Dossier

Los empeños de un impreso. Camila Henríquez Ureña y la revista Lyceum

The Printed of Trials. Camila Henríquez Ureña and the The magazine Lyceum

Freja Ininna Cervantes Becerril
Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, México

Revista de Historia de América

Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México

ISSN: 0034-8325

Periodicidad: Semestral

núm. 158, 2020

revhistoamerica@ipgh.org

Recepción: 24 Junio 2019

Aprobación: 16 Agosto 2019



DOI: https://doi.org/10.35424/rha.158.2020.596

Resumen: Este artículo analiza la colaboración de Camila Henríquez Ureña como directora y autora de la revista trimestral Lyceum (1936-1939) en su primera época, publicada por la sociedad el Lyceum Club Femenino de La Habana. Para ello se explica el origen de la revista en relación con el fenómeno de las sociedades femeninas fundadas a inicios del siglo XX y, específicamente, la importancia cultural y social de esta institución de carácter privado en Cuba, lo cual representó un espacio fundamental para el encuentro intelectual de la sociedad habanera, de los intelectuales del exilio español y de la comunidad internacional. Por su alto valor documental, los 14 números que constituyen el corpus de la revista Lyceum en este período representan una fuente imprescindible para conocer los principios programáticos que alentaron la publicación y sus alcances, desde la labor intelectual de Camila Henríquez Ureña, quien además de emprender un intenso activismo feminista, colaboró en otros proyectos con Fernando Ortiz y José María Chacón y Calvo, entre otros.

Palabras clave: Camila Henríquez Ureña, revista Lyceum, sociedad intelectual femenina.

Abstract: This article analyses the collaboration of Camila Henríquez Ureña as director and author of the trimestral magazine Lyceum (1936-1939) in its first stage, published by the society Feminine Lyceum Club of the Havana. For that purpose it is explained the origin of the magazine in relation with the phenomenon of the feminine societies founded at the beginning of the 20th century and, specifically, the cultural and social relevance of this institution of private nature in Cuba, which represented a fundamental space for the intellectual encounter for the society of the Havana, for the intellectuals of the Spanish exile and the international community. For their great documentary value, the 14 issues, which constitute the corpus of the Lyceum magazine, represent in this period an essential source to know the programming principles which encouraged the publishing and distribution, with the intellectual labour of Camila Henríquez Ureña, who apart from undertaking an intense feminist activism, collaborated on other projects with Fernando Ortiz and José María Chacón y Calvo, among others.

Keywords: Camila Henríquez Ureña, Magazine Lyceum, intellectual society for women.

Los empeños de un impreso. Camila Henríquez Ureña y la revista Lyceum

El 22 de febrero de 1936 apareció el primer número de la revista Lyceum, órgano informativo y de sociabilidad intelectual de una de las instituciones privadas más importantes para la cultura y el pensamiento cubanos de la primera mitad del siglo XX, especialmente para las mujeres pensadoras, artistas, educadoras, feministas y activistas sociales de la época.[1] Desde La Habana las mujeres del Lyceum Club discurrieron y conversaron con sus pares masculinos, a quienes convidaban a dictar conferencias, e impartieron cursos y socializaron artística e intelectualmente organizando actividades culturales, como exposiciones de arte y conciertos musicales. En estos encuentros las agremiadas y sus invitadas e invitados reflexionaron en torno a diversas problemáticas internacionales, como la Guerra civil española y el pronto exilio republicano a la isla, hechos que alertaban sobre el complejo período bélico en Europa. A esta preocupación se sumaban las contingencias de la nación que abrumaban en particular a la comunidad intelectual en los años treinta.

La revista Lyceum finalmente salió a la luz pública para conmemorar el séptimo aniversario de la institución, creada el 1º de diciembre de 1928 por sus fundadoras principales Berta Arocena de Martínez Márquez y Renée Méndez Capote, en un momento álgido de la vida política con la reforma constitucional del presidente Gerardo Machado para mantenerse en el poder, en el que la lucha de las sufragistas cubanas se articuló a partir de la asociación de nuevas alianzas y organizaciones para fundar la Alianza Nacional Feminista encabezada por Pilar Jorge de Tella y Ofelia Domínguez Navarro.[2] Entonces Renée Méndez Capote no tenía mucho de haber regresado de España y asistido como invitada al Lyceum Club Femenino de Madrid, presidido por María de Maeztu y fundado por Carmen Baroja y Carmen Monné.[3] De ahí que se considere al Lyceum madrileño, fundado en 1926,[4] el antecedente inmediato del habanero si se atienden a las relaciones trasatlánticas que unas y otras intelectuales mantuvieron para perseguir sus objetivos principales en beneficio de las mujeres, convirtiéndose la cubana en una de las instituciones receptoras del exilio español.

Ambas sociedades femeninas en La Habana y Madrid se inspiraron en el primer Lyceum (The International Lyceum Club for Women Artists and Writers) inaugurado el 20 de junio de 1904 en Londres, a iniciativa de la escritora inglesa Contance Smedley-Armfield el día de su 32 aniversario en Picadilly 128, con 1000 afiliadas.[5] Previos a la fundación de la sociedad londinense existieron los clubes femeninos y de escritoras que se desarrollaron como espacios de convivencia restringida. Sin embargo, las mujeres fundadoras de los liceos trascendieron estas primeras sociedades irrumpiendo el orden social establecido al instaurar uno nuevo con la creación de centros de vida intelectual y artística en Occidente en el que el intercambio entre mujeres cultas de distintas naciones fuera posible. De esta forma buscaban promover la cooperación internacional y con ella estimular la movilidad femenina pese al prejuicio social que estigmatizaba el libre desplazamiento de las mujeres. [6] A la conformación de estas sociedades también contribuyó la paulatina integración de profesionistas y activistas de los derechos de la mujer, como las sufragistas.

Además de ofrecer espacios para el diálogo y la convivencia, uno de los objetivos de estas sociedades fue plantearse la organización y defensa de los intereses y derechos de las mujeres, asistiendo a asalariadas y amas de casa de bajos recursos e incorporándolas a sus sociedades para recibir protección e instrucción. El 4 de noviembre 1905, en presencia de Contance Smedley-Armfield surgió el segundo Lyceum Club Femenino en Berlín en la Potsdamer Strasse 118b, dirigido por la abogada Hedwig Heyl, quien se destacó por haber organizado exposiciones a nivel internacional, muy celebradas por la sociedad del momento. Estas muestras públicas se experimentaron como un síntoma de la inserción moderna de las mujeres en las metrópolis europeas.

