 de marzo de 1924, p. 3.

[30] Santa Anita, grabada en 1930, en “Un siglo... de recuerdos con el más grande trovador mexicano Guty Cárdenas”. 2 CD, 50 temas, 25 inéditos, SONY BMG Music Entertainment, México, S.A. de C.V., 2006, pista 18. Esta grabación se puede escuchar en https://www.youtube.com/watch?v=RgKwkDu4DKw