Vida y muerte de los instrumentos musicales prehispánicos de las tierras bajas del Noroeste Argentino

 

 

 

Mario Alejandro Caria

 

Universidad Nacional de Tucumán, Consejo Nacional de Investigaciones

Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina;

correo electrónico: mvaria1@yahoo.com.ar

 

Emanuel Moreno

 

Facultad de Ciencias Naturales, Universidad de Tucumán, Argentina;

Correo electrónico: emanueltucma@hotmail.com

 

 

Recibido el 22 de octubre de 2020; aceptado el 28 de enero de 2021

 

 

 

Resumen: Se analiza un conjunto de instrumentos musicales pertenecientes a ceramios del estilo Candelaria (1000 a.C.-1000 d.C.) procedentes de diferentes colecciones arqueológicas del Noroeste Argentino (NOA). Se desarrollan los aspectos técnico-funcionales e iconográficos de los instrumentos estudiados. Los resultados obtenidos del análisis fueron interpretados desde una aproximación ontológica que integra el perspectivismo y el animismo junto con los postulados propuestos por la antropología transpersonal. Finalmente, se indaga acerca de los posibles significados asociados a estos instrumentos musicales, concebidos como sujetos/objetos durante el transcurso de su vida y posterior muerte, en las sociedades prehispánicas de las tierras bajas del Noroeste de Argentina.

 

Palabras clave: instrumentos musicales, prehispánico, tierras bajas, Noroeste Argentino, ontología.

 

Life   and   disappearance   of   pre-Hispanic   musical   instruments   in

Northwestern Argentina’s Lowlands

 

Abstract: A set of musical instruments belonging to Candelaria style ceramics (1000 BC-1000 AD) from different archaeological collections of the Argentine Northwest is analyzed. The technical-functional and iconographic aspects of the instruments studied are developed. The results obtained from the analysis were interpreted from an ontological approach that integrates perspectivism and animism together with the postulates proposed by transpersonal anthropology. Finally, it inquires about the possible meanings associated with these musical instruments, conceived as subjects/objects during the course of their life and subsequent death, in the pre-Hispanic societies of the lowlands of Northwest Argentina.

 

Key words: musical instruments, prehispanic, iowlands, Argentine Northwest, ontology.

 

 

 

 

 

Introducción

 

En la vida de los grupos sociales prehispánicos y etnográficos los estímulos sonoros  gozan  de  gran  importancia  (Bejarano,  2017),  por  lo  cual,  el abordaje  del  estudio  de  los  instrumentos  musicales  constituye  una  línea de trabajo apropiada de análisis y aproximación sobre las diferentes formas que tienen las sociedades del pasado para percibir el mundo y la transformación de la realidad de las cosas. Así, el estudio de la conciencia y las ontologías son importantes para poder comprender los diferentes modos de habitar y transitar los ritmos incesantes, disonantes y continuamente inconstantes del espacio- tiempo de los grupos humanos, al mismo tiempo que poder visualizar las existencias, praxis, significados, resistencias y persistencias de los mismos en relación a su entorno natural y cultural.

Nuestro objetivo principal es realizar una caracterización de los objetos musicales de los grupos prehispánicos de las tierras bajas del Noroeste Argentino (NOA), teniendo en cuenta diferentes variables: materias primas (cerámica, madera, hueso, metal), tipo de instrumento (sonajero, silbato, flauta), tipo de sonido (grave o agudo), iconografía (zoomorfo, antropomorfo, híbrido) y contextos de procedencia.

Los materiales provienen de colecciones arqueológicas y pertenecen al estilo prehispánico Candelaria, adscripto a ocupaciones de grupos humanos durante


el 1000 a.C-1000 d.C. en la región meridional del piedemonte oriental sub- andino del Noroeste Argentino. El estilo Candelaria, con larga persistencia en la zona de estudio, fue considerado una tradición particular, con rasgos que se mantienen casi inalterables durante su desarrollo (Heredia, 1970, 1974). Sus grandes urnas funerarias para adultos y rvulos; la presencia de pipas para el consumo de sustancias psicoactivas; sus técnicas decorativas por incisión, grabado, pintado, alisado y pulido; sus formas globulares; la representación de mamelones o aditamentos bulbosos y la aplicación en sus representaciones de ojos granos de café, hacen del mismo un estilo único para el desarrollo prehispánico del NOA (Heredia, 1970; González, 1980; Alberti y Marshall,

2009). Su repertorio iconográfico conforma un rasgo de especial interés, en los que se encuentran representados por seres humanos (cargando cántaros y con cuerpos tatuados, perforados, utilizando tembetás, colgantes y demás adornos corporales), fauna, seres híbridos (rasgos combinados de humanos y animales) y también representaciones del mundo vegetal (Alberti, 2007, 2012; Alberti y Marshall, 2009; Moreno, 2019; Moreno et al., 2019; Ortiz et al., 2019).

A pesar de la variabilidad de las expresiones materiales, son escasos los estudios específicos sobre instrumentos musicales para el estilo Candelaria (Aráoz y Herrera, 1999), por ello, en el presente trabajo se analizan algunos de estos instrumentos, los que provienen de un sector de las tierras bajas del NOA,

específicamente de las provincias de Tucumán y Salta (Figura 1).

 

 

 

 

Figura 1. Área de procedencia del material analizado

 

 

El análisis de los mismos cuenta con dos vías: 1) aspectos técnico- funcionales y, 2) aspectos iconográficos de los instrumentos. Los resultados de ambos análisis serán abordados desde una visión ontológica que integra el perspectivismos y el animismo (Descola, 2004, 2012; Viveiros de Castro, 2002, 2004, 2013; Alberti, 2007, 2012; Alberti y Marshall, 2009; Tola, 2005, 2008, 2012) y desde los postulados propuestos por la antropología transpersonal (Viegas, 2016). A partir de ello, indagamos acerca de los posibles significados asociados   a   estos   instrumentos   musicales,   concebidos   como   sujetos/ objetos durante el transcurso de su vida y posterior muerte, en las sociedades prehispánicas de las tierras bajas del NOA.

 

 

Antecedentes

 

Consideramos,  al  igual  que  Castro  Franco  (1961),  que,  en  la  arqueología, un  instrumento  musical,  es  lo  único  vivo  que  llega  a  nosotros.  Por  ello, el  estudio  de  instrumentos  musicales  habilita  la  exploración  del  lenguaje sonoro instrumental de épocas pretéritas, permite conocer las agrupaciones instrumentales de una época o área cultural y sus funciones sociales y, finalmente, determinar los orígenes o raíces culturales de los instrumentos y procesos de permanencia y cambio (Grebe, 1974).

