Notas etnográficas sobre las resistencias indígenas a las mineras: del crimen cometido al delito por cometer
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Resumen
Cuatro horas de carretera después de San Cristóbal de Las Casas, llegamos a Chicomu-selo, casi en la frontera de México con Guatemala. Estamos en clima cálido: las milpas y los potreros se intercalan con pequeños huertos de café y plátanos. Me acompañan dos periodistas de la cadena estatal de televisión de Radio-Canadá ¿Por qué nuestra visita a un municipio que queda fuera de los grandes destinos turísticos? Porque aquí mismo, hace diez años, Mariano Abarca, que luchaba contra los destrozos de una minera cana-diense, Blackfire Explorations, fue asesinado al salir del pequeño restaurante familiar. Por más de un año había sido el líder de la oposición a la explotación a tajo abierto de una mina de barito. La entrada en operación de Blackfire (acelerada gracias a los trá-mites de la embajada canadiense en México) había llevado al desalojo de doscientas familias de los ejidos de Grecia y Nueva Morelia, que fueron reubicadas en tierras inadecuadas para la agricultura. La mina había contratado solamente a 25 hombres, a pesar de las promesas iniciales (Ballesteros, 2009). Residuos mineros contaminaban el río, cerca de Nueva Morelia. Ya en el 2008, aparecieron tensiones importantes entre la em-presa y los ejidatarios de Nueva Morelia en cuyas tierras se había trazado el camino de acceso a la mina.
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