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Homenaje a Silvio Zavala

Patricia Galeana *

Revista de Historia de América

Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México

ISSN: 0034-8325

Periodicidad: Semestral

núm. 155, 2018

revhistoamerica@ipgh.org



Homenaje a Silvio Zavala

No tuve el privilegio de ser alumna de Silvio Zavala en el aula, pero sí su discípula, y también gocé de su amistad. Zavala fue un gran humanista, maestro ejemplar, historiador notable y hábil diplomático. Fue también fundador de instituciones. Dedicó su fructífera vida a la investigación, preservación y difusión de la Historia de México, de América y del mundo.

Su formación original de jurista le proporcionó los elementos que orientaron su preocupación por el estudio de la legislación indiana, en la cual fue uno de los grandes especialistas. En 1936 —cuando apenas contaba con 27 años de edad— realizaba ya una investigación sobre el trabajo en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, el cual dejó pendiente cuando Luis González Obregón le informó del rico material que existía sobre el tema en el grupo documental General de Parte del Archivo General de la Nación.

Como historiador de la escuela neopositivista, él mismo reconocía la influencia de la escuela alemana. Particularmente, la de Leopold von Ranke, quien concibió una historia europea totalizadora, donde a pesar de la heterogeneidad, la historia de sus pueblos se desenvolviera en cauces paralelos y convergentes.

Zavala se opuso a la visión parcializada del conocimiento histórico, sustentó una concepción unificadora, en donde todo se influía entre sí, no había dicotomías entre la historia económica y social. Su visión integral reconoce la influencia de las diferentes facetas en cada momento histórico, su relación e interdependencia.

Con este marco teórico y metodológico, Zavala entiende a la historia de México como un todo. Concibe a los diferentes periodos históricos como partes de ese todo que es la historia patria. De la misma manera considera la integralidad de la historia de la América hispana, o de los grandes procesos de la historia de la humanidad.

Para ser historiador, señalaba el maestro, hay que saber encerrarse en sí mismo, involucrarse en el tema, pasar largas horas de soledad en los archivos, y desear, por encima de todas las cosas, descubrir la verdad de los hechos. Esta responsabilidad es la primera que el investigador contrae, y a la que obedece su máxima lealtad con el pasado que indaga.

La monumental obra de Zavala está fundamentada en la investigación en fuentes primarias. Zavala siempre consideró que “la historia puede ser conocimiento científico, si se trabaja con testimonios firmes y se hacen inferencias válidas”.1 François Chevalier le reconoció como “el iniciador de la historia científica en América”.

Solía decir que “El historiador tropieza con el tiempo… Los problemas del tiempo son la tarea del historiador”, el tiempo pasado y el tiempo presente, el tiempo social y el tiempo personal. Conjugar adecuadamente los diferentes tiempos es el arte del historiador.

Nuestro historiador hizo un doble trabajo: el de un descubridor, en el sentido de sacar a la luz lo que permanece oculto; y el de un innovador, en tanto que amplió el universo analítico de la historia mexicana. Nadie antes que él se había especializado en el estudio de la historia social del periodo colonial. Dirigió su mirada a los trabajadores anónimos que con su esfuerzo construían la riqueza virreinal, y a las contradicciones de la ambición y la justicia.

Silvio Zavala se dedicó a estudiar a quienes Humboldt llamó las “últimas clases del pueblo”, cuya suerte era la más lamentable, porque por su condición desigual se encontraban bajo tutelaje y no existía registro alguno de su quehacer en los grandes anales de la historia, a pesar de ser la parte más numerosa de la sociedad. El historiador consideró que el estudio sobre el trabajo de los indios fue una de las investigaciones más trascendentes de su obra.

Del estudio del trabajo indígena con el que se construyó la grandeza novohispana, publicó de 1939 a 1946 Fuentes para la historia del trabajo en Nueva España —con el valioso apoyo de su esposa, doña María Castelo—, obra de ocho volúmenes que marcó un hito en la historiografía sobre el tema.

Después publicaría El servicio personal de los indios, a lo largo de un periodo de doce años, también en ocho volúmenes. Aquí reproduce muchos documentos inéditos del siglo XVI hasta el inicio del siglo XIX. Zavala sostuvo con razón que la investigación documental permite a los investigadores formarse “un cuadro histórico más completo que el de los historiadores que no

han desarrollado semejante esfuerzo o cuya época y situación no les permitió el acceso a los documentos indispensables”.2

Para promover la investigación histórica, Zavala también fue fundador de instituciones. Dio vida al Centro de Estudios Históricos de El Colegio de México, en donde contribuyó a formar una escuela historiográfica de excelencia académica. De él surgieron otras instituciones con una vocación semejante, como el Colegio de Michoacán.

Fue también el creador de la Comisión de Historia del Instituto Panamericano de Geografía e Historia en 1946 para estudiar a la historia de América desde sus culturas originarias hasta el tiempo presente. Zavala presidió la Comisión a lo largo de 17 años. Su interés en el estudio de la historia de América surgió por influencia directa de su maestro Rafael Altamira.

En 1938 publicó el primer número de la Revista Historia de América, la cual dirigió durante 28 años, hasta el número 59, publicado en 1965. Después continuó participando como colaborador durante 36 años más.

Zavala concibió que la Comisión de Historia debía estudiar todo sobre América: la prehistoria, la historia precolombina, la arqueología, la historia colonial y el patrimonio documental en archivos y bibliotecas. Bajo su dirección se crearon cuatro Comités para estudiar los programas de historia y revisar los archivos y libros de texto, el Folclore y el proceso de emancipación de las naciones americanas. Promovió, además, grupos de trabajo sobre historiografía, archivonomía, arqueología, antropología, etnografía, lingüística y las relaciones entre la población indígena europea y africana; así como de museos históricos. No hubo nada que dejara de considerar.