Según Sánchez (2015) la música ha sido parte intrínseca de la formación y desarrollo de las sociedades y es el espacio inmaterial espiritual que refleja o expresa la vida material, la realidad y sus imaginarios o las mentalidades colectivas, es decir la cosmovisión. En ese sentido, la música (canto, voz e instrumentos musicales) fue importante y estuvo presente en la vida social y sus acontecimientos principales tanto en el ámbito personal (nacimiento, casamiento, muerte y demás ritos de pasajes), como en lo social (familiares, económicas, políticas, ideológicas, militares, agrícolas, religiosas, médicas y demás) (Sánchez, 2015, 2016). Sin embargo y en general, la arqueomusicología es una motivación reciente en los estudios arqueológicos (Sánchez, 2015).

No   obstante,   existen   variadas   contribuciones   en   nuestro   continente realizadas con el fin de conocer de manera más completa el carácter de los instrumentos sonoros durante el pasado (Grebe, 1974; Sánchez, 2015, 2016; Bejarano, 2017). Dichas aproximaciones tuvieron eco en trabajos realizados en Argentina, los cuales pusieron un especial énfasis en la región del NOA (Goyena, 1992; Aráoz y Herrera, 1999; Gudemos, 2009, 2013; Miguez et al.,

2013; Rodríguez y Rúgolo de Agrasar, 2015; Mendoza, 2017).


 

 

Con  seguridad,  nuestra  concepción  contemporánea  de  música  difiere del significado otorgado por las sociedades del pasado. Por consiguiente, el concepto de instrumento musical pasa a ser igualmente puesto en duda y obliga a establecer nuevos parámetros metodológicos (Bejarano, 2017).

El  sistema  de  clasificación  organológico  de  Sachs-Hornbostel  agrupa los instrumentos según el modo de producción del sonido, de ejecución y su construcción (Bejarano, 2017). Siguiendo esta categorización, los instrumentos musicales pueden dividirse en: 1) Idiófonos: sonido es producido por la materia misma del instrumento, sin recursos tales como la tensión de membranas o cuerdas (Gudemos, 2013); 2) Membranófonos: emiten sonidos por acción del golpe de las membranas (cueros de animales) que poseen (Sánchez, 2015); 3) Aerófonos: instrumentos musicales cuyo generador de sonido es aire oscilante (Bejarano,  2017)  y  4)  Cordófonos:  instrumentos  musicales  cuyo  generador de sonido es una cuerda vibrante (Bejarano, 2017). Estas categorías, con la excepción de los instrumentos cordófonos, se encuentran representadas a lo largo de la América precolombina (Bejarano, 2017).

Por otro lado, entre las posibles funciones atribuidas a los instrumentos musicales podemos señalar las siguientes: a) en ceremonias de carácter mágico- ritual, en algunos casos asociados a sustancias enteógenas (Ambrosetti, 1899; Latcham, 1938; Grebe, 1974, Goyena, 1992; Aráoz y Herrera, 1999; Gudemos, 2013; Miguez et al., 2013; Sánchez, 2015, 2016; Bejarano, 2017; Mendoza, 2017); b) como parte de celebraciones y fiestas (Grebe, 1974; Rodríguez y golo de Agrasar, 2015; Bejarano, 2017); c) en el pastoreo y tráfico de auquénidos (Ambrosetti, 1899; Latcham, 1938; Grebe, 1974; Aráoz y Herrera, 1999); d) para la comunicación y emisión de mensajes (Grebe, 1974; Sánchez, 2015); e) imitación de sonidos del mundo natural, como aves y animales totémicos (Grebe, 1974; Bejarano, 2017); f) como emblemas de poder (Gudemos, 2009; Sánchez, 2016) y g) en circunstancias bélicas (Sánchez, 2015; Bejarano, 2017).

Los instrumentos sonoros pueden ser fabricados a partir de elementos orgánicos (maderas, cañas, calabazas, semillas, huesos, pieles de mamíferos, caracol marino) e inorgánicos (arcilla, piedra y metal) (Bejarano, 2017). La decoración de los mismos es muy variada y pueden ser con formas zoomorfas, antropomorfas, antropozoomorfas, fitomorfas y diseños geométricos (Grebe, 1974; Goyena, 1992; Aráoz y Herrera, 1999; Gudemos, 2009, 2013; Miguez et al., 2013; Bejarano, 2017; Mendoza, 2017).

Para el caso de las tierras bajas de Tucumán, sólo existe hasta el momento un  antecedente  de  instrumento  musical  bien  trabajado.  Un  silbato  óseo


 

 

proveniente de una estructura monticular del sitio Yánimas 1[1], el cual estaría relacionada a propósitos ceremoniales. Los análisis realizados sobre dicho instrumento determinaron que el mismo fue manufacturado sobre el mur de Falconidae (grupo al cual pertenecen halcones y caranchos) (Miguez et al., 2013).

 

Marco teórico

 

Nuestras   interpretaciones   se   sustentan   en   las   aproximaciones   teóricas propuestas por Descola (2004, 2012), Viveiros de Castro (2002, 2004, 2013) y Tola (2008, 2012) para explicar mucho de los desarrollos socio-culturales de los grupos indígenas actuales de las tierras bajas sudamericanas. En este sentido, tendremos en cuenta las siguientes aproximaciones: 1) la dicotomía entre interioridades y fisicalidades universal en lugar de la dicotomía naturaleza cultura propia del pensamiento occidental (Descola, 2004, 2012; Tola 2012); 2) pensar a la humanidad como una condición y no como una especie (Descola, 1986 en Viveiros de Castro, 2004); 3) la definición de un cuerpo humano no reducido a sus límites físicos, sino como “un cuerpo poroso, múltiple, extenso, de fronteras borrosas” (Tola, 2012, p. 33); 4) la capacidad de transformación corporal/ontológica experimentada en el transcurso de la vida y durante la muerte de los seres humanos (Viveiros de Castro, 2004, 2013; Descola, 2012); 5) la capacidad de contagio1 de habilidades no humanas (Tola, 2008, 2012) mediante diversos mecanismos: el contacto directo, mediante la utilización de partes de animales ya sea como vestimenta, amuleto o su consumo, o indirecto, como encuentros en sueños o planos no materiales (Moreno, 2019) y 6) los complejos mecanismos que utilizaron dichas sociedades para la construcción y la destrucción de cuerpos-sujetos-objetos (Descola, 2012; Viveiros de Castro, 2002, 2004, 2013; Vacas, 2008).

Por otra parte, las aproximaciones ontológicas de Alberti (2007, 2012) y Alberti y Marshall (2009), en materiales Candelaria siguieron la premisa de “tomar en serio” el pensamiento amerindio. En esa dirección, creemos que es viable hacerlo siguiendo algunos lineamientos enunciados por la antropología transpersonal.

El transpersonalismo es “un movimiento en la ciencia que busca el reconocimiento de los datos de experiencias que, en cierto modo, van más allá de los límites normales de la conciencia del ego” (Viegas 2016, p. 15) y tiene como propósito ser un llamado para que los científicos presten más atención a experiencias extraordinarias. La antropología transpersonal es por lo tanto el “estudio intercultural de los aspectos psicológicos y socioculturales de las experiencias transpersonales” (Viegas, 2016, p. 18). Dicha disciplina se basa en las experiencias del trabajo de campo y en toda una gama de experiencias consideradas  de  importancia  por  los  informantes.  Un  ejemplo  de  ello  en es el valor atribuido a los sueños o fenómenos metafísicos en sociedades tradicionales que no tienen una explicación científica convincente. En ese sentido, debemos tener en cuenta que incluso algunos antropólogos han tenido experiencias transpersonales (Viegas, 2016).

