Dossier

Lazos del exilio en México a través de la revista Humanismo

Links of the exile in Mexico through the magazine Humanismo

Ricardo Cadena Solís
Universidad Nacional Autónoma de México, México

Revista de Historia de América

Instituto Panamericano de Geografía e Historia, México

ISSN: 0034-8325

Periodicidad: Semestral

núm. 158, 2020

revhistoamerica@ipgh.org

Recepción: 26 Junio 2019

Aprobación: 31 Octubre 2019



DOI: https://doi.org/10.35424/rha.158.2020.607

Resumen: El fenómeno del exilio en América Latina entre los años cuarenta y cincuenta del siglo XX reflejó los primeros efectos de la Guerra Fría en la región, al mismo tiempo que promovió la conformación de redes intelectuales que materializaron nuevos proyectos culturales. Este artículo aborda la historia de la revista Humanismo (1952-1961), editada primero en la ciudad de México y posteriormente en La Habana, Cuba, a partir de las relaciones entre intelectuales y políticos que permitieron su realización, procedentes tanto del medio cultural y político mexicano, como de los exilios latinoamericanos y español que residían principalmente en México. Dicho proyecto cultural propició la formación de redes de intelectuales que, por una parte, tuvieron que adaptarse al país que los acogía y, por otra, idearon distintos métodos de intervención social, a veces contrapuestos, que se reflejaron en la historia de la revista.

Palabras clave: Humanismo, Mario Puga, Raúl Roa, revistas culturales, exilio.

Abstract: The phenomenon of exile in Latin America between the fourth and fifth decade of the twentieth century showed the first effects of the Cold War in the region; at the same time, it promoted the formation of intellectual networks that made new cultural projects. This paper analyzes the history of the magazine Humanismo (1952-1961) ‑published first in Mexico City and, later, in Havana, Cuba‑ based on the relationship between Mexican intellectuals and politicians and Latin American and Spanish exiles who stayed mainly in Mexico and were well integrated to Mexican culture. This cultural project allowed the formation of networks of intellectuals who had to adapt to the country in which they lived. and at the same time had to plan different methods of social intervention, sometimes opposed, which were reflected in the history of the magazine.

Keywords: Humanismo, Mario Puga, Raúl Roa, cultural magazines, exile.

Lazos del exilio en México a través de la revista Humanismo

Introducción

El 5 de abril de 1949 la Secretaría de Relaciones Exteriores de México recibió un telegrama de su embajada en Lima. Informaba que el ciudadano peruano Mario Alberto Puga Imaña solicitaba permiso urgente para viajar con su familia a este país; era miembro de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) y su permanencia en el Perú gobernado por la junta militar que encabezaba Manuel Odría era imposible: las autoridades le exigían abandonar inmediatamente territorio nacional. La embajada mexicana, presidida por José María Ortiz Tirado, lo acogió y Puga llegó días después a la ciudad de México, pero su proceso continuó algunos meses más. Entre junio y octubre de ese año Puga seguía tramitando su permanencia en el país; solicitaba ser considerado inmigrante, y no turista, estatus que tenía en ese momento, pues en su calidad de perseguido político su regreso al Perú implicaba el riesgo de perder la libertad. Luego de un prolongado intercambio de documentos entre Gobernación, Relaciones Exteriores y la embajada en Lima, el asunto llegó a resolverse y Puga permaneció en México junto a su familia.[1]

El proceso de exilio de quien sería el fundador y primer director de Humanismo es uno de los casos de un fenómeno complejo de movilización migratoria, que a finales de los años cuarenta y a lo largo de los cincuenta de aquel siglo reflejó los primeros efectos de la Guerra Fría en América Latina.[2] La vida cultural mexicana, nutrida históricamente por los exiliados establecidos temporal o permanentemente en el país, representa una de las facetas del prisma de las migraciones de intelectuales y políticos a México, y aunque Humanismo no fue un proyecto exclusivo de intelectuales en el exilio –su plana de directivos, colaboradores y financiadores conformaron una red intelectual constituida por miembros de la élite cultural mexicana, extranjeros asilados en el país y compañeros y amigos de éstos que, o bien radicaban en su país de origen, o bien en otro sitio que no era ninguno de los anteriores–, el exilio fue un factor determinante que motivó la materialización de la revista. Este trabajo se propone, justamente, exponer un panorama del surgimiento y desarrollo de la revista Humanismo a partir de las relaciones intelectuales y políticas fundadas, reafirmadas o fragmentadas por los personajes que incidieron de forma sustancial en la publicación, principalmente en México, sin dejar a un lado su último período de edición en La Habana, resultado en gran medida de su etapa previa. Así, a manera de vasos comunicantes, la evolución de la revista reflejará el fortalecimiento, o bien, la desintegración de las redes que la conformaron.[3]

Fundada por Mario Puga durante su destierro mexicano en 1952, Humanismo fue, en sus primeros años, una revista cultural con una clara orientación ideológica de izquierda no comunista, línea editorial que en términos generales se mantuvo durante la dirección del peruano, que culminó en 1954. En ese año la revista fue comprada por el exiliado cubano Raúl Roa García, figura intelectual ya conocida entonces tanto por su trayectoria académica como por su oposición explícita al régimen de Fulgencio Batista. En su etapa directiva (1954-1958), Roa estuvo acompañado por distintos miembros del exilio venezolano en México, ligados todos ellos al partido Acción Democrática, que habían abandonado el país tras el golpe militar contra el incipiente gobierno de Rómulo Gallegos en 1948. Este período caracterizó a Humanismo ya no esencialmente como una revista cultural, sino como una publicación de carácter político, que mantuvo su ideología no radical, pero que profundizó en la crítica hacia los autoritarismos y a los gobiernos dictatoriales latinoamericanos. Aunque Roa volvió a Cuba a mediados de 1955, siguió dirigiendo la revista a la distancia, junto al venezolano Ildegar Pérez Segnini, quien tras la partida de Roa se hizo cargo de la mayor parte de la edición. El triunfo definitivo de la revolución cubana hizo que Humanismo dejara la ciudad de México para editarse, desde principios de 1959, en La Habana, en plena reorganización gubernamental en la isla. Roa García no figuró más en la plana directiva de la publicación, y aunque Pérez Segnini dirigió el primer número cubano, esta última etapa corrió bajo la dirección del puertorriqueño Juan Juarbe y Juarbe, hasta principios de 1961, fecha de su cierre.

La dinámica histórica de la revista Humanismo, el papel relevante de muchos de sus colaboradores y su importancia en el contexto editorial y cultural de mediados del siglo XX contrastan con el desconocimiento que de ella se tiene en la época actual. La bibliografía crítica previa sobre Humanismo remite únicamente a los trabajos de Andrés Kozel,[4] y se complementa con algunas referencias anotadas en estudios biográficos sobre Raúl Roa, sobre las relaciones Cuba-México,[5] así como con su inclusión en algunos índices hemerográficos.[6] El escaso panorama reforzó la idea de emprender un análisis más detenido de la revista.[7]

Exilio, política y diplomacia

En el terreno internacional, el turbulento siglo XX latinoamericano contrastó con la imagen que de México se tenía en la región en los años cincuenta. Contrario a la tradición política de golpes de Estado y movimientos armados como principales métodos de transición gubernamental, México había logrado estabilizar su situación interna a través de un partido político dominante –fundado como Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929; reformado como Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938, y desde su restructuración en 1946, denominado Partido Revolucionario Institucional (PRI)– cuya amplia base de influencia permitió efectuar transiciones apegadas, al menos en apariencia, al marco constitucional a partir del sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-1940).

En los años de tensión política posterior al término de la segunda guerra mundial, los gobiernos de Miguel Alemán Valdés (1946-1952) y Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) se habían planteado dos encomiendas al exterior: asegurar una relación estable con los Estados Unidos, y fomentar una imagen democrática, humanitaria y soberana hacia a los países del sur del continente. La relación con la potencia norteamericana se consolidó, por un lado, a través de la cooperación de México en la lucha anticomunista emprendida en distintos órdenes por el gobierno estadounidense y, por otro, en el fortalecimiento de la estabilidad política nacional. El último intento de insurrección armada contra la continuidad presidencial –el del general Miguel Henríquez Guzmán en el período electoral de 1952–, y la eficacia del gobierno para aniquilarlo, dio mayor certidumbre a los Estados Unidos para ratificar la confianza a los gobiernos priistas a través de apoyos económicos y proyectos a largo plazo, además de no intervenir frente a las prácticas de autoritarismo realizadas por éstos. En el otro extremo, México insistía en ser una vitrina para los países latinoamericanos, apelando al simbolismo democrático de su revolución, cuyo recuerdo seguía siendo imagen inspiradora para distintos movimientos populares del continente.