Desde 1937 inició la publicación del Boletín Bibliográfico de Antropología Americana; en 1952 editó Folklore Americano. Emitía un Informe mensual de las actividades de la Comisión de Historia. Publicó magníficos materiales técnicos: la Guía de Instituciones que cultivan la Historia de América, la Guía de los Historiadores que cultivan la historia de América; un manual técnico sobre la reparación y conservación de libros y manuscritos; un estudio sobre Paleografía Americana. Entre las investigaciones sobre Historia de América destacan la Historia de las Indias, la Historia de la Ley en las Antillas y La historiografía de las Antillas inglesas, así como las de Brasil, Ecuador y Haití y un informe de Historia Municipal. Además, escribió biografías de historiadores americanos; un Estudio sobre la enseñanza de la historia y una Serie sobre monumentos históricos y arqueológicos americanos.

En reconocimiento a su magna aportación al IPGH, el 21 de julio de 1986 la Secretaría General del Instituto le entregó el premio del geógrafo estadounidense “Arch C. Gerlach”, al cumplir 100 números de la Revista de Historia de América.

En 1988, el IPGH instituyó el Premio de Historia Colonial de América “Silvio Zavala”, para conmemorar los cincuenta años de haberse fundado la Revista de Historia de América. Este premio estaba originalmente dedicado a reconocer la mejor obra de historia de América publicada en México, pero en febrero de 1990 se acordó otorgarle un carácter panamericano, para que pudieran participar obras publicadas en cualquier Estado Miembro del Instituto.

Postulado por el IPGH, recibió el Premio “Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, 1993”. Durante la celebración del 66 Aniversario de la fundación del IPGH, en febrero de 1994, Zavala develó su fotografía en el Salón Dorado de su Secretaría General.

Otro merecido homenaje fue el que le rindieran el IPGH, el Departamento del Distrito Federal y el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México el 9 de octubre de 1997, con la develación de una placa conmemorativa en la sede del Instituto, y otra en el exterior, con su nombre: “Calle Ex arzobispado, Paseo Silvio Zavala”.

Zavala pudo conjugar en forma armónica los tiempos que enfrenta el historiador con resultados excelsos. Estudio el tiempo pasado y también el momento histórico que le tocó vivir. Colaboró en el suplemento “El Búho” del periódico Excélsior. Escribió lo mismo para los más grandes expertos que para los jóvenes.

Su vocación por la enseñanza lo llevó a escribir libros de texto para estudiantes de secundaria. Sólo aquel que domina un tema es capaz de hacer su mejor síntesis y logra transmitirlo en forma comprensible a un público no especializado. El primer texto, Historia Universal y Contemporánea, lo publicó en colaboración con Ida Appendini en 1946, y hasta la fecha lleva 38 ediciones. Después publicó la Historia Universal de la Antigüedad y de la Edad Media en 1953. Cabe destacar que siempre mantuvo las ediciones actualizadas. Sus textos fueron el primer contacto con un libro de historia de muchas generaciones de mexicanos, por más de medio siglo.

Zavala se opuso a que se construyeran torres frente al monumento del Ángel de la Independencia para que no se disminuyera la grandeza del símbolo de nuestra libertad. Propuso que se edificara un Monumento a la mexicanidad, y que consagrara los principios del Estado nacional: garantías individuales, derechos sociales y federalismo. También propuso que se erigiera otro a la hispanidad, destacando la importancia cultural de la Nueva España, desde la primera imprenta de América, su Universidad y los genios culturales lo mismo en la literatura, como Sor Juana y Juan Ruiz de Alarcón, que en la ciencia con el Seminario de Minas y las aportaciones de Alzate, entre otros destacados novohispanos. El doctor Zavala buscaba que los pueblos americanos asumieran su identidad, tanto de sus raíces primigenias como de su raíz europea.

Zavala, defensor del patrimonio histórico de México, buscó la documentación que existe sobre nuestro país en los Archivos del Mundo para microfilmarla y ponerla al alcance de nuestros investigadores. Su vida entera es un ejemplo de autodisciplina, de tenacidad y de trabajo, prescindiendo de cualquier otra satisfacción que no fuera la del estudio, por eso pudo escribir una obra de tales dimensiones.

No podemos concluir esta recordación del querido maestro sin mencionar sus palabras. En 1992, en un magno homenaje ofrecido a Zavala por la Universidad Complutense de Madrid y el IPGH en El Escorial, España, expresó sus sentimientos sobre nuestro futuro:

Abrigo la esperanza de que los pueblos de Europa y de América, así como los de Asia y África, que la historia conectó alrededor de 1492, con las altas y bajas habituales en todos los tiempos incluso el nuestro, gocen de paz y de concordia como lo recomendaba el humanista Juan Luis Vives.

Gracias querido maestro, nuestra admiración y cariño.

Notas

1. González y González, Luis, “A propósito del doctor Silvio Zavala”, Estudios acerca de la historia del trabajo en México. Homenaje del Centro de Estudios Históricos a Silvio Zavala, edición preparada por Elías Trabulse, México, El Colegio de México, pp. 11-15, 272.
2. Zavala, Silvio, Ordenanzas del trabajo, siglos XVI y XVII, tomo I, Editorial Elede, México, 1947, p. V.

Notas de autor

* Historiadora, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, correo electrónico: p_galeana@yahoo.com.
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