Nos interesa abordar en este trabajo, también, el concepto de liminalidad como un lugar de entrada y salida de fuerzas espirituales (benignas o malignas). Lo liminal no responde solamente a un fenómeno cognitivo, sino también como elementos expresivos de una realidad vinculada a la conciencia liminar. Existen  lugares,  tiempos  y  situaciones  en  donde  lo  liminal  se  manifiesta. Ejemplo de ello son el cruce de ríos o caminos, el crepúsculo que marca el límite entre lo diurno y lo nocturno, fechas especiales o incluso personas como los chamanes-machis[2] en muchas sociedades pasadas y actuales (Avenvurg y Martínez, 2014; Viegas, 2016; Sánchez, 2016). Consideramos que tanto los estímulos sonoros como el uso de sustancias enteógenas y otros métodos conocidos por sociedades indígenas y no occidentales pueden entenderse como mecanismos para alcanzar un estado liminal, que permitiría la comunicación y la generación de diferentes modos de relación entre seres humanos y no humanos (Llamazares, 2006, 2011; Viegas, 2016). También posibilita el encuentro de diferentes aspectos de la vida: el día y la noche, el mundo de los vivos y el mundo de los espíritus, lo real y lo imaginario, lo material y lo inmaterial, entre otras posibilidades.

 

Metodología

 

Nuestra metodología de trabajo contempló varios aspectos presentes en los materiales  analizados  y  que  provienen  de  16  colecciones  arqueológicas  del NOA. Por un lado, abordamos los aspectos estrictamente arqueológicos, mientras  que,  por  otra  parte,  los  aspectos  biológicos.  La  identificación de los instrumentos musicales en todas las colecciones estudiadas conllevó los siguientes aspectos: a) técnicos e iconográficos de las piezas musicales del estilo Candelaria; b) elaboración y aplicación de una metodología biológica de los motivos iconográficos de Candelaria, siguiendo los criterios de identificación morfológica para la determinación de las especies faunísticas propuestas por Barquez et al. (1991, 1999, 2006), Narosky y Yzurieta (2003), Barquez y Díaz (2009) y Cabrera et al. (2017) y c) a partir del análisis de los aspectos funcionales e iconográficos realizados sobre los instrumentos estudiados se realizaron aproximaciones ontológicas con vista a una interpretación sobre la importancia de los objetos sonoros de Candelaria.

En  este  trabajo  consideramos  como  instrumento  sonoro  a  todo  aquel objeto que posea la capacidad de emitir sonidos mediante diferentes métodos (soplido, agitación, etc.) en diferentes contextos culturales. Por ello, para la identificación de los instrumentos musicales, nos basamos preliminarmente en el sistema de clasificación organológico de Sachs-Hornbostel (Bejarano, 2017). A continuación, nos enfocamos en rasgos órgano-morfológicos y funcionales (por  ejemplo,  tamaño,  forma,  presencia  de  orificios,  método  para  emisión de sonidos, etc.) que permitan realizar una identificación precisa del tipo de instrumento musical. Para ello, nos basamos en publicaciones específicas sobre el tema (Grebe, 1974; Goyena, 1992; Aráoz y Herrera, 1999; Gudemos, 2009,

2013; Miguez et al., 2013, Bejarano, 2017; Mendoza, 2017), análisis propios sobre las piezas y en aspectos arqueológicos y organológico-musicales de las mismas aportadas por terceros.

 

 

Resultados

 

Las 16 colecciones relevadas cuentan con un total de 176 piezas arqueológicas, de las cuales solamente nueve poseen una asociación con la actividad musical.

 

Aspectos técnico-funcionales de los instrumentos musicales de Candelaria

 

Según su tipo, las piezas se dividen en tres grupos: vasijas (tres piezas: CYB-

17, MCSC-9, MCSC-18), silbatos (cinco piezas: CYB-1, CYB-2, CYB-3, CYB-4, IAM-11) y un sonajero (MAC-10). En el caso de las vasijas su asociación con lo sonoro-musical es iconográfica. En el caso de los silbatos y sonajero su relación


estaría dada por su funcionalidad ya que se tratarían de instrumentos sonoro- musicales. Seis de estos instrumentos provienen de contextos funerarios, mientras que los tres restantes no poseen información contextual. En general, el  estado  de  conservación  de  las  piezas  es  bueno.  Dos  de  ellas  presentan orificios simétricos en su superficie, aspecto que reviste gran importancia y será retomado en la discusión de los resultados.

En el caso específico de los silbatos, un estudio realizado por Aráoz y Herrera (1999) permite conocer mejor acerca del sonido emitido por cuatro silbatos  provenientes  de  contextos  funerarios  de  La  Candelaria  (provincia de Salta). Cabe destacar que, todos ellos poseen un tamaño menor a 8 cm de alto y 6 cm de ancho. Un resumen de sus características se muestra en la Tabla  1.  Los  caracteres  de  identificación  para  los  instrumentos  musicales fueron los siguientes. En el caso de silbato se observaron objetos con un tubo cerrado, ausencia de orificios de digitación y la producción de un sonido único (Grebe, 1974; Goyena, 1992). En el caso del sonajero se obser un mango para el agarre y sacudimiento, por otra parte, en el interior del instrumento se encuentran materiales (posiblemente semillas) que chocan contra la pared de la pieza, produciendo su sonido (Bejarano, 2017).

 

 

Tabla 1. Aspectos técnico-funcionales de los instrumentos musicales de Candelaria

 

 

Piezas

 

Material

 

Tipo

 

Sonido

 

Contexto

Relación con lo sonoro

CYB-1

Cerámica

Silbato

Agudo

Funerario

Función

CYB-2

Cerámica

Silbato

Agudo

Funerario

Función

CYB-3

Cerámica

Silbato

Agudo

Funerario

Función

CYB-4

Cerámica

Silbato

Agudo

Funerario

Función

CYB-17

Cerámica

Vasija

Indeterminado

Funerario

Iconografía

IAM-11

Cerámica

Silbato

Indeterminado

Indeterminado

Función

MAC-10

Cerámica

Sonajero

Indeterminado

Funerario

Función

MCSC-9

Cerámica

Vasija

Indeterminado

Indeterminado

Iconografía

MCSC-18

Cerámica

Vasija

Indeterminado

Indeterminado

Iconografía

 

 

Aspectos iconográficos

 

En cuanto a la iconografía, seguimos la categorización propuesta para la identificación de seres humanos y no humanos en Candelaria por Moreno (2019) y Moreno et al. (2019): motivos zoomorfos (animales), motivos antropomorfos


 

 

(humanos), motivos híbridos (rasgos combinados de humanos y animales o entre animales de diferentes especies), motivos fitomorfos (plantas) y otros (no asignado a ninguna categoría anterior).