Las sociedades femeninas Lyceum Club congregadas en una red de redes a nivel internacional tuvieron su aparición en cadena a inicios del siglo XX. Por lo que a las sociedades de Londres y Berlín les siguieron el Lyceum Club de París en 1906, el de Bruselas en 1913, y un año después el de Nueva York, y así sucesivamente en Roma, La Haya y en el resto de Europa se fueron estableciendo organizaciones femeninas vinculadas entre sí a nivel internacional, cuyo modelo original fue el londinense. Estas agrupaciones se propusieron en un primer momento organizar y fortalecer la convivencia intelectual y generación de conocimiento humanístico y científico de las mujeres ilustradas de la alta burguesía con el apoyo de figuras femeninas de la aristocracia europea, como el caso del Lyceum berlinés que recibió el apoyo de la también artista y escritora Marie von Bunsen y la protección de la reina de Rumania, la princesa Elizabeth de Wied, quien escribió con el seudónimo de Carmen Sylva.

El antecedente de esta forma moderna de encuentro y creación de espacio público para la opinión femenina, remite a los suntuosos salones franceses del siglo XVII, momento en el que las mujeres enriquecieron la cultura de la conversación con “el placer de la palabra”, como ha definido Benedetta Craveri el ideal de sociabilidad que persiguieron las mujeres nobles del Antiguo Régimen, y en el que se articulaban sus reflexiones intelectuales y aspiraciones civilizatorias. El salón fue también un espacio abierto para reflexionar colectivamente entre hombres y mujeres “que pretendían ser iguales y que se elegían sobre la base de las afinidades recíprocas”. [7]

La influencia del club estadounidense distinguió el Lyceum de La Habana del origen aristocrático de los europeos. Al respecto, Elena Mederos señalaba a inicios de 1936 en la revista Social que “en Cuba, por su situación estratégica en la encrucijada de dos civilizaciones, la sajona y la latina, la aceptación de esta realidad ha venido sin las estridencias que han caracterizado su aparición en los países precursores del movimiento”.[8] Un año antes, Uldarica Mañas destacaría la condición autónoma del Lyceum habanero de “isla en isla”, una imagen expuesta por la escritora española María Teresa León como conferencista invitada. [9] Jorge Gustavo Marturano ha analizado esta imagen desarrollada por Mañas para acentuar la autonomía de la institución femenina, la cual se caracterizó por su apertura y recepción civilizatoria, así como por su capacidad para conciliar el legado cultural de la tradición hispánica con las inquietudes del presente americano, a partir de los textos “Hojeada retrospectiva” de Piedad Maza Fernández Vega y “Camino al futuro” de Uldarica Mañas, publicados en la Memoria de los trabajos presentados a la “Primera Fiesta Intelectual de la Mujer”, aparecida en 1935.[10] De estas lecturas Marturano infiere los principios programáticos de la institución: una sociedad abierta a la diversidad intelectual, de cohesión femenina y feminista, y solidaria en su activismo social y cultural.[11]

Después de las rupturas que sufrió el movimiento feminista cubano de 1923 a 1927, año en que se funda el Partido Comunista Cubano, en un escenario político vulnerado por las iniciativas reeleccionistas de Gerardo Machado y la ampliación de su mandato de cuatro a seis años, surgieron nuevas organizaciones femeninas y su activismo político se intensificó, ya sea para denostar las iniciativas de Machado de cara a las elecciones de 1934, ya para apoyarlo como sucedió con ciertas lideresas de derecha que se vieron beneficiadas en esta coyuntura. De ahí que la particularidad del Lyceum Club habanero respecto del modelo europeo y estadounidense se debe sobre todo a su inmersión en el movimiento de las mujeres del primer tercio del siglo XX en Cuba, que más allá de sus diferencias fue sistemático en su lucha por alcanzar las reformas legales que garantizaran sus derechos, como el reconocimiento de los hijos ilegítimos, el divorcio, la abolición de la prostitución, la salud de las mujeres y los derechos laborales de las madres, la igualdad del salario justo, la educación en todos los niveles de las mujeres y, por supuesto, el voto femenino. Este último fue clave en el programa político de las diversas asociaciones, clubes y organizaciones femeninas y feministas. En este sentido, la aparición del Lyceum Club entre muchas otras organizaciones de mujeres contribuyó a enaltecer con su activismo intelectual un proceso social y cultural nacionalista en pleno desarrollo que complejizó por su carácter reformista el período de la independencia al Estado moderno.[12]

Las ideas reformistas que motivaban las actividades del Lyceum con su apoyo al voto femenino, la educación a niñas y mujeres, la organización de congresos y la difusión del pensamiento feminista mediante la lectura de textos fundacionales a inicios de los años treinta encontraron correspondencia con algunos de los nuevos objetivos de asociaciones como las que fundó Pilar Jorge de Tella (Club Femenino), y la fusión que encabezó Ofelia Domínguez Navarro del Comité de Acción Cívico y el Comité de Sufragio Femenino (ANF), que a finales de 1928 buscaron formar la Alianza y canalizar su activismo desde distintos frentes realizando trabajo social y político con el que lograron ocupar cada vez más el espacio público en los medios impresos y radiofónicos.[13]

El Lyceum de La Habana, a semejanza de sus instituciones hermanas, asumió una responsabilidad cívica y social en la isla desde su fundación, cuya finalidad era difundir la cultura y fomentar la lectura en los sectores más desprotegidos de la población, al mismo tiempo que edificó la conciencia de una cultura femenina necesaria para la integración de la sociedad cubana.[14] Las agremiadas fundadoras del Lyceum fueron principalmente mujeres de la alta burguesía, quienes en su proceso de conformación incluyeron también a afiliadas de clases media y baja para transitar de la filantropía y la caridad al compromiso político social en el mejoramiento de las condiciones de vida de las niñas y las mujeres de Cuba.[15] La mayoría de las fundadoras y colaboradoras del Lyceum de La Habana, como lo ha señalado Rosario Rexach,[16] estaban vinculadas familiarmente con los intelectuales más importantes, como Jorge Mañach, Juan Marinello, Rafael Suárez Solís, entre otros. Estos varones invitados al diálogo del Lyceum en diversos momentos resaltaron el sentido comunitario que manifestaban sus agremiadas para dirigir la institución enfatizando su espíritu de colectividad.

