Editorial

La pandemia del SARS-COV-2 que provoca la enfermedad del COVID-19, representa posiblemente la peor crisis vivida por la Humanidad, debido a su alcance mundial y al número de personas infectadas. Desde su aparición en diciembre de 2019 en Wuhan, China, el nuevo coronavirus puso al mundo en un estado de alerta. Su surgimiento no solo cambió las rutinas y la vida cotidiana de millones de personas, sino que también ha exacerbado las desigualdades estructurales subyacentes, basadas en las distinciones de clase, etnia, “raza” y género.

Para evitar la propagación del virus y tratar de controlarlo, millones de personas quedaron confinadas en sus hogares, muchas por medio del convencimiento y del consenso, y otras a través de medidas autoritarias y policíacas. Sin embargo, no todos tuvieron el “privilegio” del encierro, pues necesitaban salir a trabajar, sea porque laboran en hospitales, clínicas y centros de salud; en la producción y distribución de alimentos; en el transporte; y en labores de limpieza y recolección de basura, entre otras. Labores muchas de ellas definidas como “actividades esenciales” que sin embargo, no son suficientemente reconocidas ni valoradas, y por lo general son mal pagadas. No es por ello extraño que estas actividades se dejen a los trabajadores precarizados y racializados, quienes por esta condición suelen ser los más vulnerables a los contagios y a la muerte por COVID-19. Así se observó en la ciudad de Nueva York, capital financiera global, que desde sus entrañas mostraba las grandes desigualdades y los problemas asociados a la precariedad laboral, la exclusión y la falta de seguridad social que afectaban principal, aunque no únicamente, a los afrodescendientes y latinos.

En todos los continentes y países afectados de manera dramática por la pandemia como Brasil, Estados Unidos, India, Reino Unido y Rusia, las
minorías y los sectores empobrecidos han sido los más afectados por el virus. La concentración de casos entre los sectores más pobres o en sociedades desiguales y fuertemente racializadas, los efectos de la pandemia han sido más letales. Las condiciones de hacinamiento, desempleo e informalidad, tienden a afectar a los más pobres.

 

En América Latina y el Caribe, millones de personas perdieron sus empleos. Así sucedió con los trabajadores del turismo, pues el coronavirus afectó en primer lugar la movilidad. Con ello, los empleados de las aerolíneas, de los transportes, de la hotelería y toda la amplia gama de servicios que dependen de esta actividad, quedaron sin ingresos de la noche a la mañana. Otros más, que dependen de la economía informal y viven al día, pasaron a preocuparse no solo por el virus, sino también por su rápido empobrecimiento y la necesidad de contar con lo mínimo indispensable para sobrevivir.

La pandemia en América Latina llegó en un contexto de gran desigualdad social, agudizado por las políticas de corte neoliberal, que privilegiaron la inversión privada por encima de la política pública destinada a la promoción del bienestar y la seguridad social de la población. La salud había sido uno de los rubros más afectados debido al abandono y precarización del servicio, así como por el recorte del gasto público destinado a atender y proteger a los más vulnerables (los extremadamente pobres, los migrantes, las mujeres, los indígenas) cuyos programas fueron recortadas o desaparecidos.

A lo anterior se suman las altas tasas de ocupación en el sector informal. Tan sólo en México, cerca del 52% de la población ocupada se ubica en este sector. A ello se añade el hecho de que el COVID-19 llegó en un momento en el cual el país atravesaba por otras dos pandemias relacionadas con la mala alimentación:
la obesidad y la diabetes mellitus. Gran cantidad de muertes ocurridas a causa
de la pandemia están asociadas con el grave problema de obesidad, generada en
buena medida, por no haberse aplicado oportunamente una normatividad adecuada al etiquetado de los alimentos ultra-procesados y la venta de aguas azucaradas. Estas morbilidades se presentan de manera más frecuente en la población de menores ingresos y, de manera especial, entre la población rural e indígena, donde enfermedades como la diabetes se incrementaron de manera alarmante en las últimas tres décadas. La emergencia del coronavirus se agrava debido a que México no solamente ocupa la primera posición en obesidad infantil a nivel mundial, sino que siete de cada diez personas tienen obesidad o sobrepeso, adquirido principalmente por malos hábitos de alimentación.