Los instrumentos analizados exhiben representaciones de tres de las cinco categorías  mencionadas:  zoomorfos  (4),  antropomorfos  (3)  e  híbridos  (2)

(Figura 2).

 

 

 

 

Figura 2. Arriba: instrumentos sonoro-musicales (CYB-1, CYB-2, CYB-

3 y CYB-4 tomados de Aráoz y Herrera, 1999). Abajo: personajes tocando instrumentos sonoros-musicales (CYB-17, MCSC-18, MCSC-9)

 

 

 

En   primer   lugar,   las   vasijas   poseen   representaciones   que   permiten vincularlo con actividades musicales. Dos vasijas con representaciones de seres antropomorfos que presentan tatuajes faciales sostienen lo que parece ser un instrumento de viento apoyado sobre la boca. El primero de ellos se encuentra erguido sosteniendo con su brazo derecho el brazo izquierdo que porta el instrumento sonoro. Sobre la parte posterior del ser se observa un orificio que por su simetría podría corresponderse con una actividad de “matado” de la pieza (Moreno y Caria, 2019). El segundo antropomorfo posee un rostro que por su morfología achatada se asemeja a una máscara. Posee un claro modelado de  genitales  masculinos  y  se  encuentra  en  posición  sentada  o  flexionada, postura que se asocia con la muerte, el chamanismo y/o los trances extáticos en el NOA (Llamazares, 2006), cargando sobre su espalda un cántaro.

 

 

La tercera vasija consiste en un ser híbrido que combina caracteres humanos (morfología craneana, postura bípeda, rasgos faciales y brazos humanos) y zoomorfos (morfología y disposición de las orejas, pezuñas en brazos y piernas y presencia de cola). Sus brazos se encuentran en una posición en la que claramente habría estado sosteniendo algún objeto. Al encontrarse fracturada en ese sector, sólo podemos inferir que podría tratarse de una flauta, como suele verse en otras piezas similares del NOA. Si bien estos casos representan posibles  asociaciones  con  lo  musical  o  sonoro,  no  debemos  descartar  que podría bien tratarse sólo de un gesto corporal recurrente observado en otros ceramios Candelaria que consiste en tomarse el mentón (en el caso de los antropomorfos). En el tercer caso su asociación es también especulativa ya que la fractura de la pieza no permite confirmar o descartar la presencia de una flauta. Por otra parte, el personaje posee los ojos cerrados por lo que podríamos establecer también una relación con lo mortuorio.

Por otra parte, del total de los cinco silbatos, pudimos identificar en tres de ellos representaciones zoomorfas: un murciélago (Phillostomidae), un ave similar a un búho o lechuza (Strigiformes) (ambos silbatos poseen incisiones geométricas en el cuerpo de los animales) y un flamenco andino (Phoenicoparrus andinus). Un aspecto llamativo de estas representaciones es que, si bien todos los grupos de animales representados poseen capacidad de vuelo, solo en el caso del flamenco andino se modelaron alas, lo que podría estar indicando la importancia atribuida tanto al rostro como al sonido que emiten dichos animales. Para el caso del murciélago y búhos o lechuzas su importancia podría estar dada por sus hábitos nocturnos y predatorios, asociada a la oscuridad y la capacidad de predación. Con respecto al cuarto silbato, posee un modelado de cabeza antropomorfa con orejas y nariz prominente, no posee boca; mientras que el quinto silbato posee un modelado de un ser híbrido con cabeza humana y cuerpo de tortuga (Chelonia). Su rostro posee lágrimas ejecutadas mediante incisiones y una expresión que permite observar algunos de sus dientes.

Finalmente, el sonajero proviene de una inhumación, en él se identificó la representación de una especie hematófaga de vampiro (Desmodus rotundus) (Moreno,  2019),  claramente  se  observan  rasgos  morfológicos  del  rostro  y la forma y ubicación de las orejas que permiten asociarla con dicha especie. En ese sentido, los rasgos más notables son: narinas dirigidas hacia la región anterior y colmillos prominentes asociados a especies de vampiros. Nuevamente llama la atención la ausencia de alas en su modelado, ya que solamente se representó el rostro del murciélago. Los aspectos de las piezas mencionadas se resumen en la Tabla 2.

 

 

Tabla 2. Aspectos iconográficos de los instrumentos musicales Candelaria

 

 

Piezas

 

Categoría

 

 

Identificación

Partes representadas

 

 

Postura corporal

1.CYB-1

Híbrido antropozoomorfo

Antropomorfo- tortuga (Chelonia)

Cuerpo

De pie, frontal estática

2.CYB-2

Zoomorfo

Murciélago

(Phillostomidae)

Cuerpo

(ausencia de alas)

De pie, frontal estática

3.CYB-3

Antropomorfo

-

 

Cabeza

-

 

4.CYB-4

Zoomorfo

Búho/Lechuza

(Strigiformes)

Cuerpo

(ausencia de alas)

De pie, frontal estática

5.CYB-17

Híbrido antropozoomorfo

Antropomorfo- zoomorfo (Tetrapoda)

Cuerpo

De pie, sostiene algo con sus brazos posiblemente

una flauta

6.IAM-11

Zoomorfo

Flamenco (Phoenicoparrus andinus)

Cuerpo (presencia de alas)

Sentado, estática

7.MAC-10

Zoomorfo

Murciélago (Desmodus rotundus)

Cabeza

(ausencia de alas)

Indeterminada

8.MCSC-9

Antropomorfo

Indeterminado

Cuerpo

De pie, sostiene algo con sus brazos posiblemente

un instrumento de viento

9.MCSC-18

Antropomorfo

Indeterminado

Cuerpo

Cuerpo sentado- agachado, sostiene algo con sus brazos, posiblemente

un instrumento de viento. Carga un cántaro

 

 

 

En síntesis, podemos observar una notable escasez de instrumentos musicales en términos cuantitativos. La mayoría de ellos corresponde a instrumentos de viento (silbatos). Por otro lado, existe una diversidad en cuanto a las representaciones que muestran escenas: seres antropomorfos o híbridos tocando  instrumentos,  animales  de  especies  terrestres  (tortuga)  y  voladoras (aves y murciélagos) en donde se destaca, principalmente, el rostro y seres híbridos en transformación, con caracteres combinados de humanos y animales.


 

 

Discusión de los resultados

 

La discusión gira en torno a tres ejes: el carácter de las representaciones, el carácter de los ceramios Candelaria y la función de los objetos musicales de Candelaria.