Dos elementos más complementaban el plan mexicano de posicionamiento internacional: su ratificación de los acuerdos sobre el derecho de asilo, emanados de las convenciones de La Habana, en 1928, y de Montevideo, en 1933,[8] y la utilización política de la Doctrina Estrada. El fenómeno del exilio en México tenía su marco legal en el concepto de asilo, es decir, el derecho de los Estados de admitir a una persona en su territorio, temporal o permanentemente, cuando ésta fuera perseguida por delitos políticos. Los acuerdos, aunque todavía muy laxos en sus especificaciones jurídicas, asentaban ciertos aspectos de carácter general: el asilo podía concederse en casos de urgencia humanitaria, en los que el perseguido político tuviera necesidad inminente de abandonar su país; en caso contrario, debía ser negado siempre que el solicitante fuera perseguido por delitos del fuero común; así mismo, la calificación de los delitos correspondía siempre al Estado que daba el asilo. En palabras de Alonso Gómez-Robledo, los acuerdos podían sintetizarse de esta manera: “En principio y en forma casi general, la concesión del asilo está condicionada principalmente a dos requisitos: al hecho de que se constate el carácter político del delito imputado al refugiado, y además al hecho de que se esté frente a una situación o circunstancia de urgencia”.[9] Dichas normas estuvieron siempre en relación directa con la aplicación de la Doctrina Estrada, es decir, con los fundamentos diplomáticos mexicanos de no reconocer gobiernos, sino de mantener o no relaciones con los países según se creyera pertinente, de manera que México definió su política de acogimiento y de no intervención en un sentido amplio, pues al tiempo que sostuvo relaciones tanto con gobiernos de izquierda como de derecha, en su política de asilo actuó de la misma forma, admitiendo a personajes de variado corte ideológico. A cambio del asilo brindado en su territorio y de una amplia libertad de acción y de crítica hacia las coyunturas políticas de sus respectivos países, el gobierno solicitaba, tácita o abiertamente, una cuidada mesura en sus opiniones o acciones contra el país que los acogía.[10]

Bajo estas condiciones de residencia, se crearon redes políticas e intelectuales de alcance internacional cuyos integrantes, establecidos principalmente en la ciudad de México, realizaron distintas actividades, desde la promoción cultural hasta la conspiración política, bajo la frecuente vigilancia de los servicios de inteligencia gubernamental.[11]

El período directivo de Mario Puga

Mario Puga nació en Trujillo, Perú, en 1915. Abogado de formación por la Universidad de San Marcos, desde su juventud fue miembro de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), al mismo tiempo que comenzaba a realizar su obra literaria, histórica y crítica.[12] El golpe militar contra el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, a finales de 1948, lo obligó, al igual que a un elevado número de apristas, a partir al exilio. A su llegada a la capital mexicana Puga ingresó a laborar a la Nacional Financiera y mantuvo relación con la célula aprista de México.[13] Esa célula ejercía una labor crítica contra el régimen peruano y, desde finales de 1948, editaba El Perú en el extranjero, publicación mensual de duración poco clara, pero que circuló, al menos, hasta 1950.[14]

El proceso de acercamiento de Puga con la intelectualidad mexicana se dio, muy probablemente, a partir de sus lazos con otros apristas en el país, y de los contactos entre los miembros del exilio con el economista y ex diplomático Jesús Silva Herzog (1892-1985), fundador y director de la revista Cuadernos Americanos, y articulador de una amplia red intelectual latinoamericanista construida en torno a él y a su publicación.

Fue justamente en ese círculo intelectual que la idea de Puga de editar una revista encontró bases en Rafael Loera y Chávez (1890-1962), ingeniero y editor mexicano que formaba parte de ese grupo y que se convirtió en el principal financiador del proyecto en sus primeros números.

Loera y Chávez era entonces director de la Editorial Cvltvra, que había fundado en 1921, a partir de la Colección Cvltvra, creada en 1916 junto a su hermano Agustín Loera y Chávez y el escritor Julio Torri. Colaborador cercano de Silva Herzog, fue el encargado de la edición e impresión de Cuadernos Americanos desde 1942 hasta su fallecimiento. Tal circunstancia hizo de Humanismo, en su primera etapa, un proyecto que convivió con Cuadernos y con su red de colaboradores, a la vez que con la propia editorial de Loera.

Humanismo –“Revista Mensual de Cultura”, señalaba su lema o subtítulo–,[15] cuyo primer número se publicó en la ciudad de México en julio de 1952, presentaba un Consejo de Redacción formado por el escritor y político venezolano Andrés Eloy Blanco,[16] los españoles Juan de la Encina (seudónimo de Ricardo Gutiérrez Abascal), crítico de arte,[17] y Manuel Sánchez Sarto, economista,[18] y cinco mexicanos: el antropólogo y académico Alfonso Caso,[19] el escritor y pedagogo Miguel Ángel Cevallos,[20] el arquitecto Carlos Lazo,[21] la escritora Margarita Paz Paredes (seudónimo de Margarita Camacho Baquedano), además del ya mencionado Rafael Loera y Chávez. Todos los integrantes del cuerpo editorial estaban radicados en México, y la diversidad de sus actividades profesionales fue un símbolo de la variabilidad temática de la revista, si bien parece claro que la selección del material publicado era decidida por Loera y Puga.

La revista de Puga buscó definir su orientación editorial a partir de la reflexión en torno al concepto que le daba título, el humanismo, y para ello optó por el ensayo como género estructurador del tema. Los primeros números editados tomaron como punto de partida este ejercicio reflexivo, a través de las aportaciones de distintos colaboradores. El texto que abría el número 1, por ejemplo, era el ensayo de Carlos Lazo, “Humanismo actual”, un trabajo que planteaba el inicio de una nueva época ante la cual era necesario realizar un proyecto anticipatorio, un proyecto al que Lazo describía como el “plan universal”, tanto por su carácter integral como por sus ambiciones a futuro. Planificar, señala Lazo –para quien ese concepto fue el centro de su vida y su obra–, “es el destino del hombre; y cuando el hombre no diseña la proyección de la siguiente etapa, es decir, cuando no planea, se está evadiendo del plan, se está poniendo de espaldas a su destino”. El carácter abarcador de ese plan demandaba, para el autor, “enlazar el humanismo de la cultura clásica con el saber científico y dinámico del presente”, y ejercitar una visión integral del macrocosmos como respuesta a la desorganización actual del hombre, y concluía: “Una necesidad imperiosa de equilibrio nos impone la exigencia de formular un plan, en el que el destino del hombre se proyecte desde la cúspide de un nuevo humanismo, de dimensiones cósmicas”.[22]

La serie de textos referentes al tema insisten en aquella necesidad de restructuración ante la existencia de una crisis universal de valores. Silva Herzog la retoma en su texto “Tolerancia contra intolerancia”,[23] que abre el número 2, mediante una disertación sobre las dolencias que le han costado a la humanidad los fanatismos y la intransigencia, en alusión directa a la lucha ideológica impulsada por las dos superpotencias. Por su parte, el español Manuel Andújar, exiliado en México, vuelve a estas ideas cuando define al humanismo como un concepto deteriorado por la crisis moderna, por la corrupción y la represión contra opiniones adversas, pero también propone soluciones al problema cuando señala:

Si coincidimos en apreciar el significado de las fuerzas –al par primitivas y artificiales– que nos destruyen, si tampoco discrepamos en la definición esencial del humanismo –norma de ideología, conducta y sensibilidad, en relación con la singularidad y la pluralidad de los semejantes–, ¿por qué no nos aprestamos a construir una conciencia viva, sólida y enérgica, capaz de preparar la síntesis de cuerpo y alma, de raciocinio y pasión, de fervor y humildad, de soledad y compañía; la conjunción en suma, que precisamos para subsistir y desarrollarnos?[24]