El primer año de la revista Lyceum estuvo codirigido por Uldarica Mañas y Camila Henríquez Ureña. Desde el inicio la publicación se propuso una periodicidad trimestral por lo que apareció en los meses de marzo, junio, septiembre y diciembre. La codirección del órgano oficial del Lyceum fue un signo de convivencia solidaria que predominó en los cuatro números que se publicaron en 1936, y que buscó proyectar las actividades difusoras de la institución, además del capital simbólico y cultural acumulado, según se desprende de algunos comentarios expresados por diversos intelectuales, mujeres y hombres allegados a las actividades de la agrupación, como José María Chacón y Calvo, Gustavo Pittaluga, Nicolás Guillén, Mariano Brull, José Tallet, Emilio Ballagas y Eugenio Florit.

No obstante la relevancia de Lyceum como testimonio documental de las labores sociales y culturales que realizó la asociación femenina, y al llamado de Mirta Yáñez para su rescate a inicios del siglo XXI, las investigaciones hasta el momento realizadas y disponibles sobre la publicación han sido pocas, breves o indirectas, además de la dificultad que implica su consulta en acervos.[17] Si bien puede pesar sobre su estudio el temor a desvincular el impreso de la historia de la asociación, en realidad la revista se presenta como una actividad programática entre las muchas que realizó la sociedad para el desarrollo del pensamiento y la cultura feministas en Cuba.

Cuando el Lyceum se hizo revista

Entre las consecuencias que la sociedad cubana experimentó de las acciones contra Machado, a inicios de los años treinta en Cuba, fue el cierre temporal de la Escuela Normal para Maestros de Oriente y de los centros secundarios de la República y la Universidad. Durante este período no sólo las condiciones laborales de Camila Henríquez Ureña se vieron afectadas en la ciudad de Santiago de Cuba, como encargada de la cátedra de Lenguas y Literaturas Hispánicas de la Escuela a partir de 1927, institución en la que su padre Francisco Henríquez y Carvajal y su hermano Max también se habían desempeñado como profesores, sino que personalmente la muerte de su padre en 1935, darían nuevo rumbo a sus labores docentes y académicas.

En esos años y una vez estallada la huelga de marzo de 1935, el Lyceum y otras instituciones privadas se convirtieron en los espacios más prominentes de la vida cultural.[18] Vicentina Antuña rememora que el Lyceum fue “un refugio y tribuna de los intelectuales cubanos, así como de los republicanos españoles a quienes la resaca de la guerra civil en su patria había arrojado a nuestras playas”.[19] Entonces Camila empezó a asentarse largas temporadas en La Habana donde dio cursos, dictó conferencias y colaboró activamente en el Lyceum y la Institución Hispanocubana de Cultura, fundada por Fernando Ortiz, y por la que entró en contacto con Juan Ramón Jiménez.[20]

La participación inicial de Camila Henríquez Ureña en el Lyceum se fue intensificando a través de los años hasta que finalmente en febrero de 1936 aparece su crédito como directora de la revista junto con una de sus fundadoras, Uldarica Mañas. Ambas directoras escribieron en el primer número de la revista Lyceum un texto breve a manera de editorial que intitularon “Directrices”, en el que exponían las condiciones adversas, los motivos y esfuerzos que dieron origen al impreso:

Uno de los ideales del LYCEUM ha sido el de poder mantener un órgano oficial que recoja en sus páginas la síntesis de nuestras actividades. Este ideal ha encontrado siempre múltiples obstáculos que impedían su realización, los cuales, aunque no desaparecidos se han tratado de obviar, y este primer número que aparece al conmemorarse el séptimo aniversario de nuestra fundación, será el taladro que destruya los que aún quedan por salvar.

La vida nueva, la que nos ha tocado vivir, es una de cooperativismo. A la acción individual ha sucedido el empuje de las masas. Un solo ser no puede mover una roca; muchos, pueden levantarla. He aquí nuestra esperanza.

A los innúmeros esfuerzos realizados por la Directiva del LYCEUM para dotar al mismo de algo que imperiosamente reclamaba, esta revista, es necesario que se unan los de las asociadas y los de todas las personas interesadas en la cultura patria, que, salvo contadas excepciones, sufre de parálisis parcial, la cual es de todo punto necesario vencer para impedir su avance. Si a ello contribuimos con este aporte, nuestra suprema aspiración se habrá cumplido.

Hemos dado, con gesto bravío, el paso de avance al ritmo de marcha triunfal. La meta está lejos, queremos vencerla, y para lograrlo sólo necesitamos cooperación.[21]

Además del uso de cierto lenguaje bélico, llama la atención los conceptos masas, cooperativismo y cooperación[22] enarbolados como fundamentos sociales que además de justificar la existencia de la publicación, son garantía para su continuidad y expresiones del espíritu del Lyceum y su lógica de administración colectiva. Hay en estas primeras líneas de la revista una voluntad de registro sintético de las actividades y acontecimientos que las socias realizaban, además de una generosidad intelectual para publicar una selección de las conferencias impartidas en ese recinto de la cultura. Estos documentos que formaban parte del archivo del Lyceum representan en la actualidad textos valiosos para comprender la trama en que se relacionaron estas intelectuales y artistas cubanas con sus pares, como una red de redes que religa lo mismo textualidades y sujetos que iniciativas conjuntas, con la que lograron edificar y sostener una institución moderna para la cultura cubana de 1928 a 1968, año de su desaparición.

Como toda revista, Lyceum se distribuyó y financió en parte por la publicidad dirigida al consumo femenino[23] y por el sistema de suscripción, por lo que cada número suelto se ofreció en 30 centavos y anualmente en un peso, ambos precios se sostuvieron hasta el último número de la primera época, además de ofrecer al público números dobles por 60 centavos en la edición de septiembre y diciembre de 1938, en la que aparecieron los números 11 y 12 juntos. Comparada con otras publicaciones antecesoras e incluso contemporáneas como la revista Social, ilustrada por Conrado W. Massaguer, Lyceum no fue una publicación que se haya destacado gráficamente; por el contrario, el aspecto de la portada y el logo del título que la anunciaba siempre fueron los mismos, en una continuidad monográfica sin atributos. No obstante, en cada número se registró con imágenes fotográficas en blanco y negro, los retratos de las escritoras y escritores invitados de la sociedad, además de reseñar las diversas exposiciones que tenían lugar, ya fueran de artistas reconocidos o de alumnas del Lyceum, la revista consignó documentalmente las actividades más representativas. Esta condición material de la revista refuerza la declaración permanente de las editoras y directoras del Lyceum sobre las adversidades y obstáculos para realizarla.