 

 

El carácter de las representaciones

 

Como ya visualiza en los resultados, casi toda la fauna identificada posee la capacidad de ejecutar el vuelo, con excepción de la figuración del híbrido antropozoomorfo-tortuga del silbato CYB-1, como por ejemplo los dos murciélagos (Phillostomidae y Desmodus rotundus), la lechuza o búho (Strigiformes) y el flamenco andino (Phoenicoparrus andinus). Esto es coherente con muchos casos conocidos para instrumentos musicales del NOA y del resto del continente en donde el grupo de las Aves se encuentra bien representado (Goyena, 1992; Miguez et al., 2013; Sánchez, 2015, 2016; Bejarano, 2017). Sin embargo, es destacable la ausencia del modelado de las alas, un atributo característico de este grupo. El único caso en que fueron representadas fue en el flamenco del silbato IAM-11, proveniente del valle de altura de Santa María (Catamarca), es decir, externo al sector de las tierras bajas. En el resto de animales solamente se representaron la cabeza o el cuerpo sin alas (CYB-2, CYB-4, MAC-10), todos ellos provenientes de las tierras bajas de Tucumán y Salta (Figura 3).

 

 

 

 

Figura 3. Instrumentos musicales Candelaria. Silbatos: 1. CYB-1; 2. CYB-

3; 3. CYB-4; 4. CYB-2; 5. Detalle CYB-2. Sonajero: 6. MAC-10


 

 

Podríamos pensar que la característica más llamativa de este grupo de animales es la capacidad de vuelo, pero creemos que el sonido emitido por dichos animales resultaría un aspecto de mayor importancia para el artesano que fabricó dichos instrumentos y aludiría a una función específica para tales instrumentos, es decir, la emisión de sonidos agudos. Por otra parte, tres de las cuatro aves representadas se corresponden con animales nocturnos (dos murciélagos y un búho o lechuza). La capacidad predatoria de búhos/lechuzas es conocida por los grupos americanos y en cuanto al caso específico de Desmodus rotundus (vampiro) se trata de un predador de hábitos hematófagos. Por lo cual, creemos que, tanto la emisión de sonidos durante la noche (horario en que se podrían identificar estos animales por sus sonidos característicos) como sus hábitos alimenticios (predadores de carne o sangre), serían los atributos que quisieron representarse en estos objetos, con la excepción del silbato IAM-11 mencionado previamente. En este último ejemplar se habría priorizado la capacidad de vuelo, aunque nuevamente esto es cuestionable ya que la postura del mismo representa un animal en estado de reposo.

Los seres antropomorfos poseen tatuajes faciales, lo cual estaría aludiendo a la fabricación de cuerpos humanos (Alberti, 2007; 2012; Alberti y Marshall;

2009). Una excepción estaría dada por el silbato de la pieza CYB-3 que solo exhibe  la  cabeza  de  un  antropomorfo  sin  otras  marcas  que  el  rostro  y  la ausencia de boca. Por el momento, nos centraremos en las figuras con rostros tatuados (MCSC-9 y MCSC-18). Si damos por sentado que el gesto de ambos muestra a humanos tocando instrumentos musicales de viento, posiblemente una ocarina, nos parece interesante la asociación que se estaría dando entre la actividad musical y las prácticas para la estabilización de fisicalidades humanas para evitar una posible predación ontológica, es decir, como por ejemplo la transformación corporal y de perspectiva que se manifiesta en enfermedades y muerte. La misma requiere el tratamiento chamánico para ser revertida y estabilizar ontológicamente la condición del paciente (Viveiros de Castro, 2004,

2013).

A  estas  asociaciones  le  sumamos  otros  caracteres  presentados  por  la pieza MCSC-18, ya que, además de presentar tatuajes y la presencia de un instrumento musical, se encuentra en una postura “de cuclillas” (sentado- agachado) cargando un cántaro. La posición corporal del personaje masculino se asocia recurrentemente con el aprendizaje chamánico y escenas de trance extático, como las representadas en algunas de las pinturas rupestres de la cueva de La Candelaria (Salta), o bien el nacimiento y la muerte, como los


 

 

identificados para las esculturas de piedra conocidos como “suplicantes” de la cultura Aguada del NOA (González, 1998; Rodríguez, 2011; Chacón, 2011; Llamazares, 2006, 2011). Por otra parte, esta pieza nos lleva a cuestionar el rol de las representaciones antropomorfas que cargan el cántaro, características del estilo Candelaria, las cuales siempre fueron asumidas como propias del género  femenino.  En  ese  sentido,  el  aspecto  llamativo  es  que  el  personaje posee el sexo masculino marcado. Generalmente, por cuestiones etnográficas, históricas y arqueológicas, la práctica de cargar cántaros es asociada, como ya mencionáramos, de casi manera exclusiva con el género femenino en el estilo Candelaria (Métraux, 1933; Scatolin, 2006). Dada la posible asociación entre lo sonoro (ocarina), lo chamánico (postura) y lo acuático (cántaro), podríamos plantear que la actitud de cargar el cántaro podría ser interpretada de otra manera. Con ello no cuestionamos la validez de anteriores aproximaciones, sino que abrimos la posibilidad a pensar esta actividad como algo más que una representación literal de lo observado. Consideramos que podríamos estar en presencia de una “sacralización de lo cotidiano” en lugar de una rutinización de lo sagrado”. Si a esto agregamos la posible representación de una máscara, dada su morfología particular, en lugar de un rostro humano, y teniendo en cuenta la importancia de dichos objetos en ceremonias y rituales de sociedades etnográficas (Villar y Bossert, 2014), la propuesta de considerar otras posibles interpretaciones con respecto al personaje mencionado tomaría aún más fuerza. Por ejemplo, si se tratara de una máscara surge la posibilidad de proponer una similitud (no necesariamente una relación histórica directa) con las máscaras de los espíritus-ancestros-muertos utilizadas por los Chané y otros grupos sudamericanos (Villar y Bossert, 2014). Los ojos cerrados presentes en el personaje permiten contemplar con mayor fuerza esta segunda posibilidad.

El  papel  de  los  personajes  híbridos  (una  vasija  y  un  silbato)  exhiben otras  posibilidades  que  estarían  en  consonancia  con  lo  anterior.  El  primer caso se trata de un silbato (CYB-1) que posee modelado un personaje con cabeza humana y cuerpo de tortuga (Chelonia) (Figura 3). Como se mencionó anteriormente la asociación entre estabilización corporal y sonido, y en este caso entre desestabilización física o transformación corporal, se haría presente. Resulta llamativo que además la tortuga no estaba presente en el repertorio iconográfico de Candelaria. Por otra parte, el rostro del ser exhibe largas cejas, lágrimas en el rostro y una sonrisa que permite observar sus dientes. Esto

último le da una actitud alegre, en apariencia contrario a la representación de  grimas.  Por  otra  parte,  las  largas  cejas  parecen  ser  una  marca  de  la


 

 

transformación corporal en Candelaria, Santa María y otros estilos durante el primero y segundo milenio d.C.