La problemática fue constantemente tratada en esta primera época. La revista incluyó textos de Rafael Altamira, Gabriela Mistral y Eugen Relgis (seudónimo de Eugen Sigler), entre otros, que se mueven tanto en lo atemporal como en la coyuntura, entre lo universal y lo inmediato, y que discuten al humanismo a partir de otros conceptos cercanos. El ensayo de Altamira, “La razón de la tolerancia”,[25] en relación directa con el citado texto de Silva Herzog, reitera la crisis humanística señalada, mientras que Mistral, en su texto “Destructores y constructores”[26] plantea la dicotomía de la guerra y de la paz y hace recordar la idea de un humanismo ausente, cuyo reflejo más próximo es la amenaza de una tercera guerra mundial en el tenso contexto de la Guerra Fría. Pero es Relgis quien, al explicar la evolución histórica del concepto de civilización, regresa a los términos de humanismo y cultura, que están enlazados con aquélla, para señalar, una vez más, el sentido “integral” necesario en la formación del hombre: “El humanismo es la tendencia que lleva al hombre a realizarse integralmente, extendiendo el campo de sus conocimientos, cultivando sus fuerzas creadoras, a fin de adaptar a sus aspiraciones todo lo que, en la naturaleza, puede contribuir a su completo desarrollo, a su liberación, a su enriquecimiento espiritual y material…”.[27]

Éstos y otros textos al respecto construyen una línea de pensamiento que explicará la presencia de una temática extensa en la revista de Puga, con Loera y Chávez como parte del consejo de redacción. Su postura tiene como base la revaloración de lo humano y, a partir de allí, ejerce una acción tripartita: 1) hacia lo social, en busca de la defensa de los derechos del hombre, del progreso y del desarrollo colectivo; 2) hacia lo cultural, mediante la integración de diferentes ramas del conocimiento humano, no sólo referidas hacia lo social-humanístico, sino también a lo científico; 3) hacia lo político, al adquirir una postura democrática y opuesta a cualquier tipo de totalitarismo.[28]

De ese modo, literatura, política, filosofía, artes plásticas, historia, economía, psicología, pedagogía, medicina, ecología, entre otros temas, dotaron a Humanismo de su carácter cultural y su amplitud temática, si bien manifestó desde el comienzo sus adherencias políticas al definir una orientación democrática con claro apoyo al aprismo y a los gobiernos emanados de la izquierda latinoamericana, como el boliviano de Víctor Paz Estenssoro surgido del Movimiento Nacionalista Revolucionario, el guatemalteco de Jacobo Árbenz y de su antecesor Juan José Arévalo, y el movimiento costarricense que llevó a la presidencia a José Figueres, entre otros.

Contrario a los casos de ciertas publicaciones periódicas, cuya línea ideológica y de contenidos se modifica de acuerdo con las coyunturas políticas y culturales que su época les impone, el itinerario ondulante de Humanismo se definió en gran medida desde su interior, a partir de rupturas e incorporaciones dentro de su plana directiva y de colaboradores. Loera y Chávez participó como principal financiador de los primeros trece números, entre julio de 1952 y junio de 1953; los primeros seis fueron mensualmente consecutivos –de ahí el subtítulo “Revista Mensual de Cultura”–, y entre el 7-8 y el 11-12 fueron números dobles tras una reorganización financiera que provocó, incluso, el traslado de sus oficinas propias a la misma casa que ocupaba la Editorial Cvltvra. En esos números el subtítulo cambia a “Revista Bimestral de Cultura”.[29] Aunque el anuncio de la directiva aparecido en el número 7-8, de enero-febrero de 1953, no menciona falta de recursos que condicionen el retraso en la salida y, en cambio, argumenta la necesidad de más tiempo para “reunir el material de la calidad que el buen gusto y la orientación del público exigen”,[30] los cambios en el cuerpo administrativo y editorial indican una primera crisis.

No fue sino hasta el número 11-12, de mayo-junio de ese mismo año, que Mario Puga informó de la restructuración interna, con la salida de Loera y Chávez como mecenas del proyecto, además de referir algunos antecedentes: “Desde septiembre de 1952, en un caso, y desde diciembre del mismo año en otro, los socios cooperadores se retiraron de la revista obligados por imperativos económicos”.[31] Sin ser clara del todo la identidad de los personajes indicados por Puga como capitalistas secundarios, las fechas señaladas coinciden con las salidas del cuerpo administrativo del escritor peruano Armando Cosani Sologuren como administrador, y del británico John Grepe como gerente.[32]

Los primeros números de Humanismo se caracterizaron por la presencia de peruanos apristas, algunos establecidos en México, como Eduardo Jibaja, Felipe Cossío del Pomar, Joel Marroquín y Jorge Raygada, y otros radicados en distintos países de América, como Luis Alberto Sánchez, Alberto Hidalgo y Andrés Townsend Ezcurra, entre otros. Pero si bien el aprismo tuvo presencia en la plana de colaboradores, ninguno de ellos se refirió al tema político en sus artículos, salvo el caso de Townsend Ezcurra, que dedicó un par de textos a la revolución nacionalista en Bolivia y a la reforma agraria del gobierno guatemalteco. Las referencias al aprismo, al apoyo expreso que hacía la revista a su programa político y a la defensa del líder Víctor Raúl Haya de la Torre vienen de otros lugares, como las anécdotas que de vez en cuando se intercalaban en las páginas de un número –y que a pesar de no llevar firma se intuyen escritas por Mario Puga–, y de la sección de noticias continentales sobre política titulada “Nuestra América”.

La cercanía con Silva Herzog y con Cuadernos, por otro lado, le permitió a Humanismo integrar en sus índices a distintos personajes del exilio republicano español en México –no debe olvidarse que Cuadernos Americanos fue heredera de la revista España Peregrina, publicada en 1940–. Su presencia fue notoria: además de Juan de la Encina, Sánchez Sarto y Andújar, colaboraron en sus páginas Adolfo Salazar, Manuel Márquez, José Ramón Arana (seudónimo de José Ruiz Borau), Alfredo Lagunilla Iñárritu, Federico Pascual del Roncal, Mariano Ruiz Funes y Francisco Carmona Nenclares. En buena parte, los españoles representaron la variabilidad temática cultural de la publicación; de las aportaciones sobre música de Salazar; sobre literatura, de Arana; sobre economía latinoamericana, de Sánchez Sarto y Lagunilla; a las hechas sobre psiquiatría o medicina por parte de Pascual del Roncal y Manuel Márquez, se refleja un abanico extenso de temas tratados. Humanismo se definió, entonces, como un medio integrador en el que convivían la academia y la política, en sus sentidos más amplios; de ahí la participación de figuras como Andrés Eloy Blanco, el propio Puga, Rómulo Gallegos o Mario Monteforte Toledo, quien fungió como colaborador e incluso como subdirector en el número 7-8, de febrero de 1953, durante su primer exilio en México, entre 1952 y 1954. Gallegos y Blanco pueden considerarse representantes del exilio venezolano provocado por el golpe militar de 1948 contra el gobierno de Gallegos, quien antes de pisar suelo mexicano había vivido en Cuba hasta entrados los años cincuenta, como gran parte de los integrantes del depuesto gobierno, de manera que este grupo de migrantes aumentó su presencia en México sólo después de derrocado el gobierno de Carlos Prío Socarrás.

En el caso de los colaboradores mexicanos, dominó una línea literaria y artística, con aportaciones de autores como Alfonso Reyes, Antonio Magaña Esquivel, Rodolfo Usigli, Jorge Crespo de la Serna, Alí Chumacero y Wilberto Cantón. Reyes, por ejemplo, publicó un total de ocho textos entre el número 1 y el 13, varios de ellos versiones previas de lo que más tarde formó parte de “Los Argonautas” en su Mitología griega.