En un seguimiento de los paratextos que engloban a toda publicación periódica, la editorial que aparece en el segundo número con el mismo título de “Directrices”, las directoras Uldarica y Camila buscaron dar continuidad al proyecto mediante el símil de la revista como un pájaro azul de nostálgico aire modernista “que revoloteaba impaciente por emprender su vuelo y cumplir una misión”,[24] aquella de carácter cosmopolita cuya aspiración internacional legitimaba en su origen la creación del Lyceum como sociedad cultural “que surgió a impulsos de una necesidad vehemente, para reunir en su seno a las mujeres ávidas de conocimientos nuevos, que les ayudaran a ensanchar sus horizontes de ideas”,[25] y cumplir así su labor de difusión de la cultura en otras orillas. Además de dejar inscrita la buena recepción que el primer número tuvo abriéndose heroicamente al público lector. Posteriormente, el texto de “Directrices” del tercer número destaca el archivo histórico que la institución fue preservando con el paso del tiempo para dar a conocer a través de la revista aquellas conferencias que como “aportes al medio científico y cultural” desean ahora difundir, porque “sólo el avaro guarda sus tesoros. Al contrario que esos parias del espíritu, nosotras nos afanamos por hacerlos llegar a todas las manos para que sean disfrutados. He ahí la labor que tratamos de realizar”.[26] Finalmente, la editorial del cuarto número es una despedida de las directoras, al concluir el primer volumen que “tantos esfuerzos ha costado para darle vida”, con la que ceden las “Directrices” de la revista y dan la bienvenida a las nuevas agremiadas nombradas por la institución, por lo que Uldarica Mañas y Camila Henríquez Ureña fueron sustituidas por Carolina Poncet,[27] como única directora y una subdirectora, Consuelo Montoro de G. Hernández: “A la nueva Directiva, compuesta de mujeres profundamente identificadas con los ideales del Lyceum, va aquí nuestro saludo. Ellas y el nuevo Consejo harán que resuenen mucho más lejos los ecos de los triunfos del Lyceum, y los de esta publicación”.[28]

Pese a las cuatro décadas de vida del Lyceum, la revista no siempre registró la vitalidad de la institución como órgano oficial, no al menos en los primeros siete años, y tampoco más adelante en casi una década, de 1939 a 1949, en que se interrumpió su impresión. De ahí que claramente la historia de la publicación se divide en una primera época, de febrero de 1936 a junio de 1939 con la publicación de 14 números, y en una segunda, en la que se retoma la labor editorial de nueva cuenta con la aparición de un número conmemorativo por el vigésimo aniversario de la institución, cuando la sociedad ya ostentaba el nombre de Lyceum y Lawn Tennis Club, en febrero de 1949, y el directorio de la revista y la institución habían cambiado hasta 1961, por lo que la publicación se sostuvo por mucho más tiempo.

En los números de la primera época, la revista Lyceum publicó las conferencias y colaboraciones de la mayoría de sus invitados e invitadas, entre los que se encontraban Raimundo Lazo, Rafael Marquina, Juan Ramón Jiménez, José María Chacón y Calvo, Luis de Soto, Mercedes García Tudurí, Aurelio Boza Masdival, Dulce María Loynaz, Aquiles Maza, Elena López Hernando, Gabriela Mistral, Jorge Mañach, Medardo Vitier, José Antonio Portuondo, José Ardévol, Karl Vossler, Francisco Ichaso y Manuel Bisbé.

A partir de 1937 Uldarica Mañas ingresó al servicio diplomático por lo que se modificó su trayectoria intelectual, periodística, literaria y feminista. Entre los cambios que siguieron en la vida de la fundadora de la revista Lyceum fue dejar la codirección con Camila Henríquez Ureña para atender sus funciones diplomáticas en Bélgica, España y Estados Unidos. Mirta Yáñez ha escrito que Uldarica “participó en muchas cosas, desde cerca y desde la distancia, iba y venía hasta que se quedó lejos, fue la empedernida viajera”.[29] Como escritora errante cabe destacar las conferencias dictadas en ese centro habanero que reunió en su libro Tres conferencias leídas en el Lyceum, publicado en 1936 y Estampas peruanas, dos años después. Antes de su carrera diplomática, Uldarica Mañas participó activamente en el Congreso Internacional de Mujeres Escritoras en Chicago en 1933 como representante del Lyceum y la revista Grafos, y en la Fiesta Intelectual de la Mujer en La Habana, realizadas de 1935 a 1937.

Para cerrar quisiera anotar brevemente un par de aspectos que dio estructura formal a la revista, en cuanto a sus secciones, presentación y desarrollo. Si bien el aspecto rústico y austero que definen las condiciones materiales y gráficas de Lyceum comprueban las dificultades financieras que enfrentaron sus editoras para producirla, conviene atender a la disposición de sus secciones que buscaron reproducir las labores de la organización.[30] Si a lo anterior se añade su valor documental de principio como órgano oficial del Lyceum, una lectura actual que considere su estructura en relación a la dinámica de la sociedad puede dimensionar las prácticas que inciden en la presentación de los contenidos y representación institucional, especialmente la intención de dar vida al archivo y la biblioteca del Lyceum, con una clara conciencia sobre el capital simbólico que producía y su necesidad de preservarlo como patrimonio cultural al servicio de la comunidad y en consonancia con su programa de promoción de la lectura. Asimismo, las labores y servicios bibliotecarios y la intensa asistencia social del Lyceum propiciaron en gran medida el desarrollo de estas disciplinas en el nivel universitario.[31]

Las colaboraciones de Camila en la revista Lyceum

La primera época de la revista corresponde a los años más intensos de actividad cultural, antifascista y feminista de Camila (1936-1942).[32] En esos años, iba y venía de Santiago de Cuba a La Habana, de la Escuela Normal de Oriente al Lyceum, hasta que finalmente obtuvo una plaza vacante y temporal de Literatura Española en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas. Además de dirigir, escribir y publicar en Lyceum, también lo hizo para otras publicaciones periódicas como el Bimestre Cubana, Grafos y Senderos. También participó en la edición de la conocida antología poética de 1936 a cargo de Juan Ramón Jiménez, acudió a programas radiofónicos, colaboró con José María Chacón y Calvo, y con Fernando Ortiz se desempeñó como secretaria de la Institución Hispanocubana de Cultura.