El segundo personaje posee atributos humanos (cráneo, rostro, presenta brazos y piernas, además de una postura bípeda) y zoomorfos (orejas, presencia de cola y pezuñas en lugar de manos y pies). El personaje exhibe nuevamente la presencia de grimas en su rostro y posiblemente estuviera sosteniendo un instrumento aerófono similar a una flauta, el cual, se encuentra ausente producto de la fractura ya mencionada. Otra vez, encontramos una asociación entre música, hibridación, presencia de largas cejas o lágrimas. Estas últimas podrían reflejar parte de los efectos experimentados durante el consumo de sustancias psicoactivas o por el trance extático durante ceremonias colectivas- chamánicas. Dejamos abierta la posibilidad de que se trate de un chamán/machi en estado de trance o transformación guiado por el sonido del instrumento

musical que estaría ejecutando (Figura 4).

 

 

 

 

 

Figura 4. Personaje antropozoomorfo (CYB-17)

 

 

 

 

El carácter de los ceramios Candelaria

 

Alberti (2007, 2012) y Alberti y Marshall (2009) propusieron la existencia de prácticas de fabricación de cuerpos en el estilo Candelaria. Además de ello, consideran que otros aspectos de las sociedades prehispánicas de las tierras


bajas  permiten  suponer  a  las  vasijas  como  ontológicamente  equivalentes a los seres humanos. Por otra parte, además de la fabricación de cuerpos, es importante señalar que la perforación de cráneos, el rompimiento y el desmembramiento de cuerpos está presente en contextos funerarios Candelaria, aludiendo a procesos de desubjetivación mediante la destrucción de cuerpos biológicos (Lema, 2019).

En  variados  estilos  cerámicos  prehispánicos  del  NOA  es  común  la figuración de personajes híbridos con caracteres humanos y no humanos. Específicamente  en  Candelaria,  es  común  la  recombinación  de  nuevos cuerpos con partes humanas, animales y vegetales presentes en figuraciones híbridas de su iconografía (Alberti, 2007, 2012; Alberti y Marshall, 2009; Moreno, 2019; Moreno et al., 2019). En ese sentido, consideramos que tanto la fabricación, como la destrucción de cuerpos (humanos y no humanos, cerámicos y biológicos) delimitan pautas de pensamiento-praxis bajo las cuales el nacimiento y la muerte de sujetos/objetos forma parte de un complejo mecanismo de renovación material y energética para la regulación de procesos dinámicos, fisiológicos y metafísicos de fisicalidades humanas y no humanas, como los ritos, ceremonias y festividades, nacimiento y muerte, actividades agrícola-ganaderas, caza y recolección, guerra y pacificación, fenómenos meteorológicos,  comunicación  y  el  establecimiento  de  diferentes  modos de relación en donde “lo humano” se define por el punto de vista adoptado y  por  el  rmino  de  una  o  múltiples  relaciones  determinadas  (Viveiros  de Castro,  2004,  2013).  En  ese  sentido,  es  posible  proponer  una  integración de  las  sociedades  Candelaria  en  las  pautas  y  prácticas  antes  mencionadas, las cuales estuvieron presentes, por ejemplo, en todo el mundo Amazónico por largo tiempo y fueron observadas en trabajos etnográficos de campo y en revisiones bibliográficas de crónicas etnohistóricas, por ejemplo, el ritual antropofágico entre los Tupí (Viveiros de Castro, 2002). A su vez, estos ritos de creación (dedicación-animación-sacralización) y destrucción (terminación- desacralización) (Testard, 2019) se constituyen no solo como hechos históricos, sino como máquinas para la fabricación del tiempo, posibilitando la existencia misma  (Viveiros  de  Castro,  2002).  En  este  punto,  podemos  extraer  las siguientes consideraciones sobre los materiales de Candelaria:

 

1)  Durante la vida de los instrumentos como sujeto-objetos son considerados como cuerpos con una interioridad, es decir, dotados de subjetividad e intencionalidad con las cuales se pueden establecer diferentes modos de relación, ya sea alianza, seducción, hostilidad o intercambio de servicios


 

 

(Descola, 2004, 2012). Estos podrían ser entendidos como seres tulpa[3]  que acompañan a las personas durante su vida.[4]

2)  Los sujetos, humanos y no humanos, son fabricados y destruidos en eventos y rituales cíclicos para la apropiación de la energía vital contenida en los mismos y para la activación de la rueda temporal de eventos, dotando de historicidad a los mismos (Viveiros de Castro, 2002).

3)  La re-construcción o actualización de cuerpos en seres con carácter híbrido en rituales y ceremonias de fabricación de cuerpos (Alberti 2007, 2012; Alberti y Marshall, 2009) y actualización/renovación de los modos de relación con agentes no humanos. Esos rituales podrían estar acompañados de estímulos químicos (sustancias enteógenas, alcohol) y sonoros (música o sonidos: palabras cantos o patrones repetitivos con instrumentos musicales).

 

Lo mencionado anteriormente se haría presente en cuerpos cerámicos y biológicos, y serían observables especialmente en contextos funerarios, lugares y situaciones donde la liminalidad se hace presente (Viegas, 2016; Sánchez Huaringa, 2016). El poder chamánico invocado desde lo sonoro[5] tendría un lugar importante en cada una de estas ceremonias.

 

La función de los instrumentos musicales de Candelaria

 

Viveiros de Castro (2013) propone considerar a los objetos involucrados en la transformación corporal (partes corporales de animales, por ejemplo), como parte de una tecnología chamánica en el proceso de dicha transformación. En ese sentido, los instrumentos musicales pueden considerarse como parte de las herramientas del trabajo chamánico (Llamazares 2006, 2011; Rodríguez, 2011).

Dada la escasa representación de instrumentos musicales en la muestra analizada, podemos suponer que los mismos estarían reservados para ocasiones o sujetos especiales, en ceremonias, festividades y ritos posiblemente dirigidas por chamanes/machis,[6] tal como sucedió en el pasado en otras regiones del país y el continente (Sánchez, 2016; Mendoza, 2017; Bejarano, 2017). Si pensamos a lo no humano (en cuanto a su fisicalidad) como humanos (con subjetividad) con cuerpos no humanos (de animales, por ejemplo), entidades con conciencia que  poseen  sus  propias  culturas  y  afectos,  sería  viable  que  el  chamán/ machi fuera el mediador entre entidades y fuerzas humanas y no humanas. El constituirse como un mediador o intermediario cultural entre sociedades humanas y no humanas permite entender su rol en tales relaciones como un passeur  culturel  (Ares  y  Gruzinski,  1997)  para  negociar  diversos  aspectos  de la  vida  cotidiana:  nacimiento  y  muerte;  salud  y  suerte;  cacería,  recolección y actividades productivas; fenómenos astronómicos-meteorológicos y su injerencia en la vida terrestre, etc.