Dentro de la etapa directiva de Puga, un punto de inflexión ocurrió en el número 13, de agosto de 1953, a partir del cual Loera y Chávez abandona la revista, como ya se ha esbozado, y ésta pasa a ser financiada por el político mexicano Luis Ignacio Rodríguez, quien expande el proyecto con la creación de un sello editorial propio, la Editora y Distribuidora Humanismo, S. A., como se explicaba en su aviso de presentación:

Este nuevo paso se ha podido dar gracias al fortalecimiento y ampliación de la empresa, la que se ha organizado sobre bases comerciales que garantizan el éxito de sus actividades. Nuestra casa ha iniciado, también, la gestión editorial en la que se tiene un amplio programa de publicación de obras de poesía, novela, cuento y ensayo de autores americanos, cuya circulación en todo el continente está asegurada por nuestras agencias distribuidoras.[33]

Esta expansión no solamente se refería a la idea de crear una empresa editorial, sino a la inclusión de nuevos colaboradores. Además de Loera, Margarita Paz Paredes salió del consejo de redacción; en cambio se unieron a la lista personajes como Joaquín García Monge, editor del Repertorio Americano, el cubano Félix Lizaso, el boliviano Fernando Diez de Medina, el panameño Rogelio Sinán (seudónimo de Bernardo Domínguez Alba), además de Juan Marín, Carlos Ponte y el poeta Alberto Hidalgo. Es difícil creer que todos ellos tuvieran injerencia en las decisiones editoriales, si se toma en cuenta que el tema mexicano, desde distintas disciplinas, comenzó a aumentar su presencia –el número 15, de noviembre de 1953, fue precisamente un homenaje a la Revolución Mexicana–. Otro aspecto de importancia fue la incorporación del venezolano Ildegar Pérez Segnini como subdirector, pues representó, junto a Andrés Eloy Blanco, un enlace entre esta etapa directiva y la siguiente, donde el grupo venezolano en el exilio tuvo una participación más fecunda.

La presencia de Luis Ignacio Rodríguez, como parte del nuevo consejo editorial, permite observar en Humanismo un microcosmos de la compleja situación de los exiliados en su interacción profesional, intelectual y política en el contexto mexicano: libertad de crítica y acción siempre y cuando no se ejerciera contra el gobierno nacional. Rodríguez era, entonces, miembro activo del Partido Revolucionario Institucional y su longeva trayectoria enumeraba los cargos de diputado local de Guanajuato, gobernador del mismo estado, presidente del Partido de la Revolución Mexicana –antecesor del PRI–, embajador de México en Francia y una de las figuras centrales en el proceso de recepción de republicanos españoles durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, de quien había sido secretario. Durante sus años de participación en Humanismo, se desempeñó como senador, de manera que su lista de amistades entre la alta burocracia del gobierno era amplia.

En términos generales, puede hablarse de una lenta transformación de Humanismo a partir de la retirada de Loera, en la cual la acción tripartita que se ha señalado como programa editorial en los primeros doce números se vio restringida hacia lo político y social. Si bien el tema cultural mantuvo su presencia, este tipo de material fue dominado paulatinamente por un enfoque político y coyuntural. Del número 13 al 19-20 –de agosto de 1953 a mayo de 1954–, ciertos géneros, como el ensayo, disminuyeron su presencia en favor de otros de tipo descriptivo, como la monografía.

Por un lado, el asunto latinoamericano y mundial fue motivo de opiniones diversas a través de la sección “Nuestra América”: se mantuvo el apoyo a gobiernos como el de José Figueres de Costa Rica[34] y el de Paz Estenssoro de Bolivia; se criticó la política exterior de los Estados Unidos en relación al papel intervencionista motivado por su lucha anticomunista; se celebró, incluso, el golpe de Estado hecho por Gustavo Rojas Pinilla en Colombia, que la revista vio con buenos ojos pues este hecho albergaba la esperanza del regreso de la paz con el desarme de la guerrilla;[35] además, se enalteció en distintas ocasiones al gobierno justicialista de Juan Domingo Perón en Argentina.[36] Por otro lado, el tratamiento de la política mexicana, a través de la sección “México actual”, se mantuvo siempre en tono laudatorio de las acciones emprendidas por los gobiernos de Alemán y Ruiz Cortines. Tómese como ejemplo la opinión que sobre Ruiz Cortines se da con motivo del famoso encuentro con Eisenhower durante la inauguración de la presa Falcón:

Nos permitimos interpretar así, con inocultable emoción latinoamericanista, la recia actitud moral que entrañan las palabras del Presidente de México, porque le sabemos devoto de las mejores tradiciones y doctrinas de esta Revolución que a tan altas cimas de esplendor y gallardía llevaron Obregón, Calles y Cárdenas.[37]

Los adelantos en infraestructura, suficiencia alimentaria y otros logros gubernamentales fueron igualmente exaltados en distintos lugares. En relación, por ejemplo, al abaratamiento de productos básicos, la revista exige: “La opinión pública debe reconocer y reconoce gustosamente que el interés demostrado por el Presidente Ruiz Cortines en mejorar las condiciones de vida para los sectores populares, ha empezado a convertirse en satisfactoria realidad”.[38]

El último número dirigido por Mario Puga, el 19-20, de marzo-abril-mayo de 1954, cierra esta etapa al mismo tiempo que introduce a personajes principales para la revista en los próximos años. En primer lugar, el editorial “Haya de la Torre, en libertad” informaba de la salida del líder aprista de su reclusión en la embajada colombiana de Lima, y se congratulaba de su llegada a México; se publicó, además, el artículo “Puerto Rico lucha por su independencia” de Juan Juarbe y Juarbe, exiliado puertorriqueño de cuya llegada al país el número anterior había dado aviso, y que tiempo después se convertiría en director de Humanismo en su etapa cubana. Asimismo, se incluyó la nota “Por qué estoy en México”, tomada parcialmente de la revista Vida Universitaria, de Monterrey, que anunciaba la llegada a México del cubano Raúl Roa García, disidente de la dictadura de Fulgencio Batista:

Retorné a México en diciembre del año pasado. Semanas antes había regresado a Cuba sabiendo que arriesgaba, cuando menos, mi libertad. La persecución de los cuerpos represivos de la dictadura no tardaría en acosarme, hasta convertirse en sentencia de muerte. Hago el cuento gracias a haberme refugiado a tiempo, en la embajada de Uruguay. De allí salí, con mi esposa e hijo, aparatosamente escoltado, a tomar el avión que me condujo a México.[39]

Puga vendió la revista a Roa, pero eso no significa que haya abandonado el país, en el que permaneció hasta mediados de 1956, es decir, el año que marcó el final del Ochenio de Odría.[40] Durante este tiempo, los virajes ideológicos de Haya de la Torre y el APRA hacia posiciones más conservadoras lo motivaron a renunciar públicamente al partido.[41] En esa época, sin embargo, continuó con su labor literaria. Participó asiduamente en la Revista de la Universidad de México, con la sección literaria “El escritor y su tiempo”, y publicó su obra más conocida, la novela Puerto Cholo (1955) en la colección Los Presentes. Su muerte, ocurrida tres años después de haber regresado al Perú, le impidió afiliarse formalmente a algún otro partido político.

Época de replanteamientos bajo Raúl Roa

El número 21, de julio de 1954, abrió la nueva etapa de la revista a cargo de Roa y de un grupo de venezolanos que reorientaron a Humanismo hacia nuevos objetivos de intervención, sobre todo, política. El abogado y político cubano Raúl Roa García era ya en estos años una figura conocida por su larga carrera en el activismo social y en la crítica a distintos gobiernos dictatoriales en su país.

Nacido en La Habana en 1907, había sido parte, en su juventud, del Directorio Estudiantil Universitario, opositor al régimen de Gerardo Machado, y más tarde militante del Ala Izquierda Estudiantil, por lo que había sufrido períodos de exilio en Estados Unidos. El nuevo golpe militar de Fulgencio Batista, en 1952, llegó cuando Roa se desempeñaba como profesor y decano de la Universidad de La Habana. En ese mismo año de 1952 había visitado México por primera ocasión, cuando la Universidad de Nuevo León lo invitó como conferenciante a la ciudad de Monterrey. Posteriormente, el recrudecimiento de las persecuciones a los opositores a Batista lo obligó a buscar asilo a finales de 1953.[42]

El replanteamiento estructural e ideológico de Humanismo bajo la dirección de Roa García es notorio, pues implica también una transformación física de la revista, contrastante con la primera etapa.[43] Desde el editorial de presentación, en el número 21, de julio de 1954, se anunciaban los nuevos fundamentos:

Humanismo es una revista de cultura con definido y beligerante acento político, No implica ello, en modo alguno, que vaya a asumir una postura sectaria o partidista. Tal designio está radicalmente excluido de la perspectiva de sus editores. Política no significa necesariamente adscripción a determinado credo o emblema. Significa también preocuparse por intereses, aspiraciones y valores que trascienden la órbita de los partidos políticos y que constituyen, no obstante, la trama misma de la vida espiritual de los pueblos y la clave profunda de su devenir histórico.[44]

Aunque no explica claramente una ideología a seguir por la publicación, es claro que Humanismo tuvo una postura afín a las izquierdas latinoamericanas, pero marcando un rechazo irrestricto al comunismo, al declararse ni “prosoviéticos” ni “pro imperialistas”, sino “juaristas, bolivarianos y martianos”, en un afán por reafirmar un humanismo que iba más allá del simple título de la revista. Sin embargo, el cambio de época confirmó el dominio paulatino del tema político en detrimento de su antigua diversidad temática, sobre todo al compararse con los tiempos en que Loera y Chávez participaba de la edición.