Durante este período Camila Henríquez Ureña fungió también como directora técnica del Colegio Ariel, además de asumir la vicesecretaría del Teatro de Arte La Cueva. Asimismo, fue miembro de la Academia de Ciencias de la Educación e impartió cursos de lecturas literarias para ciegos, de ahí que Diony Durán diga que Camila recorrió “Santa Clara, Remedios, Trinidad, Cienfuegos, Sagua la Grande, Camagüey y Matanzas ofreciendo un cursillo sobre la Escuela Nueva y aún le alcanza[ba] el tiempo para recibir clases de canto y equitación”.[33]

Durante la codirección que emprendió Camila Henríquez Ureña con Uldarica Mañas, las editoras cumplieron con la periodicidad en tiempo y alentaron la venta por suscripción anual para asegurar la continuidad del impreso e incorporaron en los números sucesivos la venta de anuncios publicitarios para un público femenino exclusivo y con poder adquisitivo. Los siguientes dos años Camila estuvo presente en sus páginas como colaboradora. Ahí publicó ensayos literarios y un trabajo sobre feminismo, algunos de ellos originalmente fueron conferencias en el Lyceum y discursos que leyó como representante de la sociedad en otras tribunas, textos que contienen el germen de su crítica literaria para el estudio de la literatura hispanoamericana escrita por mujeres. [34] De estos primeros cuatro números cabe inferir brevemente los criterios y el valor de las secciones que se mantuvieron como signos para leer por etapas el proyecto general de la revista y su relación con el programa de la sociedad, pero también los intereses particulares de Camila Henríquez Ureña como responsable de la sección “Revista de libros” en los dos primeros números de su codirección con Mañas y, posteriormente, con la publicación de su conferencia sobre Delmira Agustini.

La aportación inicial de Camila en la sección “Revista de libros” fue un compendio de reseñas sobre novedades editoriales, la mayoría de ellas publicaciones literarias mexicanas, que probablemente recibía la familia Henríquez Ureña, vínculos que mantuvieron con autores, libreros, editores, etcétera, para hacer circular las noticias bibliográficas y que la directora de la revista anotaba como parte de su práctica lectora. Así, a inicios de 1936, Camila daba cuenta del teatro del dramaturgo mexicano Francisco Navarro y de su edición de El mundo sin deseo y otros dramas, de la poesía de Jaime Torres Bodet con la publicación de Primero de enero y de la novela Tierra caliente de Jorge Ferretis, las tres obras publicadas en Madrid en 1935; así como de la biografía de Carlos Bosch sobre Schuman y las Crónicas de mi vida de Igor Strawinsky; además de El hombre deshabitado de Rafael Alberti, la mayoría de estos títulos fueron publicados por Espasa-Calpe de México y Madrid.

A diferencia del apartado de “Notas de Secciones” que informaba sobre las conferencias impartidas por profesionales de diversas disciplinas para el conocimiento de las asociadas, como la que dio Manuel Costales Latatú, llamada “Las afecciones ginecológicas de la mujer, y su influencia en su vida biológica y social”, de quien entonces fuera el Secretario de Educación. En “Revista de Libros” Camila Henríquez Ureña buscó en principio comentar bibliográficamente la aparición de las obras a manera de guía de lecturas y recomendaciones que se iban incorporando selectivamente al acervo. No obstante, la biblioteca mereció siempre una sección especial para anunciar un catálogo de novedades bibliográficas más recientes del Lyceum, que en principio enlistaba los títulos por materias y géneros (filosofía, literatura, historia, etcétera) y tipos de publicación (enciclopedias y revistas). A partir de este inventario se pueden recrear las estanterías de los fondos que se iban incorporando con adquisiciones de la institución o donaciones durante la primera época de la revista y observar el incremento de la oferta de lectura que ofrecía el Lyceum.

En el cuarto número, Camila Henríquez Ureña publicó su conferencia impartida en el Lyceum en 1934 sobre la joven poeta uruguaya Delmira Agustini, a veinte años de su homicidio y diez de la publicación de sus obras (El libro blanco de 1907, Cantos de la mañana de 1910, y Los cálices vacíos, de 1913). Presentada como documento del archivo de la institución, la conferencia de Camila reapareció años después en Lyceum con el título “Delmira Agustini (ensayo de interpretación biográfica)”. Este estudio crítico sobre la poesía de Agustini es revelador en más de un sentido, ya que permite advertir la voluntad sistemática de la crítica literaria por trazar una corriente propia del “lirismo femenino” a inicios del siglo, de la que Delmira junto con Eugenia Vaz Ferreira fue precursora en la poesía hispanoamericana. Al respecto Camila Henríquez Ureña concluye que:

[Delmira Agustini] tiene el mérito, no de haber ejercido una influencia formal directa sobre las poetisas que le han sucedido, sino de haberles dado la norma suprema de esa poesía: la absoluta sinceridad, atreviéndose a expresar, por primera vez en nuestras letras, latidos secretos del alma femenina en torno al amor, centro vital que constituye el modo radical de la vida femenina, sobre el cual, en una u otra forma, gravita el ser de toda mujer. […] Delmira Agustini exhaló un grito de liberación de sí misma. Todas las poetisas que le han seguido han osado proyectar hacia fuera su yo íntimo. Nuevas orientaciones han surgido, nuevos caminos se abren ante nosotros; más que nada podrá quebrantar la verdad básica de esa actitud.[35]

Un número después, en diciembre de 1936, se anunciaba el cese de la directiva inicial de la revista y se agradecía el apoyo recibido por parte del consejo de Dirección, además de que las directoras salientes Uldarica y Camila daban la bienvenida a las nuevas asociadas que figurarían en un directorio más jerárquico. No obstante, la participación de Camila continuó a lo largo de la primera época de la publicación, incluso de manera indirecta la revista registró sus colaboraciones con el Lyceum entre marzo y junio de 1937, en el número doble 5 y 6, en el que se consignan los cursos impartidos por Camila, como “La historia a través de la novela” y otro más, “Historia de la literatura y el arte en España”. Este número doble también refiere el préstamo de sus piezas más notables que hizo la familia Henríquez Ureña de su biblioteca, con el que el Lyceum pudo “lucirse” en la exposición que llevó a cabo sobre el libro hispanoamericano.