En   consonancia   con   lo   anterior,   por   ejemplo,   en   muchos   grupos etnográficos de la Amazonía todo sucede como si existiera una gran cadena trófica  que  va  desde  los  seres  más  ínfimos  hasta  los  espíritus  caníbales causantes  de  las  enfermedades  y  muertes  humanas  (Viveiros  de  Castro,

2004, 2013). Creemos que todos los seres en cuestión forman parte de un campo social de humanos y no humanos, que se extiende más allá de la humanidad como una especie y la entiende como una condición posible de todos los seres. Así, entonces, podemos entender este entramado de seres habitando, lo que nosotros llamamos, un campo social extendido, en el cual las diferentes subjetividades establecen relaciones de diversa índole. Una vez más, creemos que estas lógicas permearon continuamente las maneras de pensar y experimentarse, por parte de diversas sociedades de nuestro entorno, tal como es el caso de sociedades etnográficas del vecino territorio chaqueño (Tola, 2005,

2008, 2012).

Algunos autores sostienen que el materialismo es una ilusión de nuestros sentidos  físicos  más  inmediatos.  Estos  planteos  sostienen  que  el  universo no es materia, sino energía en múltiples niveles vibracionales (Lazlo, 2014 en Llamazares, 2016). Los descubrimientos realizados por la física cuántica en los últimos años permiten  suponer que lo que vemos como materia sólida es en realidad energía, la cual, por tener esta un nivel vibratorio bajo, genera en nuestro sistema perceptivo la apariencia de materialidad estable. Sin embargo, nuestra percepción puede ser afinada para captar otros niveles vibratorios más sutiles. En otras palabras, es posible cambiar la percepción para amplificar la conciencia, habitando una nueva dimensión de la realidad (Llamazares, 2016).

Para la visión chamánica las barreras entre mundos son sutiles y porosas, el chamán/machi puede interpelar a esos otros mundos, como estas fuerzas pueden ingresar en la realidad ordinaria para convocar y comunicarse con humanos. Cualquier objeto o evento es un potencial canal: una cueva, un árbol, un rito o una canción (Llamazares, 2015). Podemos relacionar lo dicho con lo liminal, presente entre planos de distinta naturaleza, y entenderlo como la manifestación de las fuerzas de lo desconocido (Avenburg y Martínez, 2014; Viegas, 2016; Sánchez, 2016). Entonces, así, la tarea chamánica consiste en mantener dichos canales abiertos, limpios, seguros, fácilmente transitables, mediante lenguajes específicos: imágenes, colores, aromas, las texturas, morfologías y por medio de la vibración y el sonido. Estos métodos son útiles para hacer visible lo invisible, y audible la música y los mensajes provenientes de otros planos. La función de la sonoridad emitida por los instrumentos durante el trabajo chamánico es la de desestabilizar corporalidades, desdibujar identidades y volver permeables las propiedades materiales, haciendo posible la  comunicación  con  otros  planos  de  existencia.  En  ese  sentido,  existe  la creencia que la ejecución repetida de sonidos constituye un método apto para alcanzar  estados  de  éxtasis  o  trance  chamánico  (Llamazares,  2006,  2011). Por  ejemplo,  muchos  instrumentos  musicales  son  utilizados  en  ceremonias y  rituales  de  diversos  grupos,  durante  los  cuales  el  chamán  transforma  su espíritu en ave a través del soplido del silbato, para realizar vuelos espirituales y cumplir sus propósitos, como estaría sucediendo con el silbato encontrado en Yánimas 1 (Miguez et al., 2013). Debemos tener en cuenta que “en contextos arqueológicos y etnográficos son frecuentes los aerófonos realizados a partir de huesos largos de las extremidades de aves como el cóndor (Cathartidae), los flamencos (Phoenicoptheridae), las cigüeñas (Ciconiidae) y las águilas (Accipitridae)” (Miguez et al., 2013, p. 182). Sumado a todo esto tenemos presente que en muchos grupos etnográficos las aves son consideradas como animales auxiliares por excelencia del vuelo chamánico (Ottalagano, 2007).

La mayoría de los silbatos analizados (tres de una muestra de cinco) poseen figuraciones de aves y murciélagos, ambos grupos animales con la capacidad de ejecutar el vuelo. Por otra parte, el sonido agudo de los silbatos puede relacionarse con la fauna representada como los murciélagos, los flamencos, los búhos/lechuzas y las tortugas, que son especies que emiten también sonidos agudos. La sonoridad de alta frecuencia emitida por los instrumentos aerófonos habría sido buscada intencionalmente, como aún lo es “por los oficiantes de ritos curativos de las comunidades chaqueñas y andinas-peruano costeñas y de ceja de selva” (Miguez et al., 2013, p. 185).

Durante la ejecución repetida del soplido sobre los silbatos, el ejecutante volcaría su esencia en el instrumento dotado con una morfología corporal determinada, y en contrapartida, el humano adoptaría, mediante el contagio de propiedades, una serie de caracteres deseados del animal/ser allanando el camino para su transformación en un ser con hábitos/afectos similares (Tola, 2008, 2012).

Por  todo  lo  anterior,  consideramos  que  el  uso  más  probable  otorgado a estos instrumentos musicales sería el de alcanzar estados alterados de conciencia   para   realizar   diversos   propósitos:   vuelos   extáticos,   ritos   de curación y renovación, comunicación con entidades no humanas y planos inmateriales, entre otros. Estas reflexiones se encuentran en sintonía con una de las interpretaciones dadas a cuatro de los cinco silbatos de nuestra muestra analizados en un estudio anterior por Aráoz y Herrera (1999) y para el aerófono proveniente del sitio Yánimas 1 (Miguez et al., 2013).

Por otra parte, el sonajero con representación de murciélago (Desmodus rotundus), presenta algunas características de interés. Se sabe que a lo largo de toda América precolombina el murciélago fue considerado como un animal totémico  o  deidad  (Retana-Guiascón  y  Navarijo-Ornelas,  2007,  Herrera  et  al., 2015; Acevedo, 2016). Las creencias prehispánicas vincularon su figura con la noche, la muerte y el inframundo, pero también reconocieron la importancia del mismo por su capacidad polinizadora y por su rol como dispersor de semillas, por lo que se lo considera como “dador de vida” por su capacidad para la regeneración de bosques y selvas (Cruz, 2007; Herrera et al., 2015). A diferencia de otras regiones de Sudamérica como la Sierra de Tairona (Venezuela) donde el murciélago se encuentra profusamente representado (Acevedo, 2016), en Candelaria la figura del murciélago es escasa y podría estar respondiendo a pautas y cuestiones estrictamente locales (Moreno, 2019).

Sobre el sonajero (MAC-10) se representó solamente la cabeza del murciélago, resaltando dos atributos: a) iconográficamente: sus hábitos alimenticios, por la representación de sus colmillos y b) funcionalmente: su


sonido, por tratarse de un sonajero. Estas dos características permiten inferir qué hábitos de la especie eran tenidos en cuenta para su representación y más aún sobre la función del objeto en sí mismo. La especie identificada (Desmodus rotundus) posee hábitos hematófagos. El consumo de sangre reviste gran importancia ya que, según algunos grupos indígenas actuales, este fluido preserva la energía vital y el espíritu de los seres vivos. En este sentido, la predación de otro espíritu (beber sangre de otros animales) podría dotar al murciélago de diversas facultades corporales y temperamentales deseadas por los humanos. Esta predación y apropiación de otras subjetividades podría constituir una característica de importancia, además de la emisión de sonidos agudos, tenida en cuenta por chamanes, quienes realizan esta misma actividad por medio del uso de fluidos o partes corporales de animales para adoptar sus perspectivas y entablar el diálogo con lo no humano. En ese sentido, debemos tener en cuenta que los sonajeros se vinculan, en general, con ceremonias de contexto mágico-ritual (Grebe, 1974). Goyena (1992, pp. 115-116) sostiene que “las sonajas indígenas americanas han sido siempre implementos esenciales en muchos ritos chamánicos. Su sonido agudo y excitante estimula al trance y acompaña las ceremonias curativas”.