Luis Ignacio Rodríguez continuó brindando el financiamiento, y lo seguiría haciendo durante la totalidad de los años mexicanos de la revista. La lista de colaboradores, en cambio, sufrió ausencias notorias, principalmente por el alejamiento de casi todos los españoles que antes habían publicado de manera reiterada.[45] Se unieron, en cambio, varios nombres pertenecientes al exilio venezolano en México, integrantes del partido Acción Democrática llegados a este país en 1948, o vía Cuba, a partir de la caída de Prío Socarrás. Además de Pérez Segnini como subdirector, Carlos Blank Antich fungía como gerente, y Ricardo Montilla se hizo cargo del departamento editorial.

El exilio de Roa en México tejió redes en distintas direcciones. De su visita previa a la Universidad de Nuevo León en 1952, había entablado amistad con profesores locales, principalmente con Francisco Mier Zertuche y Alfonso Reyes Aurrecoechea, director de la revista Vida Universitaria.[46] Los dos académicos participaron, por ejemplo, en el “Homenaje a México” que hizo Humanismo en su número 30, de abril-junio de 1955, e incluso, a través de las gestiones de Roa con Clemente Inclán, rector de la Universidad de La Habana, viajaron a Cuba como profesores invitados. La otra red había comenzado a tejerse en la isla, donde Roa había convivido con Rómulo Gallegos en su estadía cubana en 1948, y se reforzaría en México con la relación cercana entre él y Silva Herzog.[47] La llegada a México de Haya de la Torre en 1954, por otra parte, deja ver esas conexiones que ya existían entre cubanos, venezolanos y peruanos en el exilio. Una de las actividades de Roa en México consistía en colaborar para el diario cubano El Mundo, y como tal concertó una cita con el líder aprista. A Roa lo acompañaba Armando Hernández, fundador del Partido Aprista en Cuba, junto a otros peruanos exiliados;[48] Haya, a su vez, era asistido en México por el aprista Manuel Vázquez Díaz, conocido también por Roa y que laboró, como Puga, en la Nacional Financiera. Los encuentros fueron afectuosos y las relaciones crecieron con el paso de los meses. Apenas Roa tomó la dirección de Humanismo, preparó un homenaje a Rómulo Gallegos en el número 22, de agosto de 1954, y su sello editorial, como ya se ha indicado, publicó el libro Una posición en la vida, que compilaba ensayos, artículos y conferencias del autor venezolano.

Las afinidades políticas de la revista no se desvirtuaron en relación con su rechazo del comunismo, y es justamente esta posición la que desembocó en la separación de Luis Cardoza y Aragón y Jorge Carrión, que la revista anunció en el número 24, y en el que los directivos reiteraron su línea:

No somos comunistas. HUMANISMO es una revista democrática de izquierda enteramente independiente. No responde a líneas de partido, ni a sectarismos de ninguna especie. Es un órgano de cultura al servicio de nuestra América y, por definición, postura y objetivos, antiimperialista y antimacartista. […] Si fuéramos comunistas lo proclamaríamos a pulmón lleno y estaríamos dando la pelea, sin miedos ni tapujos, en la misma forma abierta y consecuente que estamos dando la muestra.[49]

La revista se abocó a la defensa de una postura democrática entendida como la oposición a las dictaduras cubana y venezolana, principalmente, aunque también tocó otras coyunturas, como los efectos de la Guerra Fría en América Latina, la condena a los actos intervencionistas de Estados Unidos bajo la supuesta lucha anticomunista, y el apoyo al movimiento nacionalista puertorriqueño encabezado por Pedro Albizu Campos, en busca de su independencia.

Una amnistía del gobierno de Batista hacia los opositores en el exilio permitió a Raúl Roa volver a Cuba a mediados de 1955. En una cena organizada por Pérez Segnini y Luis Ignacio Rodríguez, Roa se despidió de sus colaboradores y de sus compañeros del “Club de exiliados José Martí”. Aunque, al menos en el papel, no dejó la dirección de Humanismo, que mantuvo hasta el último número editado en México, las responsabilidades se trasladaron “a las manos firmes, diligentes y limpias –manos venezolanas que adiestró Rómulo Gallegos– de Ildegar Pérez Segnini.[50] Roa había ingresado al Movimiento de Resistencia Cívica, dependiente del Movimiento 26 de Julio, grupo con el que militó en su regreso a Cuba hasta la caída de Batista.[51]

Pérez Segnini perfiló a Humanismo como una revista exclusivamente política, ya sin atisbos de lo que había sido con Puga, contribuyendo mayoritariamente a incentivar la participación sobre las coyunturas internacionales. El accidente automovilístico que llevó a la muerte a Andrés Eloy Blanco reavivó, en medio de los homenajes post mortem, la discusión sobre la situación venezolana, mientras que otros acontecimientos dinamizaron la discusión y dieron pie a las llamadas “mesas redondas” que eran, básicamente, debates a través de cartas sobre temas concretos de impacto político, enviadas a nombre del director a colaboradores y otros expertos, que luego se publicaban a lo largo de uno o más números con opiniones intercaladas de Pérez Segnini, equivalentes a las de un moderador y, a veces, a la de una contraparte. De esa forma se discutió, por ejemplo, el derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala, que se abrió a debate bajo el título de “Lo inexplicado en el caso de Guatemala”, por Pérez Segnini desde el número 29, y que en el número 31-32, de julio-agosto de 1955, tuvo participación de Raúl Osegueda, Edelberto Torres, Vicente Sáenz y Juan José Arévalo, entre otros. Se criticó la poca resistencia de Árbenz ante la invasión militar que lo llevó a su renuncia, así como la participación directa de los Estados Unidos en el financiamiento a Carlos Castillo Armas y la infiltración comunista en el gobierno guatemalteco, que no supo ser controlada y que los panelistas consideraban una causa fatal de la caída del mandatario. Vicente Sáez, desde México, resumió la postura general:

Todo eso le hubiera servido al presidente Arbenz para no caer como cayó. Porque lo peor no fué (sic) su caída, sino la forma de caer. ¡Todo eso, y honradez, decisión, valor, patriotismo, CENTROAMERICANISMO, HISPANOAMERICANISMO, sin demagogias ni estridencias, sin darle armas a la reacción, sin permitir que inconscientes espontáneos se lanzaran al ruedo con su trapito rojo! ¡Hasta que los embistió la fiera, hecha un basilisco, los sacudió en el aire y fueron a dar, espantados y maltrechos, en el asilo de una Embajada![52]

El otro asunto tratado ampliamente en las “mesas redondas” fue la invasión soviética a Hungría, que ocupó varias páginas entre el número 40 y el 42 –entre diciembre de 1956 y abril de 1957–, y que reavivó la discusión sobre el comunismo y la condena a cualquier forma de totalitarismo con una mayoría de voces, nuevamente, condenando la política soviética y relacionándola con su infiltración en América Latina.