La llegada de la pandemia abrió la caja de pandora y comenzaron a aflorar problemas que eran latentes. El racismo y la xenofobia prevalecientes en diversos países, se expresaron con mayor fuerza en todo el mundo desde que inició la pandemia. La violencia dirigida contra la población asiática o de ascendencia asiática la ha convertido en víctima de agresiones, tanto físicas como verbales. Ante la gravedad de los ataques, desde mayo de 2020, el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, expresó su preocupación al respecto y señaló que “la pandemia sigue
desatando una oleada de odio y xenofobia, buscando chivos expiatorios y fomentando el miedo”. Llamó a los gobiernos a “actuar ahora para fortalecer la inmunidad de nuestras sociedades contra el virus del odio”.

Las anteriores declaraciones obedecen a que en diversos países, la pandemia del odio se hizo presente mediante una retórica antichina, pronunciada por los medios de comunicación. Diversas organizaciones de Derechos Humanos, como Human Right Watch, han documentado el ascenso de la retórica racista en países de todos los
continentes. En Estados Unidos, por ejemplo, el presidente Donald Trump acuñó el término “virus chino” para referirse al COVID-19 y el secretario de Estado, Mike Pompeo, lo denominó “virus de Wuhan”. Estos discursos
alentaron la retórica racista y xenofóbica, lo cual se tradujo en ataques físicos contra las personas asiáticas y contra los migrantes.

El racismo anti-asiático no sólo se expresó en Estados Unidos. En Italia, el gobernador de la región de Véneto, aludió a los supuestos malos hábitos de higiene y costumbres alimenticias de los chinos, para culparlos de la pandemia. En el Reino Unido se reportó la agresión física y verbal contra personas asiáticas acusadas de propagar el coronavirus. En Australia ocurrieron agresiones y maltratos hacia población asiática, a la que se le conminó a regresar a sus países de origen. En España,
se reportó la agresión contra un joven estadounidense de origen chino, que fue dejado en estado de coma debido a una paliza.

El tema de la pandemia ha puesto al descubierto múltiples tensiones que habremos de explorar en los próximos números de Antropología Americana. Entre ellas se encuentran la exacerbación de las desigualdades y violencia de género, el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores, de los pueblos indígenas y de otros sectores, como los migrantes las condiciones de vida de los pueblos indígenas y afrodescendientes y los problemas relacionados con el retorno a una “nueva normalidad” que hasta hoy ha dejado intactas las estructuras socioeconómicas que generan la desigualdad y la destrucción del medio ambiente. Esta puede ser una de
múltiples pandemias que se pueden vivir en el futuro cercano si no se toman las radicales para cambiar el rumbo.

Abrimos este número con el artículo de Patricia Galeana, “Las epidemias a lo largo de la historia”, en el cual se hace un recorrido histórico por las principales pandemias que han afectado a la humanidad, provocando cambios en todos los ordenes de la vida. Muestra cuán frecuentes han sido las pandemias y los efectos que han causado. Explica que se tienen documentadas una decena de epidemias en la antigüedad, de las muchas que debió haber habido, algunas de las cuales subsisten hasta la fecha, como la tuberculosis. También relata la emergencia y propagación de otras enfermedades, como la peste negra en el medioevo, su difusión por Europa y los rebrotes que se presentaron incluso en épocas tan tardías como lo fue el siglo xx en Asia y África. Se refiere también a la importancia decisiva de las epidemias que fueron llevadas por los europeos al Nuevo Mundo y a los efectos devastadores que tuvieron sobre la población nativa. Aquí se plantea pues, un tema para reflexionar sobre la asociación entre la expansión de las epidemias y el colonialismo.

En continuidad con este tema, el artículo de Gilles Bibeau titulado
“El VIH-SIDA, una enfermedad tropical que se convierte en una pandemia mundial”, rastrea la presencia, desde la década de 1920, del virus VIH-SIDA en las zonas rurales de Zaire, su lenta migración a las grandes ciudades de ese país y su llegada a Kinshasa a principios de la década de 1970. El autor argumenta que las malas condiciones económicas y la cultura de la sexualidad existente en la ciudad provocaron, en los años 1980, una explosión en el número de personas infectadas y la migración del virus a través de contactos internacionales hacia
las Indias Occidentales, América del Norte y Europa a principios de la década de 1980. Asimismo, analiza la importancia del colonialismo en la propagación de la enfermedad y su conversión en pandemia.

En el siguiente artículo se analiza las condiciones de trabajo de los profesores venezolanos durante la pandemia, marcados por el teletrabajo, que tienden a agudizar las condiciones de desigualdad, ya que afectan de manera particular a las mujeres al incrementarse notablemente su carga de trabajo. El artículo titulado “Desigualdades develadas por la pandemia: economía del cuidado y malestar en profesoras de universidades venezolanas” de Mitzy Magaly Flores-Sequera, presenta un estudio sobre la manera en que las desigualdades de género tienden a afectar más a las mujeres que a los varones en las condiciones de confinamiento y la educación a distancia.