En cuanto al carácter iconográfico de los seres-vasijas de Candelaria consideramos que existe una estrecha relación con los hábitos de las especies representadas.  Posiblemente  el  motivo  de  ello  es  la  adquisición  de  hábitos y afectos de dichas especies durante el trabajo chamánico. En consonancia con  lo  anterior,  podemos  decir  entonces  que  los  instrumentos  musicales de  Candelaria  se  constituyeron  como  una  herramienta  de  negociación  —y no de imposición— con las fuerzas de lo que en la ontología occidental entendemos por naturaleza (Ingold, 1990), un concepto antropomorfizado o “antropomorfizable” por las cosmologías de los pueblos indígenas de las tierras bajas de Sudamérica.

En síntesis, todas estas consideraciones permiten que vinculemos la naturaleza de los instrumentos musicales y la iconografía del estilo Candelaria con ceremonias de carácter mágico-ritual, en algunos casos asociados a sustancias enteógenas, cuyas performances propician la transformación de cuerpos y perspectivas, en el caso de chamanes-machis, o que por el contrario buscan evitarla, en el caso de la predación ontológica. Ambas responden a lógicas que afectan directamente a la constitución corporal durante sucesos de la vida y la muerte de las personas.

 

 

Conclusión

 

Las representaciones estilísticas de los grupos Candelaria de las tierras bajas del NOA, tocan temas como la transformación, la música o sonidos y grupos de seres con capacidad de vuelo y/o de emisión de sonidos agudos. Estos sonidos facilitan la transustanciación de cuerpos y el flujo energético para la ejecución de diversos propósitos. Uno de ellos sería la negociación con entidades no humanas para el desarrollo de actividades cinegéticas.

Consideramos que las lógicas de pensamiento animistas trascienden los límites de los Estados-Nación modernos. La falta de una integración de sociedades de nuestro territorio en las cosmologías indígenas sudamericanas responde  a  un  sesgo  de  la  antropología  nacional  más  que  a  una  realidad empírica (Tola, 2005, 2012). Los trabajos desarrollados con grupos del Chaco muestran una continuidad entre cuestiones cosmológicas mencionadas en grupos  amazónicos  y  chaqueños  (Tola,  2005,  2008,  2012).  Por  otra  parte, muchas  de  las  nociones  de  la  ontología  animista  encuentran  su  eco  en sociedades del entorno andino, llegando incluso hasta el ámbito de la vertiente pacífica de Chile (Pimentel, 2009). En ese sentido, Viveiros de Castro (2013) reconoce la existencia de una unidad cultural panamericana como un hecho etnográficamente comprobado.

En base a estas reflexiones, y de manera especulativa, podemos concluir provisoriamente que muchas de estas ideas estarían constituyéndose como rasgos  de  una  ontología  nativa  desde  tiempos  prehispánicos  en  el  área  de las tierras bajas del NOA. En ese contexto, los instrumentos musicales de Candelaria estarían actuando como herramientas de trabajo chamánicas, como seres  tulpa  (ontológicamente  equivalentes  a  entidades  biológicas)  y  como parte de mecanismos para la construcción del tiempo experimentado por las sociedades prehispánicas de las tierras bajas del NOA.

Lo  sonoro  se  constituye  así,  como  el  límite  de  lo  recuperable  en la materialidad prehispánica y el punto de unión de diversos aspectos considerados de importancia por las sociedades prehispánicas. De esta manera, lo sonoro/musical se constituye como un espacio liminal capaz de trascender las fronteras espacio/temporales presentes en los límites que separan diferentes planos de existencia: el pasado (primero y segundo milenio d.C.) y el presente (durante la investigación arqueológica), lo humano (antropomorfos) y lo no- humano (zoomorfos, híbridos), lo terrestre (antropomorfo y tortuga) y lo aéreo (aves y murciélagos), el día y la noche (murciélagos, búhos y lechuzas), lo visual (iconografía) y lo auditivo (sonidos, música), y finalmente la vida (ceremonias, rituales y festividades colectivas y transformación chamánica) y la muerte (predación ontológica) de los sujetos/objetos musicales de las tierras bajas del Noroeste Argentino.

 

 

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[1] Contagio o influencia es un “término que alude al proceso de transmisión de las características formales o de comportamiento entre los nqui’i (almas) de entidades humanas y no humanas en momentos específicos del ciclo vital”. Esta influencia es “susceptible de transformar los regímenes de corporalidad, los comportamientos y la personalidad de las personas corporizadas” (Tola, 2008, p. 9).

[2] Utilizamos el término machi (tomado del término mapuche para designar a mujeres con poderes mágicos) en conjunción con el de chamán, ya que no asumimos a priori el género de dichos personajes.

[3] Tulpa es literalmente una construcción, es un ser autónomo —con conciencia— creado por la mente de un individuo (Viegas, 2016). Estos personajes serían creados con diversos propósitos por agentes manipuladores de la energía, ya que, ello implica un intenso procedimiento que conlleva el manejo de una gran cantidad de energía mental (Viegas, 2016).

[4] Estos seres habrían formado parte de la vida cotidiana de la comunidad y cuando una persona fallecía, su tulpa debería acompañarlo. Su destrucción podría ser un paso necesario para evitar que se convierta en un espíritu peligroso para la comunidad al igual de lo que sucedía con su compañero humano difunto. Este proceso conlleva la de-subjetivación de los seres tulpa, e implica necesariamente un cambio en la función y carácter ontológico de los mismos. En ese sentido, los orificios registrados en los objetos/seres “matados” operarían como un medio para la transformación corporal y el carácter ontológico de los mismos.

[5] Para el chamán/machi la música es sinónimo de fuerza (Rodríguez, 2011).

[6] Estos sujetos son escogidos “por los espíritus, que le enseñan a trascender lo material para volar con el alma a otros mundos por el cielo o a gatear por las peligrosas grietas de los mundos subterráneos. También tienen “el poder de combatir contra los malos espíritus y sanar a sus víctimas, aniquilar los enemigos y salvar a su propio pueblo de las vicisitudes del hambre y las enfermedades” (Rodríguez, 2011, p. 151). Se sabe que los instrumentos musicales forman parte de ajuares funerarios de individuos socialmente importantes y en ajuares de entidades cosmológicamente necesarias como es el caso de las huacas (Gudemos, 2009).