Mientras estas cuestiones eran tratadas, no dejó de atenderse la coyuntura cubana, sobre todo entre 1957 y 1958, a pesar de que la situación caótica en La Habana mermaba las formas de comunicación de Roa con los dirigentes de su revista en México. En una carta enviada a Silva Herzog, describía el contexto de la isla:

No tengo que decirle que las cosas han llegado a tal extremo, que ya sobrevivir va resultando un milagro. Mi casa –hace sólo una semana– fue asaltada a prima noche por una banda de veinte hombres armados de fusiles y otros de ametralladoras. Yo estaba en cama leyendo el libro de Rómulo Betancourt “Venezuela: Política y Petróleo” cuando fui sorprendido por la brutal irrupción. Ada estaba en su consulta todavía. Viraron la casa al revés y me sometieron, durante tres horas, a un interrogatorio inquisitorial, del que salí bien librado gracias –supongo– a mi condición de examinador. Al fin se retiraron, después de ocuparme varios libros, papeles y cartas, entre éstas una suya.[53]

En México las condiciones permanecieron estables, y aunque la revista estaba próxima a concluir su etapa en el país, el gobierno ruizcortinista siguió contando con opiniones favorables. La antigua sección “México Actual”, llamada en esta etapa “México en marcha”, daba cuenta de los progresos nacionales, principalmente en materia petrolera, sobre la cual tuvo un seguimiento puntual que incluyó fragmentos de informes sobre las estadísticas de producción como ejemplo de soberanía energética. Incluso se publicaron secciones extensas de los informes presidenciales de Ruiz Cortines detallando los avances.

De la condición del exiliado en México no se habló más que en un plano subjetivo, referente a la lucha por la democracia inspirada por la lejanía del asilado de su país. Sólo en ciertos lugares se llegó a mencionar la vigilancia de que eran objeto los venezolanos en México, y en el número 28, de febrero de 1955, una nota informó de las detenciones de los independentistas puertorriqueños, residentes en el país, durante la visita de tres días del vicepresidente de los Estados Unidos Richard Nixon, entre los que se contaban Juan Juarbe y Juarbe, colaborador de Humanismo, y de la vigilancia de agentes gubernamentales sobre la familia de Pedro Albizu Campos, también residente en la capital mexicana.[54]

Traslado a La Habana

La partida de Humanismo de México significó el inicio del desmembramiento de una buena parte de los lazos intelectuales entre sus colaboradores y amigos. El triunfo de la Revolución cubana coincidió en el tiempo con el retorno de la democracia a Venezuela, por lo que aquellos compañeros de Roa y colaboradores asiduos en la revista que lo habían acompañado en el inicio de su etapa directiva, se alistaban para el regreso a su país, a excepción de Ildegar Pérez Segnini, quien dirigió el primer número editado en La Habana, el 53-54, de enero-abril de 1959.[55] Este voluminoso especial de más de 400 páginas, dedicado al proceso histórico, político y cultural cubano, desde su pasado colonial hasta su presente revolucionario fue, sin embargo, el último número en el que el venezolano participó en la revista, y el único en el que fungió como director en solitario, puesto que Roa García se desvinculó de la plana directiva de Humanismo durante toda su etapa de publicación en La Habana. La partida de Pérez Segnini, si bien pudo obedecer a un deseo de integrarse a las labores del nuevo gobierno de Betancourt,[56] también puede interpretarse como un signo de la brecha que comenzaba a correr entre el gobierno venezolano, surgido del Pacto de Punto Fijo que había excluido definitivamente a los comunistas, y el gobierno revolucionario cubano.

El deslinde de Roa, decidido probablemente por el inicio de su vida diplomática dentro del nuevo gobierno –primero como embajador ante la Organización de Estados Americanos, en 1959, y más tarde como ministro de Relaciones Exteriores– no impidió que la revista se hiciera eco del fervor revolucionario en el país. Ahora bajo la dirección del puertorriqueño Juan Juarbe y Juarbe, las páginas de Humanismo estuvieron dedicadas mayoritariamente al tema cubano, no sólo con la inclusión de nuevos colaboradores, como el propio Ernesto “Che” Guevara, quien publicó textos desde el primer número editado en la isla, sino también con la inclusión de documentos oficiales emitidos por el gobierno revolucionario, que en ocasiones ocupaban casi la mitad del número.

El tema puertorriqueño secundó en cantidad a lo referente a Cuba, y contó con aportaciones de Laura Albizu Campos, Emilio Roig de Leuchsenring, José Luis González y Reinaldo Hernández Savio, mientras que otras colaboraciones por las que la revista también mostró interés fueron las de tema mexicano, de autores como Emmanuel Carballo, Enrique González Pedrero, Elí de Gortari y Carlos Pellicer. El último número publicado, el 64-65, de febrero de 1961, incluyó también el tema del colonialismo en África, como un guiño al posterior acercamiento cubano hacia el movimiento anticolonialista en esa región del mundo.

Si bien el alejamiento de Roa no puede tomarse como un factor decisivo para el cierre repentino y definitivo de Humanismo, sí lo fue la evolución ideológica del gobierno revolucionario del que él ya formaba parte. Pero no solamente pudo haber intervenido la paulatina radicalización política de Cuba y su acercamiento a la Unión Soviética, sino también el pasado mismo de la revista respecto a ciertas posiciones ideológicas que la habían abanderado previamente. Los dos años transcurridos entre la llegada de la revista a La Habana hasta su desaparición habían madurado el rompimiento de grupos que en Humanismo se habían abrazado años atrás, durante su etapa mexicana. Si bien el traslado de la revista a La Habana puede entenderse a partir de la efervescencia del triunfo revolucionario y el no radicalismo que hasta ese momento definía al nuevo gobierno, este paso condicionó el futuro de una publicación que había rechazado abrazar la extrema izquierda y que, además, había sido tribuna para miembros de dos grupos políticos, el APRA y Acción Democrática, que para entonces habían virado hacia posturas más conservadoras.

Tales factores parecen haber sido decisivos para la culminación de un proyecto editorial de casi nueve años, que construyó una historia tan compleja como la historia misma de América Latina.

Conclusiones

Las relaciones intelectuales de los miembros que dieron vida a Humanismo y que formaron parte del proyecto permiten hilvanar la compleja trama del fenómeno del exilio, de sus causas y de los puntos de encuentro y desencuentro entre programas ideológicos, países, grupos y partidos, representados por individuos a los que la migración unió en un sitio común.

A partir del obligado cumplimiento de ciertas normas de conducta, Humanismo expuso, por una parte, la situación del intelectual definido por su contexto: ya fuera como auténtica admiración por el país de acogida, o ya como requisito indispensable para la permanencia, la revista y sus colaboradores se unieron a un programa de grandes dimensiones que tenía como fines reafirmar la soberanía mexicana, promover la fe en el desarrollo nacional y lograr la aprobación de un ideario democrático que el Estado mexicano necesitaba transmitir. No ocurrió algo distinto en Cuba, donde la revista intentó adherirse al programa político del régimen, mismo que, al radicalizarse, la hizo desaparecer empujada por el peso de su pasado.

A su vez, la revista logró articular en México redes intelectuales de colaboración cuyos entramados explican, en gran medida, sus ondulaciones ideológicas así como sus afinidades temáticas. Pero si durante su etapa mexicana son los cambios internos –es decir, la transformación de esas redes de colaboraciones– los que van dando pauta a la evolución ideológica de la revista, parece ser que en Cuba serán los factores externos de orden político los que dictarán el camino de su futuro. La paradoja de Humanismo se asienta en el hecho de haber sido centro de expresión y alianza de posturas ideológicas afines que, en medio de sus desencuentros posteriores, la harán convertirse en un ejemplo de la inestabilidad política latinoamericana. Si bien es cierto que, mirada desde otro ángulo, Humanismo ejemplifica una natural evolución ideológica de la figura del intelectual, que niega todo encasillamiento y es proclive a presentar distintas facetas de pensamiento a lo largo de su vida.

Si a primera vista Humanismo resulta interesante por la complejidad de los acercamientos y las divergencias de sus protagonistas, por sus lazos establecidos y por sus pasajes que aún quedan por esclarecer, tampoco deja de sorprender su solidez en el tiempo, que la lleva a publicarse durante casi nueve años en dos países distintos, y a sentar un legado ideológico de diferentes vertientes. El eje que la sostuvo no se modificó esencialmente: fue una revista de aspiración democrática, de vocación latinoamericanista, enemiga de cualquier forma de totalitarismo y, sin embargo, en su método de intervención social hay por lo menos dos posturas encontradas, que nada tienen que ver con un declarado o no declarado anticomunismo, sino con su proyecto editorial e intelectual de transformación a futuro: una visión integradora de recuperación de lo humano, de naturaleza teórica pero que acogía igualmente lo social y lo político, lo cultural y lo científico, que tiene cabida en la primera etapa de la revista. Y otra, de naturaleza política, que apela a la crítica coyuntural como método de influencia en la realidad latinoamericana. Esta última dominó sobre la otra, puesto que, en el corto plazo, varias de sus aspiraciones se vieron materializadas, entre ellas, la caída de los regímenes que habían orillado a buena parte de los colaboradores de Humanismo al exilio. Queda por comprobarse la otra postura, la que Carlos Lazo había comenzado a delinear en el primer número y que pretendía cimentar, en el largo plazo, cambios más profundos y perdurables.