Como hemos mencionado, la pandemia se vive de manera desigual, dependiendo de la nacionalidad, la clase social, el género y la “raza”. Entre los sectores que han resultado más afectados por el COVID-19 se encuentran los migrantes. A partir de un estudio sobre la situación de los jornaleros agrícolas en Canadá, Marie France Labrecque analiza las condiciones de trabajo y de los trabajadores mexicanos que son contratados en el Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales en Canadá (PTAT). La autora muestra que las condiciones de déficit de poder en las que se encuentran los trabajadores mexicanos que participan en dicho programa, los hace particularmente vulnerables en tiempos de pandemia.

Pero no sólo las mujeres y los migrantes son los más vulnerables. También lo son los adultos mayores. Dos artículos hablan al respecto. En el primero de ellos, Felipe Roboam Vázquez Palacios, en su artículo “Miradas etnográficas del envejecer en la pandemia” analiza la construcción de sentido y significado que tiene la emergencia que ha provocado el COVID-19, los cambios en hábitos que conlleva el confinamiento y las problemáticas que acarrea para los adultos mayores.

En seguida, Pierre Beaucage acuña el término de “geronticidio” para referirse a la muerte de los adultos mayores. En su artículo “El geronticidio tranquilo. Etnografía del COVID-19 en Montreal, Canadá (marzo-agosto, 2020)”, el autor analiza la pandemia actual como un “fenómeno social total” con dimensiones médicas, políticas, económicas y simbólicas. Analiza los discursos que circularon en Montreal al inicio de la pandemia a la luz de las políticas públicas que tuvieron por resultado el sufrimiento y la muerte desproporcionada de ancianos, particularmente en las residencias para mayores.

El siguiente artículo es de Hernán Salas Quintanal titulado “Ruralidades interrumpidas. El comportamiento de los ciclos agrícola y festivo en tiempos de pandemia” en el que analiza la interrupción de los ciclos ceremonial y agrícola en una localidad del estado mexicano de Tlaxcala. A ello, se suman otros fenómenos socioeconómicos, tales como la presión sobre la tierra, el deterioro de la calidad de los alimentos, de las relaciones comunitarias y el desplazamiento laboral de los habitantes rurales. Analiza las afectaciones del distanciamiento social sobre las interacciones sociales y reflexiona acerca del comportamiento de las comunidades para hacer frente a la pandemia.

El año 2020 ha sido muy difícil. Muchos de nuestros seres queridos se han ido. Por ello, no quisimos dejar pasar más tiempo sin rendir un merecido homenaje a nuestro colega, maestro y amigo Ricardo Melgar Bao, quien partió de este mundo el pasado 10 de agosto. Además de ser un profesor e investigador de primera línea que influyó de manera decisiva en generaciones de antropólogos e historiadores, Ricardo Melgar fue un pensador latinoamericano ampliamente reconocido por sus contribuciones teóricas para el estudio de la compleja realidad latinoamericana. También profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y colaborador del Boletín de Antropología Americana, Ricardo Melgar se distinguía por su interés de fortalecer a un mundo académico latinoamericano interdisciplinario, abierto al pensamiento crítico y al desarrollo de las ciencias sociales para el estudio de la historia, la cultura y el contexto social de nuestros países. Es por ello que en este número le rendimos un merecido homenaje y un reconocimiento a su trayectoria. Como parte de ello, publicamos uno de sus artículos, publicado por primera vez en el Boletín de Antropología Americana, núm. 28, de diciembre de 1993, titulado “José Carlos Mariátegui y los indígenas: más allá de la mirada, diálogo y traducción intercultural” cuyos planteamientos siguen siendo de gran actualidad.

Ricardo Melgar representa a una generación de intelectuales comprometidos con las mejores causas y expresiones del pensamiento latinoamericano. Autor de numerosas obras relacionadas con el pensamiento crítico, rompió con la compartimentación disciplinaria en las ciencias sociales, integrando una perspectiva interdisciplinaria que conjugaba el pensamiento filosófico y las ciencias sociales.

Cerramos este número con la reseña del libro de Antonio Fuentes y Daniele Fini (coords.), Defender al pueblo. Autodefensas y policías comunitarias en México.

Esperamos que este número de su interés y motive la discusión y reflexión académica sobre los temas aquí tratados.

 

Cristina Oehmichen-Bazán

Editora

 

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