En el número 13 Camila Henríquez Ureña publicó su ensayo “La mujer y la cultura”, que leyó el 9 de marzo de 1939 en el Lyceum para promover el Congreso Nacional Femenino, el cual había tenido lugar el 24 de febrero en La Habana de ese mismo año, y en el que algunas de las mujeres de la asociación participaron como parte del Comité Ejecutivo Nacional para organizar el congreso. En el vasto temario que fue publicado en el número anterior de la revista, destacan aquellos subtemas agrupados con el mismo título que el ensayo de Camila, el cual refiere la contribución de la mujer a la cultura, la mujer y los prejuicios sobre su capacidad intelectual, la evolución intelectual de la mujer en Cuba y los problemas de la mujer profesional o artista, entre otros, que vistos como un esquema funcionan para explicar estructuralmente el desarrollo del texto publicado por Camila en el número siguiente.[36]

El ensayo “La mujer y la cultura” gravita en torno del concepto cultura como un proceso histórico social que en relación al desarrollo de las mujeres y su emancipación requería ser problematizado, lo que llevó a su autora a acuñar un nuevo término en su discurso feminista: cultura femenina, introducido a inicios del siglo XX por el filósofo y sociólogo berlinés George Simmel en su ensayo “Cultura femenina” publicado en 1911. En esta obra Simmel reflexionó sobre el cambio social que las mujeres habían iniciado modificando el paisaje de la modernidad con su presencia e intervención en el espacio público.[37] Camila Henríquez Ureña traslada el concepto y lo sitúa en relación con la historia y el devenir de los géneros:

Si estamos de acuerdo en que la cultura es el esfuerzo consciente mediante el cual la naturaleza moral e intelectual del ser humano se refina e ilustra con un propósito de mejoramiento colectivo, no es posible decir que existiera antes del siglo XIX una cultura femenina. Lo que se cultivaba en la mujer por medio de las artes de adorno y de las faenas caseras, y sobre todo, por el cuidadoso desarrollo en ella del espíritu de sumisión, era un ser cuya existencia se concebía sólo en función correlativa cuyo término era el varón o era el hijo.[38]

El proceso que describe la persecución de una cultura femenina en este ensayo responde, en gran medida, a los juicios y prejuicios de una cultura masculina correspondiente que cuestiona desde el dominio los principios del movimiento feminista. Esa resistencia al desarrollo necesario de las mujeres, en específico en Cuba, se manifiesta en desconocer su estatus social confinándolas a su función sexual, pero especialmente a la convivencia de las mujeres intelectuales que excepcionalmente no han podido ser omitidas, “nombres de damas de posición económica desahogada”, como Gertrudis de Avellaneda o, tiempo después, María Luisa Dolz.

La distinción de una cultura femenina frente a una cultura que naturalmente duda de la inteligencia y capacidad intelectual de las mujeres reclamando excepciones, como si la genialidad fuese común entre varones, resulta estratégica para evidenciar los falsos dilemas científico y religiosos de la supuesta inferioridad e inmadurez física y racional con los que se ha justificado apartar a las mujeres de la vida pública para someterlas a lo largo de los siglos negándoles el acceso a la educación y la cultura. Éstas son algunas de las respuestas que Camila Henríquez Ureña expone en “La mujer y la cultura”, y que volverá a reformular como premisas para escribir años después su magistral ensayo “Feminismo”, presentado el 25 julio de 1939 en la Institución Hispanocubana de Cultura, y que representa una auténtica declaración de los derechos de la mujer y su mayor contribución al pensamiento feminista latinoamericano en su búsqueda armoniosa de un nuevo humanismo.

Las ideas feministas de Camila Henríquez Ureña, en especial las relacionadas con la educación de las mujeres encuentran sus antecedentes en la obra pedagógica y de avanzada La educación científica de la mujer de Eugenio María de Hostos, quien fuera mentor de la madre de Camila, la poeta Salomé Ureña, con la que fundó las primeras escuelas normales para mujeres en Santo Domingo.[39] Sobre el sistema pedagógico del maestro puertorriqueño Camila Henríquez Ureña desarrolló su tesis doctoral y sustrajo en un apartado el concepto de la educación de la mujer en Hostos.[40]

Acompaña en el número 13 al ensayo de Camila Henríquez Ureña, el informe publicado por Dolores Guiral, como delegada de la Unión Continental Femenina, sobre el Primer Congreso Internacional de Mujeres llevado a cabo en México del 6 al 11 de octubre de 1938, convocado por la Unión Femenina Ibero Americana (UFIA), en el que se expresan las 19 resoluciones del congreso y que manifiesta en gran medida las múltiples redes que las colaboradoras del Lyceum mantenían dentro y fuera de Cuba a través del feminismo.

Finalmente, en el último número de la primera época de la revista Lyceum, Camila Henríquez Ureña dio a conocer “Ideología literaria de Proust”, una lección de sus cursos de literatura francesa en el Lyceum dedicada al escritor francés.[41] En este texto Camila muestra su erudición en materia filosófica y literaria, y por momentos teoriza sobre el género de la novela con especial atención a la francesa a finales del siglo XIX y a la figura de Marcel Proust y su obra En busca del tiempo perdido. Esta colaboración de Camila cierra un período de sus participaciones en la revista, y no fue sino hasta 1949 que reaparece en su segunda época con un texto conmemorativo intitulado “Goethe en Colorado” para aludir al bicentenario del natalicio del escritor alemán en la ciudad de Aspen, organizado por la Goethe Bicentenial Foundation.[42]

Los textos de Camila Henríquez Ureña en la primera época de la revista Lyceum articularon una serie de intereses y temáticas presentes en la sociedad cubana y en la acción feminista de la época. Su revisión contribuye a releerlos no sólo en función de una obra reunida y póstuma, ya que en vida Camila nunca los publicó en libro, sino en diálogo con los debates culturales de la nación bajo la crisis republicana como la identidad de una literatura nacional y la contribución de las mujeres en el desarrollo de una cultura cubana, así como de las coyunturas bélicas con la Guerra Civil española y la Segunda guerra mundial y el papel de las mujeres para la paz. Sobre todo los textos de Camila muestran su rigor en el ejercicio crítico y literario de un estudio cada vez más articulado que Henríquez Ureña adelantaba en su perspectiva de la crítica literaria feminista y en su revisión historiográfica de la literatura escrita por mujeres. En este sentido, el seguimiento de las publicaciones de Camila en las dos épocas de la revista Lyceum y en relación con sus investigaciones literarias sobre mujeres escritoras y gobernantes de las colonias hispanoamericanas podrían develar el desarrollo y sus aportaciones a los estudios literarios con enfoque de género.

El activismo feminista de Camila prefiguró la visión crítica de la estudiosa literaria, y la reorientó en las líneas a seguir de sus investigaciones en la década de los cuarenta y cincuenta. Para Camila, como intelectual activa del Lyceum, la lucha por el sufragio femenino, entendida como el reclamo legítimo a la ciudadanía por parte de las mujeres, el acceso a la educación y la cultura, así como el reconocimiento de las mujeres intelectuales, profesionistas y científicas en todos los ámbitos, incluida la academia, fue programa a seguir para definir los objetivos y acciones de las sociedades femeninas reunidas en el modelo del Lyceum Club Femenino.