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Notas

[1] Archivo Histórico Genaro Estrada, Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante AHGE-SRE), exp. Mario Alberto Puga Imaña. La documentación contenida en el expediente se refiere específicamente al ingreso de Puga al país y a los primeros meses de su permanencia en el mismo.
[2] Para un panorama general del fenómeno del exilio en México y América Latina en el siglo XX, pueden consultarse Ricardo Melgar Bao, Redes e imaginario del exilio en México y América Latina: 1934-1940, y Carlos Véjar Pérez-Rubio (coord.), El exilio latinoamericano en México.
[3] La idea de “red” o “lazo” utilizada en este trabajo, remite al concepto de red intelectual, utilizada por diversos autores, pero sintetizada por Eduardo Devés-Valdés: red intelectual es “un conjunto de personas ocupadas en la producción y difusión del conocimiento que se comunican en razón de su actividad profesional, a lo largo de los años”; la red intelectual requiere de una densidad, tanto en el tiempo de relación como en la frecuencia comunicativa, ya sea personalmente o a la distancia, que permita entender “cuáles son los núcleos más activos de la red, así como los momentos de mayor o menor vitalidad”. Eduardo Devés-Valdés, Redes intelectuales en América Latina, pp. 29-30.
[4] Kozel, “América Latina en Humanismo (México-La Habana, 1952-1961)”, Regina Crespo (coord.), Revistas en América Latina: proyectos literarios, políticos y culturales, pp. 319-352; así como el artículo “Latinoamérica en la primera etapa de Humanismo (México, 1952-1954)”, http://www.cialc.unam.mx/Revistas_literarias_y_culturales/PDF/Articulos/Latinoamerica_en_la_primer_etapa_de_Humanismo.pdf
[5] Cabe señalar el breve perfil de Humanismo hecho por Rafael Rojas a partir de su papel como documento antológico del pensamiento de la izquierda revolucionaria no comunista, y como mapa de los exilios latinoamericanos en México, con base en los datos que sobre la revista y sobre Raúl Roa aportan Andrés Kozel (“Latinoamérica en la primera etapa de Humanismo (México, 1952-1954)”) y Salvador E. Morales y Laura del Alizal (Dictadura, exilio e insurrección. Cuba en la perspectiva mexicana. 1952-1958). Véase Rojas, “México y las dictaduras caribeñas, 1934-1959”, pp. 120-121.
[6] Véase, por ejemplo, Fernando Curiel, Carlos Ramírez & Antonio Sierra, Índice de las revistas culturales del siglo XX (Ciudad de México), pp. 147, 326. En esta recopilación, los registros correspondientes a Humanismo indican un período de publicación erróneo, de 1952-1962, periodicidad bimestral y dirección de Raúl Roa e Ildegar Pérez Segnini, datos tomados, sin duda, de los últimos números editados en México, ignorando sus etapas previa y posterior.
[7] El presente artículo profundiza algunos aspectos que se trabajaron en el estudio sobre la primera época de la revista Humanismo, presentado como tesis de maestría en Letras latinoamericanas. Véase: Ricardo Cadena, Historia, literatura y ensayo: la revista Humanismo en su primera época (1952-1954).
[8] Aunque otras convenciones fueron celebradas en este período, únicamente son mencionadas aquéllas sobre las cuales México depositó sus instrumentos de ratificación.
[9] Alonso Gómez-Robledo, Temas selectos de derecho internacional, p, 623.
[10] Un ejemplo de este tipo de peticiones es la anotada por Miguel Ángel Castillo, Mónica Toussaint y Mario Vázquez Olivera, referente a la indicación enviada por la Secretaría de Relaciones Exteriores respecto a la petición de asilo hecha por el militar centroamericano Gregorio Ferrera: “Debe usted discretamente hacerle conocer que no hay obstáculo alguno, pero que dada nuestra actitud en relación con Centroamérica nos sentimos obligados a que residentes en México guarden una actitud comedida”. Telegrama de la cancillería a la embajada de México en Guatemala, 25 de julio de 1925, citado en Mercedes de Vega (coord.), Historia de las relaciones internacionales de México, 1821-2010. Centroamérica, p. 118.
[11] Las labores de inteligencia y espionaje del gobierno de México estaban a cargo de la longeva Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, y de la Dirección Federal de Seguridad, esta última creada a inicios del sexenio de Miguel Alemán Valdés.
[12] Puga, integrante del grupo aprista llamado “Poetas del pueblo” había publicado hasta ese momento: 3 poemas civiles (1940, poemas), Elegía a la muerte de León Trotsky (1941, poemas), Fraternidad frente a dolor (1943, poemas), Lo humano distante (1946, poemas), La ecuación espacio-tiempo histórico del Perú pre-hispánico (1949, historia-política), El ayllu: su naturaleza y régimen (1950, historia), y Ternura (1951, poemas).
[13] Kozel, “América Latina en Humanismo (México-La Habana, 1952-1961)”, p. 327; “Comité Aprista de México”, AHGE, SRE, expediente III-2060-1 (II).
[14] Dicho periódico, que en sus primeros números se titulaba El Perú ante el extranjero, se componía de artículos de opinión acerca de la situación peruana y de notas procedentes de la Agencia Columbus, órgano informativo del aprismo en el continente. Algunos ejemplares pueden consultarse en AHGE, SRE, expedientes III-2060-1 (II) y III-1128-1 (I).
[15] La revista contaba con papel de buena calidad; en la portada utilizaba un color dominante, distinto por cada número y tanto el título como el subtítulo siempre sobrepasaba los límites del formato.
[16] Blanco había llegado a México tras el golpe militar contra Rómulo Gallegos, de cuyo gobierno era ministro de Relaciones Exteriores, y permaneció en el país hasta su fallecimiento en 1955.
[17] De la Encina había llegado exiliado a México en 1939, y se desempeñó como catedrático de historia del arte en la Universidad Nacional Autónoma de México hasta su fallecimiento en 1963.
[18] Sánchez Sarto, exiliado en México desde 1939, se desempeñaba como profesor en la Escuela Nacional de Economía de la UNAM y en distintas universidades de América Latina; además, tenía experiencia como editor de libros tanto en España, donde había dirigido la editorial Labor, como en México, donde fue director de la Editorial Atlante entre 1939 y 1945.
[19] Caso ya contaba con una importante carrera como arqueólogo y como servidor público; fue jefe de Arqueología del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía (actual Museo Nacional de Antropología) y posteriormente fungió como su director. Asimismo, fue rector de la UNAM de 1944 a 1945, y director del Instituto Nacional Indigenista, a partir de 1948 hasta su fallecimiento en 1970.
[20] Cevallos era profesor en la Escuela Nacional Preparatoria y la Universidad Nacional Autónoma de México, reconocido por sus obras de investigación pedagógica y por su novela Un hombre perdido en el universo, cuyo primer capítulo se publicó en Humanismo en octubre de 1952, dos años antes de que la novela saliera a la venta bajo el sello de Cvltvra.
[21] Lazo era miembro del grupo de arquitectos que en esos años dirigía la construcción de la Ciudad Universitaria de la UNAM, y durante el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines fue secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, cargo que ocupó hasta su muerte prematura en un accidente aéreo en 1955.
[22] Carlos Lazo, “Humanismo actual”, Humanismo, núm. 1, julio de 1952, p. 13.
[23] Jesús Silva Herzog, “Tolerancia contra intolerancia”, Humanismo, núm. 2, agosto de 1952, pp. 14-15.
[24] Manuel Andújar, “El humanismo: tema y problema”, Humanismo, núm. 2, agosto de 1952, p. 19.
[25] Rafael Altamira, “La razón de la tolerancia”, Humanismo, núm. 3, septiembre de 1952, pp. 14-17.
