Meteorología: ciencia impulsada por los jesuitas
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Desde su fundación en 1534 la Compañía de Jesús se distinguió por su vocación educativa, académica y científica, además obviamente de su labor pastoral y religiosa. En sus principales colegios instalaron observatorios que abarcaban un continuo desde la astronomía hasta la sismología, pasando por la física del Sol, del espacio exterior y de la atmósfera; y con las funciones propias de nuestras universidades públicas modernas: investigación, docencia divulgación
y vinculación con la sociedad, incluyendo la protección civil. Particularmente su interés geofísico se extendió por los cinco continentes. Sus estudios meteorológicos son notables por el trabajo de campo, a veces en grado heroico
como la observación in situ (y en el mar) de los huracanes. Nos legaron series de observaciones largas en el tiempo y amplias en el espacio, formadas con datos tomados con dedicación casi mística, por medio de los instrumentos que
ya existían y otros inventados por ellos. Por su mismo espíritu liberal, abierto y emprendedor, los jesuitas eran objeto (y sujetos) de polémica, recelo y discordia, llegando al extremo de ser expulsados de todos los imperios católicos desde la
segunda mitad del siglo xviii hasta 1814, cuando el papa autorizó (y promovió) el retorno de la compañía a sus dominios. Naturalmente, esta expulsión significó interrupción de su trabajo científico y registros geofísicos, especialmente de
huracanes.
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