Las singularidades e identidades en la historia de cada Lyceum, como el de La Habana, son indicios para conocer su organización y alcance, así como la diversidad de los intereses de sus agremiadas y los vínculos que relacionan su actuación cultural en la sociedad cubana. La revista Lyceum fue uno de los instrumentos y medios más comprometidos y eficaces para crear y difundir una cultura femenina en el desarrollo de un pensamiento feminista, presente no sólo en los momentos convulsos en los que la asistencia de las mujeres reaparece para ser olvidada por la historia, sino como parte del proceso social integral que las afiliadas del Lyceum vivieron colectiva e internacionalmente como ciudadanas del mundo.

Bibliografía

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Mañas, Uldarica y Camila Henríquez Ureña, “Directrices” en Lyceum, vol. I, núm. 3, p. 3.

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Notas

[1] Agradezco a Pablo Argüelles Acosta por haberme facilitado la consulta de algunos materiales de la revista Lyceum.
[2] Como antecedentes de asociaciones femeninas del Lyceum en La Habana, existieron el Club Femenino o Pro-Arte Musical y el movimiento feminista internacional en Cuba, que en 1923 y 1925 realizó los Congresos Nacionales de Mujeres, organizados por la Alianza Nacional Feminista. Para 1928, año de la fundación del Lyceum Club, la ANF fue la organización feminista más activa y de mayor influencia en la época
[3] Rosario Rexach, “El Lyceum de la Habana como institución cultural”, https://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/09/aih_09_2_077.pdf , [consultado el 4 de enero de 2019].
[4] Shirley Mangini ha documentado la hostilidad que la fundación del Lyceum de Madrid enfrentó por parte de intelectuales conservadores y de la Iglesia, aunque también de intelectuales como José Ortega y Gasset y Marañón (véase Shirley Mangini, “El Lyceum Club de Madrid un refugio feminista en una capital hostil”, en Asparkía, núm. 17, California State University, 2016, 125-140 pp.).
[5] Constance-Smedley (1876-1941) fue una artista, dramaturga y escritora británica, relacionada con el movimiento Arts and Crafts en Birmingham.
[6] Sobre las organizaciones anteriores a la fundación del Lyceum londinense véase Grace Brockington, “‘A World Fellowship’: The Founding of the International Lyceum Club for Women Artists and Writers”, marzo 2005 [consultado en lyceumclub.org].
[7] Benedetta Craveri, “La cultura de la conversación”, p. 17.
[8] Elena Mederos, “‘El Lyceum’ y su aportación a la cultura cubana”, en Nancy Alonso y Mirta Yáñez (eds.), Las damas de Social, p. 178.
[9] María Teresa León (1903-1988) escribió novela, cuento, teatro, guion cinematográfico y ensayo. Estuvo casada en segundas nupcias con el poeta Rafael Alberti y después de la derrota de la Guerra Civil, la pareja vivió en el exilio en Orán, Francia, Argentina e Italia hasta que en 1977 pudo regresar a España
[10] En Jorge Gustavo Marturano, “El Lyceum del Law Tennis Club y la neutralidad de la cultura”, pp. 177-187.
[11] En su tesis doctoral Vampiros en La Habana: Discursos intelectuales, políticas de la cultura y narrativas de encierro en la República (1934-1958), Jorge Gustavo Marturano analiza las diferentes instituciones y agrupaciones intelectuales vinculadas con la discusión sobre la cultura en la república posplattista, entre ellas, destaca las actividades del Lyceum como antecedente a la creación de la Dirección de Cultura, y en relación con otras instituciones que están colaborando hacia el final de la década de los treinta como la Institución Hispanocubana de Cultura y la Sociedad Económica Amigos del País, entre otras.
[12] Sobre la militancia e intensidad del movimiento de mujeres cubanas en este período ha llevado a K. Lynn Stoner ha considerar que “The connection between Cuban revolutionary ferment and the feminist movement was unmistakable” en From the House to the Streets: The Cuban Woman’s Movement for the Legal Reform, 1898-1940, Duke University Press, 1991, p. 11. También el activismo intelectual de las escritoras feministas que escribieron y debatieron en los diarios y revistas, como la minorista Mariblanca Sabas Alomá desde Carteles, Ofelia Rodríguez Acosta en Bohemia o Diario de la Marina, El Mundo y Social, y la polémica María Collado desde La Mujer dotaron de voces diversas y representaciones simbólicas al movimiento feminista cubano.
[13] K. Lynn Stonner, “Feminist Congresses and Organizatios”, From the House to the Streets: The Cuban Woman’s Movement for the Legal Reform, 1898-1940, Duke University Press, 1991, pp. 54-77. Esta autora identifica la fundación del Lyceum Club y la Unión Laborista de Mujeres como las dos organizaciones que aparecen al margen de la disputa entre las lideresas de la Alianza por su mando después de las elecciones internas en 1930, en la que influyó María Collado como simpatizante de la presidencia de Machado.
[14] La escritora Constance Smedley, fundadora del primer Lyceum, escribió en sus memorias que el club “was intented to be a corporate social home for educated women, wherein women of small or large incomes could feel part of the aristocracy of intellect, and come into free ann helpful contact whit men and women from all over the world” (véase Grace Brockington, op. cit., p.3).
[15] Los diferentes Lyceum femeninos que surgieron a lo largo de la primera mitad del siglo XX en Europa se vieron particularmente influidos y comprometidos en sus causas por los períodos entre guerras. Sería deseable un estudio comparativo que diera seguimiento a los diversos procesos de fundación y desarrollo para establecer las redes y religaciones que mantuvieron en vida estas organizaciones, particularmente la comunicación trasatlántica de estas asociaciones en el mundo hispánico entre Madrid y La Habana.
[16] Rosario Rexach, “El Lyceum de la Habana como institución cultural”, pp. 679-690.
[17] En un breve artículo, Raiza Rodríguez Domínguez esboza un primer corpus de la crítica literaria escrita por mujeres en la primera época de la revista (1936-1939). Las autoras que identifica Rodríguez son Consuelo Montoro, Piedad Maza, Carmen Pérez Poncet, Helena López Hernández y Camila Henríquez Ureña. Véase Raiza Rodríguez Domínguez, “Las mujeres también o de la crítica literaria en Lyceum”, pp. 66-70.
[18] Del período de 1933 que termina Machado su presidencia al primer mandato de Fulgencio Batista en 1940, se sucedieron nueve presidentes en Cuba, uno de los interinos fue Manuel Márquez Sterling, quien duro sólo seis horas en el poder.