[26] Gabriela Mistral, “Destructores y constructores”, Humanismo, núm. 1, julio de 1952, pp. 31-33. Titulado originalmente “Recado sobre constructores y derrumbadores”, el texto data de 1948.
[27] Eugen Relgis, “¿Qué es la civilización?”, Humanismo, núm. 13, agosto de 1953, p. 44.
[28] Ricardo Cadena, Historia, literatura y ensayo: la revista Humanismo en su primera época (1952-1954), p. 80.
[29] Humanismo dejó su oficina propia inicial, en Avenida Juárez núm. 30, para trasladarse a la Avenida República de Guatemala núm. 96, sede de la editorial.
[30] “A los lectores y suscriptores”, Humanismo, núm. 7-8, enero-febrero de 1953, p. 12.
[31] “A nuestros lectores”, Humanismo, núm. 11-12, mayo-junio de 1953, p. 4.
[32] Ambos personajes habían llegado a México a finales de los años cuarenta –el primero como exiliado, el segundo como viajero– y eran cercanos a Rodney Collin, escritor y espiritualista inglés, que llegó al país en 1948 y que formó un grupo de seguidores influenciados por el esoterismo y la espiritualidad. En México, Collin fundó las Ediciones Sol, con el objetivo de dar a conocer en español bibliografía sobre dichos temas, proyecto en el que Puga colaboró como traductor, a la vez que Humanismo promovió dicha editorial en sus páginas publicitarias e incluyó, en sus primeros números, cinco textos del autor inglés.
[33] “A nuestros lectores”, Humanismo, núm. 13, agosto de 1953, p. 8. La edición de libros no fue prolija: alrededor de una decena de títulos que la revista publicitaba en sus páginas. Entre ellos sobresalieron Auscultación hispanoamericana, de Vicente Sáenz, y Una posición en la vida, de Rómulo Gallegos.
[34] En ese sentido vale la pena recordar la presencia costarricense de autores como Vicente Sáenz, Hugo Navarro Bolandi y Luis Ferrero Acosta, quienes, en distintos períodos, estuvieron radicados en México.
[35] Los motivos por los cuales la revista apoya a Rojas Pinilla parecen auténticos, pues en números posteriores “Nuestra América” hará notar el incumplimiento de sus promesas iniciales, calificándolo entonces como dictador.
[36] El aparente respaldo a Perón tenía motivos políticos. En 1952 Perón había roto relaciones con Odría debido a un incumplimiento de suministro de petróleo que el Perú había hecho, presionado por Estados Unidos. Ante el hecho, los apristas se acercaron a Perón en busca de ayuda para el derrocamiento de Odría, a lo que Perón accedió prometiendo apoyarlos con armamento, mientras que Bolivia, que tenía estrecha relación tanto con el gobierno argentino como con los apristas en el exilio, ofrecía campos de entrenamiento para la preparación de los revolucionarios. Sin embargo, en 1953 el plan se canceló cuando los servicios de inteligencia odriistas descubrieron la conjura y el Perú surtió el combustible requerido. A partir de allí, Perón fue un dictador, y la revista celebró su caída en 1955. Nelson Manrique, «¡Usted fue aprista!». Bases para una historia crítica del APRA, pp. 121-144.
[37] “El discurso de Ruiz Cortines”, Humanismo, núm. 15, noviembre de 1953, p. 108. La nota está firmada por JR (Jorge Raygada).
[38] “Ofrecimiento cumplido”, Humanismo, núm. 17-18, enero-febrero de 1954, p. 92.
[39] Raúl Roa García, “Por qué estoy en México”, Humanismo, núm. 19-20, marzo-abril-mayo de 1954, p, 83.
[40] Kozel, “América Latina en Humanismo (México-La Habana, 1952-1961)”, p. 326. Durante su etapa como director, publica únicamente un texto, en el número 7-8, “La integración del indio a la nacionalidad”, en el que elogia los trabajos del gobierno mexicano a través del Instituto Nacional Indigenista, a favor de la integración y el desarrollo de los grupos indígenas en el país. Posterior a la venta de la revista, Puga volvió a publicar otro texto, titulado “Soberanía nacional y desarrollo”, en el número 25, de noviembre de 1954.
[41] El conocido viraje ideológico de Haya de la Torre, alineado en cierta medida con los Estados Unidos, repercutió en las células apristas del exilio. “En 1952 renunciaron al Apra los poetas Gustavo Valcárcel y Eduardo Jibaja, y en 1954, Alberto Hidalgo, Manuel Scorza y Mario Puga. Renunciaron después Serafín del Mar, Guillermo Mercado, Antenor Samaniego, Mario Florián, Jaime Galarza y Felipe Arias Lareta”. Nelson Manrique, «¡Usted fue aprista!». Bases para una historia crítica del APRA, p. 117. Jorge Raygada, otro colaborador de Humanismo, también había renunciado al partido anteriormente, aunque tiempo después volvió a afiliarse.
[42] Véase Enrique de la Osa, “Yo nunca he vacilado en abrazarme a la estrella”, pp. 58-81.
[43] Además del subtítulo tradicional de “Revista Mensual de Cultura”, se incluyó un nuevo lema en portada “Al servicio de Nuestra América”. Posteriormente, el primero desaparecerá para ser sustituido por el de “Revista de insobornable orientación democrática”. En esta etapa la revista tuvo un formato distinto al de la era Puga, el papel en interiores redujo su calidad y las cubiertas, ahora de color blanco, ocupaban dos tintas; la tipografía cambió y el índice se ubicaba ahora en la propia cubierta, flanqueado por el número que indicaba la edición, en tamaño grande.
[44] “Posición y rumbo”, Humanismo, núm. 21, julio de 1954, p. 5.
[45] Algunas excepciones, como el académico Francisco Carmona Nenclares y el poeta León Felipe, colaboraron en esta época de la revista.
[46] Sobre la estancia de Roa García en Monterrey y las amistades que entabló, son útiles los datos concretos y el material epistolar que aporta Samuel Flores Longoria, Raúl Roa y la Universidad de Nuevo León, Monterrey, UANL, 2012.
[47] Roa, Gallegos y Silva Herzog coinciden, desde luego, en distintos eventos culturales durante la residencia de los dos primeros en la capital mexicana. Aunque Roa, a quien Gallegos califica de “amigo de mis predilecciones” (Rómulo Gallegos, “No prostituyas tu dignidad intelectual”, Humanismo, núm.22, agosto de 1954, p. 10) recuerda haber conocido al escritor venezolano desde su toma de posesión presidencial, en 1948, en la que el cubano estuvo presente, Gallegos afirma que el primer encuentro “en persona” ocurrió entre ambos tras su llegada a La Habana como presidente depuesto. Roa y Silva Herzog organizaron el ciclo de homenajes a Gallegos en agosto de 1954, con motivo de sus setenta años de vida y veinticinco de aparecida Doña Bárbara, y la relación amistosa entre Roa y el director de Cuadernos Americanos continuó a la distancia, cuando aquél había regresado a Cuba, ya de manera epistolar, o ya en la visita que Silva Herzog hizo a la Universidad de La Habana en 1956. Véase Rómulo Gallegos, “Cubanos en el destierro”, Humanismo, núm. 24, octubre de 1954, pp. 150-153; Raúl Roa, “Cultura y barbarie”, pp. 80-87, “Don Jesús Silva Herzog, espejo de juventudes”, pp. 248-251; Silva Herzog, De su archivo epistolar, pp. 468-472.
[48] Raúl Roa, “Diálogo con Víctor Raúl Haya de la Torre”, pp. 243-248.
[49] “Ni macartistas ni comunistas”, Humanismo, núm. 24, octubre de 1954, p. 8.
[50] Raúl Roa, “Deuda con México”, p. 139.
[51] Nota a “Deuda con México”, pp. 139-140.
[52] [Sin título], Humanismo, núm. 31-32, julio-agosto de 1955, p. 89.
[53] Carta del 28 de febrero de 1957 desde La Habana, Silva Herzog, De su archivo epistolar, p. 470.
[54] “Política”, Humanismo, núm. 28, febrero de 1955, pp. 135-140.
[55] La revista vuelve a tener un color distinto por cada número en cubiertas, además de que durante la dirección de Juarbe y Juarbe desaparece de su lema el adjetivo “insobornable” para ser, simplemente “Revista de orientación democrática”.
[56] Integrado en el ambiente de la nueva era democrática venezolana, Pérez Segnini llegó a ocupar la gubernatura de Aragua en 1963.
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