[19] Vicentina Antuña, “Camila Henríquez Ureña: In Memoriam”, p. 10.
[20] La intensa colaboración de Camila Henríquez Ureña con Juan Ramón Jiménez se expresó en los certámenes de poesía joven que devino un año después en la antología La poesía cubana en 1936, publicada por la Institución Hispanocubana de Cultura, con prólogo y apéndice de Juan Ramón Jiménez y comentario final de José María Chacón y Calvo.
[21] “Directrices” en Lyceum, vol. I, núm. 1, p. 3.
[22] Recuérdese la Cooperación Intelectual Internacional, dependiente de la Sociedad de Naciones (1922-1948), que buscó la solución pacífica para el desarme mundial. Bajo el lema “Educar para la paz” tuvieron lugar los encuentros intelectuales entre guerras. La representación cubana estuvo integrada sobre todo por personajes de la generación de Revista de Avance.
[23] La publicidad fue intermitente en el transcurrir de la primera época, en ocasiones llegó a ocupar cuatro páginas finales, pero regularmente conservaba dos páginas, como en el número inicial de febrero de 1936 y en el último de abril, mayo y junio de 1939. La tienda departamental más famosa de La Habana, El Encanto, se distinguió por la compra de espacio en cada uno de los números. Cabe destacar la diversidad publicitaria del número 2 en junio de 1936, ya que exhibe un panorama moderno del público femenino del que se pueden inferir nuevas prácticas sociales, oficios mercantiles y aficiones de las mujeres cubanas de la época con anuncios de academias de idiomas como la Pitman, cámaras de cine Kodak “8”, automóviles Packard-120, cosméticos Elizabeth Arden, máquinas mecanográficas portátiles Remington o refrigeradores Electrolux.
[24] “Directrices” en Lyceum, vol. I, núm. 2, p. 3.
[25] Ibíd.
[26] “Directrices”, en Lyceum, vol. I, núm. 3, p. 129.
[27] La escritora y docente Carolina Poncet se graduó doctora en pedagogía en 1909 y en Filosofía y Letras en 1913 por la Universidad de La Habana. Fue fundadora del Lyceum y su revista, la cual dirigió de 1937 a 1939.
[28] “Directrices”, en Lyceum, vol. I, núm. 4, p. 3.
[29] Mirta Yañéz, “Social, sus damas, mi álbum de apuntes”, Nancy Alonso y Mirta Yáñez (eds.), Las damas de social. Intelectuales cubanas en la revista Social, p. 278.
[30] Seguida la editorial “Directrices”, el sumario de la revista presenta como contenido principal la reproducción de las conferencias selectas que tuvieron lugar en la institución, seguidas de otras colaboraciones tanto de las afiliadas como de autores y personalidades invitadas. Posteriormente se incluía la sección “Notas de secciones” donde se reseñaban las conferencias, actividades musicales, las clases y cursos diversos que ofrecía la sociedad a sus afiliadas y al público general, así como de las actividades sociales y la biblioteca. Finalmente, el sumario contenía la sección “Revista de libros” en la que se daba cuenta y comentaba las adquisiciones y donaciones bibliográficas que la biblioteca del Lyceum adquiría y alojaba para la consulta y lectura de colecciones con estantería abierta y préstamo a domicilio.
[31] Véanse los estudios de Zoia Rivera y Dayilien Lazcano sobre la biblioteca pública y juvenil del Lyceum de La Habana a partir de los años cuarenta del siglo XX.
[32] Índice Lyceum 1936-39/ 1949-55, La Habana, Departamento de Hemeroteca e Información de Humanidades, 1977.
[33] Diony Durán, “Camila: Magisterio y Humanismo”, en Camila Henríquez Ureña, Obras y apuntes, tomo I, p. 34.
34] Todavía está pendiente el acopio completo de todos los volúmenes de la revista. Lamentablemente, la búsqueda de los números no ha sido sencilla y los acervos que la resguardan no la conservan completa ni en las condiciones deseables. En México, algunos números de la segunda época se resguardan en la Biblioteca Rubén Bonifaz Nuño del Instituto de Investigaciones Filológicas, la cual ha sido imposible consultar desde hace más de un año a la fecha por problemas laborales. Respecto de la primera época de Lyceum, existen números en el Fondo Reservado de la Biblioteca Samuel Ramos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pero desde finales de 2018 el acceso está restringido por mudanzas y obras de restauración. Respecto de Cuba, existen indistintamente números de ambas épocas en la Biblioteca Nacional José Martí y en el Instituto de Literatura y Lingüística José Antonio Portuondo, por lo que la indagación de los materiales impresos aún continúa en otros acervos.
[35] Camila Henríquez Ureña, “Delmira Agustini (ensayo de interpretación biográfica)”, en Lyceum, vol. I, núm. 4, p. 235.
[36] “Congreso Nacional Femenino”, en Lyceum, vol. III, núms. 11 y 12, septiembre-diciembre de 1938, p. 74-77
[37] Los ensayos de George Simmel fueron traducidos y publicados al español muy pronto en los años veinte por el filósofo español José Ortega y Gasset en su revista Occidente. “Cultura femenina” constituyó al lado de los ensayos “Filosofía de la coquetería”, “Lo masculino y lo femenino” y “Filosofía de la moda” la primera edición de Simmel en la colección Austral de Espasa-Calpe, publicada como Cultura femenina y otros ensayos en México, en 1938, y traducida por Eugenio Ímaz, José R. Pérez Bances, M. G. Morente y Fernando Vela. Esta edición se distribuyó también en Argentina.
[38] Camila Henríquez Ureña, “La mujer y la cultura”, en Lyceum, núm. 13, vol. 4, pp. 27-35.
[39] Recuérdense las tres conferencias sobre “La educación científica de la mujer” que impartió Eugenio de María de Hostos en la Academia de Bellas Artes, en Santiago de Chile, que fueron leídas en junio y julio de 1873. Entre las propuestas pedagógicas, Hostos sostenía que “se debe educar a la mujer para que sea ser humano, para que cultive y desarrolle sus facultades, para que practique su razón, para que viva su conciencia, no para que funcione en la vida social con las funciones privativas de mujer. Cuanto más ser humano se conozca y se sienta, más mujer querrá ser y sabrá ser” (Eugenio María de Hostos, La educación científica de la mujer, Puerto Rico, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1993, pp. 46-47).
[40] Camila Henríquez Ureña, “Concepto de la educación de la mujer”, Las ideas pedagógicas de Hostos, Berlín, Ediciones del Cielonaranja, 2006, pp. 76-78.
[41] Henríquez Ureña, Camila, “Ideología de Proust”, en Lyceum, vol. IV, núm. 14, abril-junio de 1939, p. 52-61.
[42] Henríquez Ureña, Camila, “Goethe en Colorado”, en Lyceum, vol. V, núm. 20, noviembre de 1949, p. 110-111.
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